El recién publicado Informe sobre libertad comercial en España (Ediciones 2010), dirigido por el profesor Ramón Tamames, es un relevante análisis que vuelve a cuestionar, al igual que similares estudios anteriores, la radical limitación de horarios regulada desde 2004 que beneficia descaradamente a los supermercados y perjudica con rotundidad a la inmensa mayoría de los consumidores en nuestro país.
Desde Émile Zola hasta las últimas recomendaciones del Banco de España, pasando por Hayek, el ejemplo irlandés o los consejos de la Unión Europea, son numerosas y clarificadoras las opiniones (y las cifras) que desvelan, gracias a este trabajo, la sinrazón de las medidas que hoy mutilan la libertad de vender y comprar. El Informe Tamames, a partir de ese perfil estructuralista propio de su autor, ofrece múltiples argumentos que deben ser tenidos en cuenta acerca de esta cuestión. Para el comentario pueden destacarse tres aspectos: el itinerario político que acabó en la restrictiva Ley 1/2004, la pertinaz mentalidad antiliberal en ciertas regiones y el ahorro que se les escapa de las manos a los clientes por culpa del cerrojazo comercial.
La nueva normativa, que entró en vigor en Enero de 2005, es el involuntario y desafortunado desenlace de una estrategia liberalizadora ya derribada. El pasado gobierno popular liberó el comercio, es verdad, a partir de un Decreto-Ley de 2000, pero pospuso al presente año la plena libertad, con la intención de lograr máximos consensos con las autonomías. No fue posible. Los acontecimientos conocidos por todos anularon el escenario de doce años de segura gobernación de la derecha. Y es que la libertad no debe ofrecerse a cuentagotas; esperar doce meses en política es una eternidad. Fue un grave error que los intervencionistas aprovecharon. La Historia siempre ha sido para los audaces y termina despreciando a los acomplejados. La ley socialista de 2004 minimiza a 8 festivos y 70 horas semanales las posibilidades de apertura. 7.000 trabajadores que se han quedado sin empleo por esa arbitrariedad lo recuerdan.
Es significativa la encuesta de la OCU en 2004, recogida en el Informe, en la que el 65 por 100 de los encuestados prefieren la amplitud en los horarios comerciales para ellos mismos. No obstante, llama la atención que –a las preguntas de si se considera importante la libertad de horarios en general, para la propia familia y para otros consumidores– en Asturias, Cataluña, Navarra y País Vasco las opiniones negativas llegan a alcanzar el 40 por ciento. Aparece en el Noreste un auténtico “cinturón del no” indolente al progreso comercial y que probablemente explica muchas cosas de la actualidad española. Por no hablar de la segunda licencia autonómica, abusivo doble peaje para la creación de establecimientos. Sobre superficies de 2500 m2, Asturias, por ejemplo, recauda un tipo impositivo medio de 17 euros por m2, mientras que Cataluña cobra 0,01 euros. No aparece incluso la posibilidad de encontrar un federalismo razonable para la prosperidad; los subasteros gubernamentales parecen acordar entre sí, de modo más o menos involuntario, los precios de salida en los negocios.
No es la protección de privilegios particulares sino el amparo de la moralidad económica para la mayoría social. El Informe echa cuentas en las economías de alcance (la posibilidad de ahorro significativo de tiempo en el punto de venta) y calcula en 408 los euros atesorados por cada familia si se lograse la emancipación de las tiendas, cifra nada trivial, próxima al 1 por 100 del PIB y al 5 por 100 del gasto total de la población en compras en el comercio. Los responsables de Comercio, dondequiera que ejerzan, no reparan esos absurdos legales que tiranizan la vida cotidiana. Algunos, si fueran auténticos servidores, ayudarían a muchos a mitigar la complejidad urbana con bien poco, más hoy no les place ni parece posible.
Los argumentos, decía Tomás de Aquino, son válidos “no a causa de la autoridad de aquellos que lo dicen, sino a causa de lo dicho”. El Informe Tamames es útil porque todo refuerzo es bueno para evidenciar, en este invierno de ideas que se avecina, una situación claramente insoportable.
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