Skip to content

El origen perverso de las universidades públicas

Compartir

Compartir en facebook
Compartir en linkedin
Compartir en twitter
Compartir en pinterest
Compartir en email

Antes no había escuelas ni universidades públicas, la educación estaba en manos del sector privado, aquel hombre culto era alquilado para enseñar a los hijos de un comerciante, artesanos o de algún monarca. El filósofo Sócrates tenía a un grupo de jóvenes que recibían clases de filosofía, matemáticas, botánica y se mantenía con las cuotas de sus educandos. Lo mismo hacía Platón, Aristóteles, Pitágoras, que también eran contratados para educar a los hijos del Rey.

En aquellos tiempos, los reyes o gobernantes se dedicaban a dirimir conflictos entre particulares, como el Rey Salomón, o para avasallar a sus vecinos, invadir tierras, saquear pueblos, como lo hacían los vikingos. Pero no se dedicaban a la educación del pueblo.

La primera universidad del mundo fue fundada en Fez Marruecos en el año 859 por la esposa de un gran comerciante; luego la universidad de Bologna en 1088 por el monje Irnerius, y así se siguieron fundando escuelas y universidades por órdenes religiosas y por organizaciones privadas interesadas por la educación o por el negocio que significaban.

En 1551 se funda la Real y Pontificia Universidad de México promovida por religiosos y ciudadanos. El gobierno no la subsidiaba, vivía de colegiaturas y de las cátedras que impartían los monjes y sacerdotes.

Otto von Bismarck

El protagonismo del gobierno, en el campo educativo prácticamente es nuevo, tiene su origen en el dictador prusiano Otto von Bismarck. Como todos los autarcas de su tiempo, se encargaba de mantener la paz en su territorio y de lanzar la guerra para ampliar sus dominios. Después de dirimir conflictos con sus vecinos, tenía que afrontar los de sus propios ciudadanos que no estaban tan a gusto de perder hijos, maridos o tíos para los ejércitos del dictador. ¿Cómo apagar el descontento y ganar la simpatía del pueblo? Tal era la preocupación de Bismarck.

Se le ocurre fundar grandes escuelas para que la gente enviara a sus hijos a estudiar gratuitamente. En efecto, la gente le aplaudió la idea. Así se originaron las escuelas públicas. Se solventarían los gastos con los impuestos, el gobierno contrataría a los profesores, les destinaría un sueldo, haría los planes y programas, otorgaría los títulos o diplomas oficiales. Logró apaciguar al pueblo.

Extensión por el resto del mundo

El modelo Bismarck se exportó a los Estados Unidos de América y luego a toda Latinoamérica. Así nació la intervención casi completa del Estado en la educación. Pero fue en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, Corea del Norte y en Cuba, donde se implantó de manera absoluta, como un monopolio del Estado, no sobrevivió ninguna escuela privada.

Se inicia así una etapa de gran protagonismo del Estado en educación, salud, petróleo, ferrocarriles, etc.  Es una especie de ola que vive la Humanidad y que tardará varias décadas en corregirse.

A principios del siglo XX, la comunidad universitaria ya se percataba que la intervención del gobierno en las instituciones universitarias no era del todo buena: El señor presidente imponía a los rectores, generalmente eran sus amigos o parientes; imponía los planes y programas de estudio; decidía qué profesores podían dar clases; otorgaba medallas, títulos o diplomas oficiales y decidía los sueldos de los docentes y directivos. Se imponía así un control gubernamental casi absoluto sobre la vida universitaria.

Una camisa de fuerza

Los universitarios sentían una especie de camisa de fuerza que impedía el desarrollo de la institución. No se podían expresar nuevas ideas, no se podía cuestionar al señor presidente o a los gobernadores, no se podían introducir ciencias o disciplinas novedosas.  Quedaba la educación estancada y divorciada de la sociedad.

A los altos puestos directivos llegaban políticos que no sabían de ciencia, investigación o cultura, ni tenían intenciones de aprender, solo tener presencia mientras contara con la simpatía del gobernante. El modelo se replicaba en todas las nuevas universidades de las entidades estatales.

La lucha por cambiar esa situación estaba más que justificada. Los estudiantes platicaron, reflexionaron y se unieron para luchar por un objetivo claro: la autonomía universitaria. Recibieron la simpatía del pueblo, estaban claros los argumentos, pero incluso el gobierno manifestó su simpatía por ese movimiento, aunque sabía que perder el control de la vida universitaria no era del todo agradable para el Estado.

