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El intervencionismo que vendrá

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En España se vive bien. No es una opinión personal sino la de una millar de españoles que se han retratado en el Eurobarómetro especial nº 251, un prolijo documento que la Comisión Europea ha publicado hace una semana. Nada menos que un 96% de los españoles entrevistados afirman que se sienten bien viviendo en nuestra nación. Sólo los de las potencias escandinavas están por delante de estos aventurados ciudadanos y eso que ellos no tienen las mismas dificultades que nosotros para llegar a fin de mes.

La familia y el trabajo son los pilares en los se apoya la felicidad de los europeos, fundamentalmente de los 15, que en esto de la alegría no es de extrañar que le lleven años y percentiles de distancia a las emergentes naciones poscomunistas.

Es de suponer que familia y trabajo serán, por lo tanto, objetivos permanentes de las políticas intervencionistas de nuestros eurácratas. Ya que no se trata de dejar las cosas como están, si van bien, sino de encontrar la manera de torcerlas… con la mejor intención de este lado del mundo.

Los datos del documento 251 hacen suponer que los protagonistas de tanta dicha viven su vida de espaldas a la política europea, preocupados por su día a día manifestando, en algunos casos, una desafección respecto la UE que raya el derrotismo. Si bien es cierto y resulta por ello alarmante que, en definitiva, lo que reclaman los europeos es una mayor injerencia de la eurocracia a todos los niveles. Es decir, se trata de cubrir las ineficiencias de los estados miembros no con la exigencia de menores cotas de intervencionismo, sino con la mayor intervención de poderes supranacionales.

La Comisión Europea concibió este documento como una herramienta fundamental en el proceso "de escucha y de diálogo" que quedo abierto tras el varapalo que supuso la negativa de Holanda y Francia a ratificar el tratado para la Constitución Europea. Una herramienta con la que establecer un canal de comunicación con sus ciudadanos, que permitiera a las instituciones de la UE ajustar sus políticas para evitar nuevas debacles consultivas. Seiscientos mil euros que servirán para que nuestros políticos ajusten mejor sus mensajes mientras, en bambalinas, seguirán haciendo lo que crean mejor para nosotros.

Un ejemplo anecdótico: jalear al boliviano Morales, nuevo fetiche de los eurotercermundistas que debieran comprender que el temor a la globalización, que buena parte de los entrevistados ha manifestado, es consecuencia de la esquizofrenia intelectual que demuestran los políticos europeos en este, como en tantos otros temas. En fin, no es de extrañar que un conocido periódico español pudiera decir, y quedarse tan ancho, que "todo el pensamiento culto del siglo XX está impregnado de marxismo".

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