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El PP y los liberales

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Mariano Rajoy Brey, presidente del Partido Popular, ha invitado a liberales y conservadores a buscar otros nidos donde empollar sus huevos. Esta actitud no resulta extraña en España, donde la concepción del partido es la de un grupo cerrado, una endogamia política y pseudointelectual que se perpetúa sine die y en el que, una de dos, o el líder saliente, como el César lo hizo en el Imperio, declara quién es su sucesor, o se inicia un proceso de guerra civil entre las facciones que aspiran a ocupar la poltrona.

Si un partido político dice defender los intereses públicos de los ciudadanos, debería mostrar más respeto por la opinión de al menos sus afiliados, debería mantener una estructura abierta, donde cualquiera pudiera optar al liderazgo del grupo y desde luego, respetar las ideas de los que han ayudado, consciente o inconscientemente, a alcanzar lo que ahora está disfrutando. El comportamiento democrático no es un simple ejercicio de voto, supone unos principios morales y éticos que deben reflejarse en cualquiera de sus acciones.

Pero tenemos lo que tenemos, las teorías suelen ser muy atractivas en el papel, todo cuadra, el círculo se convierte en cuadrado por arte de una matemática perversa. ¿Deben los liberales implicarse con el partido que lidera Mariano Rajoy Brey? ¿Deberían hacerlo si quien se sentara en el trono imperial fuera mujer, rubia y de Madrid? Si el liberalismo es ese sistema basado en la defensa de la vida, la libertad y la propiedad privada, cualquiera de los partidos que ahora pueblan nuestro panorama político son, sin excepción, nuestros enemigos. Todas las políticas educativas, sanitarias, económicas, fiscales y sociales son intervencionistas, confiscatorias y en última instancia, totalitarias. Algunas veces da la sensación que lo que diferencia una democracia de una dictadura suave es que, además de no poder elegir los gobernantes que te van a explotar, los líderes democráticos aún no han decidido usar la fuerza de manera masiva contra los ciudadanos. El liberalismo no cabe como tal ni en el PP, ni en el PSOE, ni en los partidos nacionalistas, ni en cualquier otro partido político del panorama político español.

Mariano Rajoy Brey ha apostado por la socialdemocracia como ideario del PP, se ha movido hacia la izquierda porque el PSOE también lo ha hecho y ha saltado de la socialdemocracia al socialismo radical. El PP de Rajoy ha optado por la obra pública, por adaptarse a Educación para la Ciudadanía, por acercarse a nacionalismos y movimientos políticos y sociales que no hace mucho habían decidido trazar un cordón sanitario en torno a la derecha política. Alberto Ruiz Gallardón, alcalde de Madrid y aspirante a la secretaría general del partido ha asegurado que "el desempleo provocará una necesaria redistribución de los recursos por parte de las Administraciones Públicas hacia los sectores más castigados. Y esto traerá una reducción de la inversión pública, y en el sector privado, en bienes y equipo". ¡Qué importante es la inversión pública para los keynesianos de todos los partidos!

El PP va a dejar huérfanos a muchos ciudadanos que confiaron ingenuamente en el partido para defender sus principios, su percepción de la vida. Paradójicamente, el PP ha dejado el campo libre para que organizaciones liberales, think tanks como el propio Instituto Juan de Mariana, puedan mostrar y demostrar que existen otras maneras de hacer frente a los retos del día al día, que las políticas liberales son un marco excelente para progresar. Desde la perspectiva del liberalismo, la ausencia de tutela ideológica que antes suponía el PP para varios cientos de miles de personas, es una oportunidad de demostrar el valor de la libertad, una oportunidad que hace unos meses ni siquiera contemplábamos, una posibilidad de resurgimiento de la sociedad civil. Sólo puedo dar las gracias a Mariano Rajoy por tan acertada decisión. A partir de ahora hay que trabajar y en serio.

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