La Universidad en México

Fue así que el presidente Emilio Portes Gil, hombre inteligente y sagaz, ideó una estratagema. Les manifestó a los jefes del movimiento que simpatizaba tanto con su causa, que no sólo les iba a conceder la autonomía para que se autogobernaran, nombraran a sus propias autoridades, diseñaran sus planes y programas, contrataran a sus profesores, aplicaran sus propias políticas de investigación, ciencia y cultura.

Todo eso iba a ser permitido gracias a la autonomía universitaria que les iba a conceder en el año 1929. Y para mostrar su gran simpatía, les ofreció que el Estado les proporcionaría todos los recursos económicos y financieros para construir un gran proyecto de universidad mexicana. La comunidad universitaria saltó de alegría, nadie se daba cuento del perverso plan: que el subsidio gubernamental era el “caballo de Troya” que anularía la autonomía universitaria. Desde entonces, las universidades públicas fueron integradas al gasto gubernamental sin percatarse que con eso estaban destruyendo la autonomía por la que tanto habían luchado.

En efecto, el subsidio gubernamental, seguro y generoso, les provocó un aletargado y somnoliento desarrollo y crecimiento: cayeron en la trampa y pocos se han dado cuenta de ello. Los que se dan cuenta, prefieren callar por haber alcanzado un buen nivel de sueldo seguro, una zona de confort que no desean poner en riesgo.

Del subdidio a la pobreza… universitaria

Se observa en todas las universidades subsidiadas que el desarrollo científico es pobre, no hay patentes, la cultura está sesgada a la izquierda y se promueve una formación anticapitalista. Además, la deserción es grande lo que provoca que el costo que paga la sociedad por formar a un titulado carece de justificación; las universidades públicas se encerraron en su esfera de cristal quedando divorciadas del sector productivo, reacias a la cultura empresarial, formando egresados que no tienen demanda y olvidándose de los profesionistas que demanda el mercado.

Porfirio Díaz, consciente o inconscientemente, aplicó el Modelo Bismarck en el campo educativo. Expropió terrenos, construyó edificios, contrató profesores, elaboró los planes y programas, determinó quién tenía el derecho de estudiar y de otorgársele un título profesional. Todo bajo el control y subsidio del Estado. Llegó la Revolución Mexicana y el modelo no se elimina, al contrario, se expande y se profundiza en todos los niveles. Aún cuando existía cierto número de “escuelas privadas” ninguna podía establecer sus propios planes y programas, todas tenían que estar bajo el control y supervisión del Estado, seguir los planes y programas oficiales bajo la amenaza de perder la licencia de funcionamiento a quienes se salieran de las reglas, pero podían cobrar colegiaturas para no recibir subsidios del Estado.

La educación será ¡socialista!

En 1932, el general Lázaro Cárdenas se radicaliza para declarar que toda la educación en México tenía que ser socialista. En 1936 el gobierno inaugura el Instituto Politécnico Nacional para formar a los cuadros técnicos que requerían los grandes proyectos estatales.

La iglesia y el sector privado ven con preocupación el camino que estaba tomando México, un camino similar al que toman los países comunistas y reaccionan creando el ITESM por un grupo de empresarios y la Universidad Iberoamericana por el sector religioso, todo con la intención de evitar que México se fuera por la senda socialista. No logran demasiados resultados dado que se ven sometidos por el poder político para obedecer los lineamientos estatales. El papel del Estado se hace avasallador con las escuelas públicas y representaba más del 80 % de participación, contra el sector privado con menos del 20% pero sometido al control del gobierno. Ya estábamos cercanos a Cuba y URSS en educación.

Como es natural, la educación manejada por el gobierno genera conflictos propios. Nada había avanzado con la supuesta autonomía lograda antes, ahora la educación sufría de sindicalismo, luchas por los puestos directivos, huelgas paros, violencia, etc. Así, se llega al movimiento estudiantil de 1968, lidereado por el Partido Comunista Mexicano y se produce una matanza de estudiantes en Tlatelolco orquestada por Luis Echeverría Álvarez y otra en 1971.

