Observo un gráfico que representa, a lo largo del último millón de años, la esperanza de vida de nuestra especie y sus antecedentes. El aspecto del mismo no es una curva, sino el de un perfecto ángulo de noventa grados, en que una línea horizontal, en torno a los 25 años, y otra vertical, hasta los 70, se cruzan en un punto que es prácticamente indistinguible del final del gráfico: el que marca el día de hoy. Es una imagen sorprendente, pero veo varias otras casi con el mismo aspecto. Con una perspectiva temporal mucho más cercana, pero aún amplia, de los últimos mil años, el volumen de la población mundial aumenta muy lentamente hasta el entorno del 1700, cuando la curva se empina casi con violencia. Si nos vamos a 20.000 años y a la tasa de crecimiento de esa población, nos encontramos con una curva que recuerda el primer gráfico descrito.
El punto de inflexión de estas y otras curvas que observo en el libro de Julian Simon The great breakthrough and it cause (renta per cápita, urbanización, productividad, densidad de población, número de revistas científicas, velocidad del transporte…) es siempre el mismo, un segmento del nuestra historia que se encuentra en el entorno de los siglos XVII y XVIII. Esta aceleración de la historia económica es lo que Simon llama The great breakthrough, que a falta de un mejor término traduciré como "el gran salto", y a cuyo estudio dedica este ensayo, editado póstumamente.
La tesis central de su ensayo es que "unas densidades de población mayores y una población total más amplia, en sociedades individuales y en el conjunto de la Tierra, fueron la condición necesaria para el progreso. La medida en que fueron condiciones suficientes dependía en el pasado en la naturaleza de las sociedades en aquél momento". En realidad es una tesis más amplia, ya que toma en consideración la combinación de tres elementos básicos: el total de la población, el acervo del conocimiento y en "nivel de vida", una expresión que, explicada más adelante por el autor resulta ser la riqueza o más bien el capital acumulado.
Simon reconoce que, a corto plazo y en una economía de subsistencia, el esquema de Malthus es válido. Pero que a medida que nos alejamos en la perspectiva temporal (y este ensayo lo hace hasta donde alcanza la historia y prehistoria humanas) y que nos encontramos en una sociedad más compleja (con una mayor población y división del trabajo) y con más capital, Malthus se hace más y más obsoleto. En la perspectiva de muy largo plazo, la población aparece, a entender de Simon, como "la única variable exógena" o la menos endógena del "gran salto", por delante de "la tradición, la estructura del Derecho y otras instituciones son variables endógenas en este modelo, junto con el nivel de vida, la tecnología y el subsiguiente crecimiento en la población".
En un primer momento, cuando la organización social es más primitiva y sencilla (en una tribu), el devenir depende sobremanera de las condiciones ecológicas. Pero a medida que el grupo social se hace más numeroso y complejo, van adquiriendo peso las instituciones sociales y el capital. De éste, Julian Simon considera que, pese a que está siempre acumulado sobre el que se heredó anteriormente, pero "el deterioro y la depreciación tiene lugar de un modo suficientemente rápido como para que lo acumulado pueda considerarse poco importante en el largo plazo. En consecuencia, no hay razones para creer que el stock de capital físico imponga una condición perdurable sobre el progreso futuro."
Lo que queda como principal acicate del desarrollo es la población, que llega a una masa crítica, en la que se produce el "gran salto" que es el objeto de estudio de este ensayo. Hasta el momento (entre los siglos XVII y XVIII), se produce un crecimiento principalmente extensivo, con episodios de ensayo de amplia división del trabajo, que logra aumentar de forma paulatina la población, hasta alcanzar ese punto en que su tamaño permite la gran transformación. En realidad, no es en sí y por sí la población, sino su combinación con el uso y la distribución eficaz del conocimiento y de la tecnología, nos dice el autor, pero siempre con el volumen social como principal determinante.
Por supuesto que, episódicamente y como parte de los avatares históricos, el armazón institucional hace que en ciertas sociedades (Cuba, Zimbabue, Corea del Norte…) el crecimiento se detenga o que se destruya riqueza. Pero la introducción de cambios políticos e institucionales es una cuestión contingente, que llevará a pasos adelante y atrás, mientras que el contexto en que se producen estos cambios, que es la de una población muy numerosa y una división del trabajo muy amplia y profunda, no tiene vuelta atrás. Y, pues los países que vuelven a las instituciones liberales recuperan con prontitud su tendencia al crecimiento, en cierto sentido el progreso económico y social está "garantizado", así, entre comillas, como lo escribe el propio Simon.
El libro está muy bien armado tanto estadísticamente (hablamos de Simon) como teóricamente. Se enfrenta al problema difícilmente resoluble de tratar con causas que son a su vez efectos de sus efectos, pero está al menos bien abordado. Nadie mejor que él era consciente de las limitaciones de su análisis, para el que se preparó toda su vida, pero que no pudo completar por esa limitación temporal que nos condiciona a todos. Pero su ensayo supone una enorme contribución aunque fuera simplemente por el planteamiento del problema. La filosofía, al fin, consiste más en hacerse preguntas que en responderlas.
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