El fin de semana pasado estuve viendo la nueva película de Superman. Aunque mi acompañante la disfrutó mucho más que yo, debo reconocer que me pareció tremendamente entretenida. Mejor sin duda que Superman III y, obviamente, Superman IV. Repleta de guiños a las películas de Christopher Reeve, tiene escenas muy logradas, como el salvamento aéreo que marca el retorno del héroe o el momento en que el malvado Lex Luthor, con la inestimable ayuda de la kriptonita y de unos cuantos matones, le da la paliza de su vida al hombre de acero. Hay hasta un guiño del Daily Planet al nuevo "periodismo ciudadano" que se nos viene encima. Otras cosas, en cambio, no son tan aceptables, como su exagerado metraje.
Sin embargo, no tengo intención de hacerles una crítica de la película que no es éste el lugar. De lo que quería hablar es del extraño y absurdo plan con el que Lex Luthor pretende hacerse el hombre más rico del mundo. Si ya Superman incluye grandes imposibilidades científicas en sus superpoderes y aventuras a lo largo de cómics y películas, entre las cuales destaca quizá lo poco que le afecta la teoría de la relatividad, en esta nueva incursión en la pantalla grande sorprende lo muy ignorante en economía que puede llegar a ser la mente criminal más grande del mundo.
Su plan es una reelaboración a lo grande del que ocupaba sus pensamientos en la primera película. Entonces planeaba provocar un terremoto que acabara con la costa de California, tras haber adquirido los terrenos desérticos que, después del cataclismo, se convertirían en zona costera, el terreno más valorado por los compradores. Si aquel plan tenía su lógica era por su relativamente pequeña escala. La desaparición de California hubiera sido sin duda un cataclismo económico, pero uno del que se hubiera podido salir con relativa facilidad.
Sin embargo, en esta ocasión el plan es crear un continente nuevo de su propiedad que, en el camino de expandirse, acabaría con casi todo Estados Unidos, Canadá y México, lo que produciría la muerte, en sus palabras, de "miles de millones de personas". Luego, la gente compraría terreno en su nuevo continente y él se forraría, claro. Aceptemos la exageración en el número de muertos porque siempre se puede suponer que en el mundo de Superman viva allí más gente. Aceptemos que haya quien necesite tierra, pues el mismo plan presupone que quienes se encontrarían con su hogar destruido morirían; los demás mantendrían el suyo intacto. Aceptemos que haya quien encuentre atractivo vivir en un continente hecho a imagen y semejanza de la poco habitable casa de Superman en el polo norte. Aceptemos que tiene "la tecnología suficiente", tal y como asegura sin dar muestra alguna de ella, para evitar que lo maten después de haber destruido medio mundo. El problema es, ¿con qué le van a pagar para hacerse rico?
Al contrario de lo que se suele indicar, el dinero no es riqueza; es el medio por el que se obtiene la riqueza, y más aún en un mundo en el que hemos eliminado los patrones metálicos y el dinero que utilizamos no vale nada por sí mismo sino por la fe que tenemos en que servirá para intercambiar bienes y servicios y como depósito de valor. Tras haber destruido la principal fuente de prosperidad del mundo, el lugar con los recursos humanos más productivos, el mercado más ávido para los demás productores, ¿qué quedaría para respaldar ese dinero? Lex Luthor podría vender por altas sumas sus nuevos terrenos. Y podría luego emplear ese dinero como papel higiénico, pues seguramente sería la manera de la que podría extraer más valor de su uso. La humanidad retrocedería décadas, si no siglos, en su desarrollo económico. En definitiva, y en términos reales, Luthor hubiera sido más rico –tras heredar de una viuda acaudalada al comienzo del film– antes de llevar a cabo su malévolo plan que después. Supongo que es lo que pasa cuando pones a guionistas de Hollywood a pensar en cómo se puede hacer uno rico. Si lo supieran, quizá no fueran guionistas.
De acuerdo, prometo relajarme más en la próxima película de superhéroes que vaya a ver.
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