Nace la UAM

Al gobierno izquierdista de Luis Echeverría se le ocurre que puede controlar a los jóvenes, al estilo prusiano de Otto Bismarck. Ordena construir la UAM, CIDE, Universidad pedagógica Nacional, el Colegio de Bachilleres, el Colegio de Ciencias y Humanidades y otras instituciones del Estado, todas creadas por decreto presidencial.

Los alumnos ingresan por examen. El resultado es que los alumnos con mejor estado económico son los que terminan con título y los demás serían desechados por el sistema. Los alumnos son formados para ser empleados, no empresarios.

La UAM no nació como una Institución totalmente gratuita. En sus primeros años había una colegiatura aproximada de tres salarios mínimos por el trimestre. Mucha gente llegó a pensar que la UAM era una institución privada. Pero nadie podía quejarse que con esa colegiatura no podría estudiar en esta institución ya que había un novedoso sistema de crédito, de tal manera que el alumno podía diferir el pago para después de que terminara sus estudios. Pero este sistema se perdió debido a que ese dinero “no era necesario” ya que el subsidio del gobierno era bastante generoso, se perdió el sistema.

Sindicalismo

Los trabajadores. Muchos entran primero como ayudantes, luego llegan a conseguir la base para ser trabajadores de tiempo definitivo y con ello ya tienen trabajo de por vida, sin riesgo de perder, con salario seguro, se tiene así una zona de confort nada despreciable. Hay trabajadores sindicalizados y no sindicalizados. Los sindicalizados tienen el derecho de meter a un trabajador a la UAM. De esta manera, ahora puede haber una familia completa en la nómina universitaria. Cada trabajador tiene el sueldo seguro de por vida. Es muy difícil despedir a un jardinero, vigilante, profesor, administrativo o directivo. Además, los directivos prefieren evitar conflictos, después de todo, no son propietarios de la Universidad y conceden para “llevar la fiesta tranquila”.

Sindicalismo. Este es uno de los renglones más absurdos dentro de la institución. Dado que el gobierno arroja una gran bolsa de dinero a la UAM para que lo administren con total autonomía, sería suficiente que académicos, administrativos y trabajadores comunes se reunieran para decidir el uso de la bolsa de dinero, esto en uso de la autonomía decretada para la Institución. Pero no, un gran sector de trabajadores trae la cultura de luchas proletarias contra el burgués explotador, y buscan desesperadamente al dueño de la universidad.

¿De quién es la Universidad?

Pero la Universidad no tiene dueños, no hay propietarios, es una “tierra de nadie”. Entonces a esos “proletarios” se le ocurre identificar al rector y sus colaboradores cercanos (los rectores de Unidad) como los burgueses a vencer. Pero los rectores no son accionistas, ejercen el papel de directivos solo por un rato, son trabajadores asalariados igual que el jardinero o profesor. Con esta visión distorsionada de clases y lucha de clases, los proletarios, organizados en el sindicato, lanzan cada año una lucha contra los “burgueses”. Que son los directivos del momento.

De esta forma se generan los emplazamientos y amenazas de huelga y se estallan durando dos o tres meses sin actividades, al final, cuando ya no hay recursos para mantener la huelga, terminan firmando casi en la misma oferta original de “la Patronal”. Este juego absurdo perverso inútil y destructivo ayuda a eliminar el escaso prestigio que logran nuestras universidades, cosa que no le preocupa al sindicato. Se destruyen también los laboratorios, los experimentos, se pierden computadoras y aparatos costosos y los alumnos pierden el tiempo. Por supuesto, esto no le importa a “la patronal” ni al sindicato ni a los no sindicalizados, pues nada en la UAM es propiedad de ellos.

La deserción

De cada cien alumnos que intentan ingresar a la UAM solo son admitidos 10, pero de estos diez solo tres logran titularse; los demás abandonan. En otras palabras, la deserción es superior al 70 %. Y de estos tres titulados, solo uno ejerce en lo que estudió. Si hacemos el cálculo de cuánto cuesta formar a ese profesionista de la UAM que ejerce en lo que estudió, el costo es grande, que si se le hubiera enviado a estudiar a la universidad más cara de los Estados Unidos, aun pagándoles todos sus gastos, habría salido más barato. Ya titulado, el nuevo profesionista solo se le ocurre buscar quien le garantice las quincenas. Pocos encuentran un trabajo acorde y muchos se dedican a ganarse la vida en lo que sea.

