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El liberalismo clásico, la crueldad y la injusticia de la ganadería industrial

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Muchas personas tienen la idea equivocada de que a los liberales clásicos no les preocupa la terrible situación de los animales no humanos. Defiendo aquí que, bien al contrario, los liberales clásicos están comprometidos con usar al estado para proteger a los animales en granjas industriales de la crueldad. En primer lugar, mostraré cómo los liberales clásicos del pasado han estado comprometidos contra la crueldad. Luego explicaré en qué consiste ese compromiso y por qué es importante. Finalmente, argumentaré que el compromiso contra la crueldad requiere de la abolición de la ganadería industrial. Los liberales clásicos no solo pueden institucionalizar su amor por los animales, sino que deberían institucionalizar su amor por los animales mediante protecciones jurídicas. 

Los liberales clásicos siempre se han opuesto a la crueldad. En Some Thoughts Concerning Education, John Locke rogaba a los padres que enseñasen a sus hijos a ser amables con los animales para que estos no se convirtieran en adultos crueles con los seres humanos. John Stuart Mill, en Principles of Political Economy, argumentaba que privar a un niño de educación es cruel. Todo esto es para decir que los liberales clásicos están, y han estado, comprometidos con la expulsión de la crueldad de la sociedad. 

Llegados aquí, uno podría preguntarse qué es la crueldad. Esta es la concepción de crueldad que me convence: X es cruel con Y cuando X somete a Y, por acción u omisión, a un dolor o privación no deseado, evitable, no trivial y gratuito. Si Paula desmembra dolorosamente a su antiguo jefe en venganza por despedirla, consideraríamos que su conducta es cruel. ¿Por qué? El antiguo jefe de Paula no desea el daño al que está siendo sometido. Paula podría haber evitado desmembrar a su antiguo jefe. El daño al que está siendo sometido el antiguo jefe de Paula no es trivial. Y el antiguo jefe de Paula está siendo sometido a un daño que es desproporcionado en comparación con lo que motivó la conducta de Paula. Tomando el caso de Paula como un ejemplo paradigmático de crueldad, sugiero que la concepción de crueldad que sostengo acomoda las características importantes de lo que hace que la crueldad sea cruel. 

Decir que los liberales clásicos están comprometidos contra la crueldad equivale a afirmar que quieren evitar que los individuos sean intencionalmente sometidos a dolores o privaciones no deseados, evitables, no triviales y gratuitos. Alguien podría señalar que los liberales clásicos no necesitan estar comprometidos contra la crueldad en particular, porque ya están comprometidos con la salvaguarda de los derechos o con la prevención del daño. No obstante, el compromiso contra la crueldad es importante para el liberalismo clásico, ya que hace referencia a un subconjunto específico de daños que merecen nuestra atención y nos proporciona  recursos para pensar en los límites justificables del castigo estatal. Sin un compromiso contra la crueldad, el liberalismo clásico carece de mucho de lo que lo hace atractivo. 

Sostengo que si estamos comprometidos contra la crueldad, deberíamos estar comprometidos con la abolición de las granjas industriales. La ganadería industrial es un conjunto de prácticas ganaderas horribles que incluyen, entre otras, cortar los picos de los pollos, confinar vacas por centenares y electrocutarlas con picanas eléctricas, quitar dolorosamente los cuernos de los carneros, arrancar los genitales de los lechones y perforar el morro de terneras recién nacidas con anillos de púas para evitar que beban la leche materna. Estas prácticas se realizan normalmente sin anestesiar a los animales. A partir de esta descripción, queda claro, espero, que la ganadería industrial es cruel. 

Algunos liberales clásicos insistirán en que se puede justificar cierta crueldad contra los animales si los beneficios para los seres humanos son lo suficientemente grandes. Dirán que, dado que la carne es un gran beneficio para los seres humanos, la ganadería industrial podría estar justificada. Sin embargo, hay varios problemas con este tipo de argumento. En primer lugar, la cantidad de placer que los humanos obtienen al probar carne no puede usarse de manera plausible para justificar la inmensa e inimaginable cantidad de dolor que experimentan los animales cuando son torturados en granjas industriales. En segundo lugar, traemos a los animales de granjas industriales al mundo y, en virtud de esta acción, estamos obligados a cuidarlos de determinadas formas. Si alguien me empuja a una piscina y empiezo a ahogarme, debe saltar y rescatarme. De manera similar, si alguien trae un animal necesitado al mundo y el animal depende de él para satisfacer sus necesidades, la persona debe satisfacer esas necesidades. Incluso si los animales en granjas industriales se traen al mundo específicamente para ser comidos, todavía tienen intereses que deben ser respetados. Por lo menos, no deben ser tratados de forma cruel. 

