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El órdago centralizador y totalitario de Evo

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No cabe duda de que el referéndum autonomista celebrado el pasado 4 de mayo en la provincia boliviana de Santa Cruz constituye un acto puramente democrático en busca de una libertad política y económica que pretende ser cercenada por el Gobierno Sozionalista de Evo Morales. Ante tal acto de osadía hacia la legítima autoridad del presidente indigenista, el esbirro de Hugo Chávez ha convocado un referéndum revocatorio para el próximo 10 de agosto, de cuyo resultado dependerá la instauración de un poder centralizador en Bolivia o bien la consecución de cierto grado de autonomía y libertad territorial.

Los pueblos latinoamericanos que sufren el yugo del nuevo comunismo populista iniciado por Hugo Chávez en Venezuela intentan reaccionar ante los fines totalitarios de sus respectivos gobiernos. En este sentido, el pueblo venezolano, tras un denodado esfuerzo de movilización y protesta social, logró retrasar, de momento, la aprobación de la reforma constitucional bolivariana. Un texto en el que, más allá de sus pretensiones nacionalizadoras y comunistas en el ámbito económico, establecía la desaparición por ley de cualquier atisbo de poder político paralelo, tanto judicial como legislativo y territorial, capaz de ensombrecer la autoridad del mandatario chavista.

La reciente convocatoria electoral de Santa Cruz es un nuevo ejemplo de lucha y resistencia social ante la falta de libertad individual que quiere imponer el presidente boliviano Evo Morales. Las provincias de Tarija, Beni y Pando serán las próximas en intentarlo. Ante esto, Morales ha reaccionado convocando a su vez un referéndum revocatorio a fin de acallar a través de las urnas cualquier voz crítica o discordante con su discurso homogeneizador y dictatorial.

En esencia, el presidente boliviano ha lanzado un órdago a los poderes autonomistas de su país. En caso de resultar vencedor, Morales contará con la supuesta legitimidad de las urnas para imponer en Bolivia su particular proyecto centralizador y totalitario. Y es que en dicha votación se decide no sólo la implantación de un auténtico sistema autonomista, sino también la propia autoridad del presidente para aplicar hasta sus últimas consecuencias su nueva Constitución política.

Chávez perdió la partida en su día, aunque en ningún caso descarta volver a reanudar el proceso. Al fin y al cabo, el presidente bolivariano, a modo de director de su particular casino, marca las reglas del juego. Ahora, le toca a Bolivia. Su nuevo proyecto constitucional, cocinado al gusto de Evo, no tiene desperdicio.

Su contenido es un océano continuo de despropósitos contra toda clase de libertad, ya sea política, económica e individual. Como siempre, la izquierda ideológica trata de imponer su verdad, su modelo de sociedad, avasallando las preferencias y la libre voluntad de sus ciudadanos. Tan sólo hace falta observar el preámbulo para percatarse de su espíritu totalitario. Tras dejar atrás "el Estado colonial, republicano y neoliberal", Bolivia (entiéndase Morales y sus seguidores) asumen "el reto histórico de construir colectivamente el Estado Unitario Social de Derecho Plurinacional Comunitario". Como siempre sucede en la izquierda, la rimbombancia de sus conceptos maquilla en gran medida la vergüenza de sus auténticos despropósitos liberticidas.

Curiosamente recoge el principio básico, al tiempo que liberal, de "la libre determinación de los pueblos". Aunque, por supuesto, en la práctica niega tal derecho. En materia económica, sobra decir que impone un sistema planificado de producción, basado en la nacionalización de todos sus recursos naturales, sobre la base de la tan nombrada y difundida "justicia social". Excusa sobre la cual se cimienta y fortalece todo tipo de intervención pública contemporánea.

No obstante, el texto reza lo siguiente: "Toda persona tiene derecho a la propiedad privada individual o colectiva". Eso sí, "siempre que ésta cumpla una función social". Además, "la expropiación se impondrá por causa de necesidad o utilidad pública, o cuando la propiedad no cumpla una función social". Así pues, adiós propiedad privada, adiós.

Pero más allá de su economía "colectivista" (es decir, comunista, aunque con sus propios matices), el nuevo Estado boliviano aspira a constituir una democracia "directa y participativa, por medio del referendo, la iniciativa legislativa ciudadana, la revocatoria de mandato, la asamblea, el cabildo y la consulta previa, entre otros" En este sentido, "las asambleas y cabildos tendrán carácter deliberativo". ¿Les suena?.

Por otra parte, su artículo 28 establece que el ejercicio de todos los derechos políticos se suspenderá en caso de "traición a la patria". Además, pese a instaurar departamentos autónomos a nivel territorial, se trata de una mera formalidad ya que la Asamblea Legislativa Plurinacional (Parlamento) es la "única con facultad de aprobar y sancionar leyes en el territorio boliviano".

Por supuesto, "los alcances, la organización, el funcionamiento, la estructura, las competencias, las atribuciones, la asignación de los recursos económicos financieros y la coordinación del sistema de descentralización y de autonomías se regirán mediante esta Constitución y la Ley Marco de Autonomías y Descentralización", que se desarrollará una vez aprobado dicho proyecto. Es evidente cuál será el resultado de la citada Ley.

Por si acaso, la Constitución delimita claramente las competencias de los distintos organismos territoriales. En concreto, el Estado se reserva potestad plena en materia de legislación, justicia, fiscalidad, banca, empleo, deuda, comercio exterior, seguridad, producción, recursos naturales, servicios públicos, administración, patrimonio, tierras, y un largo etcétera. De este modo, las funciones autonómicas quedan delimitadas a cuestiones meramente marginales. Además, "toda competencia que no esté incluida en esta Constitución será atribuida al Estado".

Es decir, adiós Santa Cruz, adiós. Por desgracia, al igual que con Venezuela, soy pesimista acerca del resultado que obtendrá el órdago lanzado por Evo. Ojalá me equivoque, pero Bolivia está a un paso de ser engullida por el sozionalismo latinoamericano. Hoy y siempre, me siento cruceño.

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