¿Por qué tanta deserción? Nuestros analistas buscan las causas de la deserción. Algunos dicen que se debe a la falta de recursos de los estudiantes, y lo tratan de resolver regalándoles dinero en becas mensuales, pero no se ve una diferencia significativa que cuando no se les regalaba dinero. Otros dicen que traen problemas sicológicos en la familia o en el medio donde viven, es muy posible, pero gastando en sicólogos de la universidad tampoco ha dado solución; también se dice que traen mala alimentación y entonces se les da comida casi regalada. Pero nada de estas medidas han mostrado mejores resultados. En mi opinión, se dan palos de ciego por falta de diagnóstico correcto.

Los docentes

La mayoría siguen el mismo patrón. Terminan los estudios, solicitan trabajo en la UAM, se consigue una plaza de tiempo parcial, luego una definitiva. Ningún aspirante a profesor leyó antes la Ley Orgánica de la UAM, ni se puso a reflexionar sobre el modelo de universidad, ni cuestionó la idoneidad para realizar su vida profesional, simplemente llegan por hambre, buscando la paga segura. No es difícil encontrar profesores con buenas ideas, pero la estructura de la universidad no les permite hacer cambios relevantes, de esta manera, se desperdician los talentos. Y es que la Institución no siente la necesidad de hacer cambios, ya que el presupuesto gubernamental está seguro, sin importar la contingencia que viva el país.

Si los vicios, corrupción, displicencia se observasen en una sola universidad, la solución sería más fácil, simplemente se cambia a los directivos, se cambian a los profesores y trabajadores y queda el problema solucionado. Pero no, ocurre en todas las universidades del gobierno. Entonces es un fenómeno digno de estudio para encontrar la variable o la razón por la que se echan a perder las instituciones educativas.

¿Dónde estuvo el error?

La UAM adoptó el modelo Bismarck: Todo lo hizo el gobierno y todo bajo el control del Estado. Los resultados, necesariamente, tenían que ser malos, deficientes, perversos. Pero ya estamos aquí. ¿Qué se puede hacer para corregir el modelo?

La historia habría sido diferente si se hubiera dejado libre a la iniciativa privada que construyera las universidades. Aquellos que tenían recursos para construir edificios universitarios deberían, si acaso, ser invitados, estimulados e incentivados para que fundaran universidades privadas. Entendemos por universidades privadas aquellas que tienen propietario. El dueño reclutaría a los mejores profesores, negociaría sus sueldos con cada uno de ellos, supervisaría los programas para ver si eran atractivos para los alumnos o padres de familia.

Universidades privadas

Se permitiría que surgieran dos, diez o muchas universidades, todas con sus propias reglas y programas de estudio y todas viviendo del cliente, es decir, del estudiante. Estas universidades no pagarían impuestos a fin de impulsar su crecimiento. Todo alumno pagaría la colegiatura, los que no tuvieran recursos propios contarían con créditos bancarios o bien, con el apoyo de asociaciones particulares que les ayudarían con becas parciales o totales. En el peor de los casos, el gobierno apoyaría a estudiantes regalándoles recursos para que pagaran en la universidad de su preferencia. La garantía de que se estuviera construyendo un buen sistema educativo o universitario radica en la competencia entre instituciones.

Pero no fue así. La gente estaba acostumbrada a las decisiones del jefe, monarca o rey, nadie cuestionaba. Además, en esos tiempos estaba poco desarrollada la teoría económica para dar una respuesta cabal al problema de la educación y de otros renglones donde el Estado ha intervenido y monopolizado: Electricidad, telefonía, agua, salud, moneda… y en todos ellos ha fracasado. A pesar de que Adam Smith había ya publicado su obra La riqueza de las naciones, que sirvió de inspiración para pueblos como los EEUU. Agréguese las teorías marxistas, socialistas, comunistas y socialdemócratas que se desarrollaron desde mediados del siglo XIX, donde promueven dejar todo en manos del Estado. En fin, lo hecho, hecho está. ¿Hay remedio?