Algunos liberales clásicos argumentarán que la abolición de la ganadería industrial viola los derechos de propiedad de los ganaderos. Si los animales son de su propiedad, los ganaderos industriales deberían poder hacer con su propiedad lo que quisieran, incluso si eso significa tratarlos con crueldad. Sin embargo, recordemos que prohibimos a los dueños de mascotas que traten a sus animales con crueldad. Que hagamos esto no viola los derechos de propiedad de los dueños de las mascotas. Si alguien quiere argumentar que prohibir que las personas traten cruelmente a los animales en granjas industriales y a las mascotas viola sus derechos de propiedad, entonces tiene que mostrar qué es lo que hace a los humanos tan diferentes de los animales que hace que los animales no puedan ser nunca protegidos por el Estado. Esto es más difícil de lo que uno podría pensar. No todos los humanos son capaces de ser racionales, por lo que no podemos usar la racionalidad para distinguir a los humanos de los no humanos. Nos preocupamos por algunos animales más de lo que nos preocupamos por algunos humanos, por lo que no podemos usar el valor sentimental para distinguir a los humanos de los no humanos. Y no podemos usar la humanidad por sí sola para distinguir a los humanos de los no humanos, porque esto es tan arbitrario como decir que el sexo, la raza o la orientación sexual deben usarse para determinar si los individuos deben ser protegidos por el estado. Tengo tanta capacidad para elegir mi raza como la especie a la que pertenezco. 

En este breve espacio espero haber demostrado que los principios que motivan al liberalismo clásico deberían motivar a los liberales clásicos a buscar justicia para los animales en la ganadería industrial. Los animales en las granjas industriales dependen de los ganaderos industriales de manera importante, y les debemos vidas libres de crueldad en virtud de esta dependencia. Del mismo modo que  impedir que el dueño de un gato caliente a un gato en el microondas no es una violación de los derechos de propiedad del dueño de la mascota, tampoco es una violación de los derechos de propiedad de los ganaderos industriales impedir que corten dolorosamente los picos de los pollos o castrar a los lechones. Tengo la esperanza de que más liberales clásicos acaben reconociendo esta verdad.

2 Comentarios

  1. Tema peliagudo, ahora que me digan que se considera crueldad en este caso. Apuesto a que no es fácil un consenso en su definición.

  2. Todo el planteamiento es absurdo si uno entiende qué es el «liberalismo clásico». NO es un armazón para conseguir que la gente no sea «cruel», o para que sean «generosos», o para cualquier otro aspecto que pertenezca a la ética. Es un asunto de filosofía política; es decir, pensada por y para los humanos.
    Puede argumentarse a favor de una industria ganadera menos «cruel», sí. Aunque es increíble que se eleve «la crueldad» a concepto «liberal» basándose en que autores fundacionales usasen el adjetivo. A mí me parece más curioso que Locke tuviera inversiones en compañías esclavistas. Y también esto último da igual, porque queda bastante lejano de la política el cómo trata un ganadero a sus reses.
    De hecho, pensándolo, es un artículo muy poco liberal, que se inmiscuye alegremente y sin pudor en la ética personal. Si vd. considera que la ganadería industrial es cruel, no monte vd. una granja, y deje de comer carne. Y permita vd. que esos humanos crueles y perversos con los pollos sufran su remordimiento en privacidad, o con la desaprobación social.
    Y sí, puede ser terrible, mu malo mu malo… Pero las teorías políticas, y sobre todo el liberalismo, tratan sobre la organización social de los humanos, entre los humanos. Si la ley castiga al pirómano, es por destruir bienes y recursos que son, en derecho, de otros humanos, y no por ser cruel hacia los árboles (que lo es).


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