La financiación es clave

Para el caso específico de la UAM se puede decir que hay solución interna, sin necesidad de esperar cambios impuestos por el gobierno. No es necesario tirar los edificios y hacer nuevos, ni despedir a todo el personal y contratar nuevos, ni expulsar a todos los alumnos y meter nuevos, ni eliminar al sindicato, eso no soluciona nada y, con el tiempo, llegaríamos a lo mismo. Se necesita tocar el punto clave. La clave está en cambiar el sistema de financiamiento a las unidades. Es posible modificar aprovechando la propiedad de autonomía concedida por el gobierno. Los recursos llegan a la rectoría y la rectoría elabora cheques o vouchers para entregarlos cada mes a los alumnos; luego, los alumnos pagan la colegiatura en la Unidad de la UAM donde estén estudiando. Es decir, los recursos con los cuales funcionaría la Unidad Azcapotzalco, Ixtapalapa, y las demás ya no llegan por rectoría, sino por la mano del alumno.

4 Comentarios

  1. Estimado profesor, antes de Von Bismark hubo un tal Licurgo de Esparta y otro «academico» admirador suyo que si bien no consiguio perpetrar sus planes se llamaba Platon; de aquellos polvos tenemos estos lodos; de todas formas, a mi me gusta mas la figura del Privatdozent austriaca o alemana ; fijese en Luwdig Von Mises y comparelo con Milton Friedman que junto con sus acolitos de Chicago llego a vetar para el puesto de profesor de economia a un tal Von Hayek porque no era lo suficientemente positivista y fisico-matematico como Vd., que es doctor en economia matematica donde como decimos en España se mezclan churras con merinas y los alumnos salen de la Universidad como pollos sin cabeza; me parece que en la Francisco Marroquin española, ultimamente esta ocurriendo algo de eso; yo creo que la culpa es de un tal lasketti; es lo que tienen las subvenciones; mejor ser catedratico y poder ejercer la libertad de catedra, algo que curiosamente esta vigente en España por «causa» de la «izquierda ilustrada»; las consecuencias no deseadas de actos intencionados; me temo que va a durar poco.

    Un cordial saludo.

    • Estimado Andres Crego, te agradezco el comentario. Fíjate que al escribir este artículo me sentí como el descubridor del «hilo negro». He estado insistiendo en los «vouchers de Milton Friedman» desde 1993. A todo mundo le gustaba la idea, pero no avancé ni medio milímetro a pesar de libros, artículos, conferencias y visitas a funcionarios y candidatos a presidentes de México. Todos aplaudían y nadie hizo nada. Pero ahora he reflexionado sobre la esencia del voucher y no es el darle el cheque al alumno, es algo más profundo. Es lograr que las escuelas no reciban recursos del gobierno. El efecto del subsidio gubernamental o privado hacia las instituciones educativas es devastador. Mejor es que vivan de lo que pague el cliente. En otras palabras, las instituciones trabajan sanas cuando las metes en el mercado. ¿Cómo la ves?

  2. De hecho, la figura del Privatdozent es la más correcta porque estableces una relación económica con quienb te está dando el servicio de la educación. Más ya no hay. Sin embargo, ha quedado olvidada, marginada o ignorada en México y me imagino que casi en todo el mundo, porque no se comprende su importancia.

  3. Es interesante leer sus artículos, Sr. Santos. Yo también adhiero a la propuesta, que conocí por parte del actual presidente de Argentina; Javier Milei, de que se dieran vouchers a los padres de familia o alumnos y que eligieran entre la oferta educativa la mejor que les convenga, guste o atraiga más. Ahora estoy estudiando para poder ser docente en Telesecundaria, quería de secundaria, en una escuela Normal cerca de Tehuacán, Puebla. Tratando de emplear el modelo de voucher o <>, que sería la beca para poder financiar mis estudios; el pago anual de colegiatura, transporte, útiles escolares, uniformes, además de mis gastos que tengo que hacer por jornadas de observación, y próximamente, de prácticas. En lugar de gastarlo en frivolidades o cosas no relacionadas a la educación como he visto que lo hacen algunos compañeros.


Añadir un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Más artículos

Trump 2.0: la incertidumbre contraataca

A Trump lo han encumbrado a la presidencia una colación de intereses contrapuestos que oscilan entre cripto Bros, ultraconservadores, magnates multimillonarios y aislacionistas globales. Pero, este es su juego, es su mundo, él es el protagonista.

Juego político en torno a Muface

La caída de Muface crea el caldo de cultivo perfecto para acusar a las autonomías (la mayoría del PP) de no invertir lo suficiente en sanidad.