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El uso mercenario de las encuestas políticas

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La amplitud de la base demográfica de las sociedades modernas, unida al desarrollo de la rama estadística de las Matemáticas, dedicada específicamente al tratamiento sociológico, ha hecho posible el cada vez mayor uso de la técnica de las encuestas para conocer los estados de opinión subjetivos de los ciudadanos.

La complejidad social implica que cada vez mayor número de personas y grupos de ellas dependen de las decisiones de otras personas, es decir, estableciendo una analogía con el teorema matemático de Cantor, existen muchas más clases de elementos que elementos. El incremento de la población en una sociedad supone el aumento más que lineal de su complejidad, es decir, de su interactividad. Es por eso que se precisa, para toda acción social grupal, es decir, para la acción de aquellos grupos e instituciones cuyos objetivos y recursos dependen de las decisiones de otros individuos, del conocimiento de las intenciones y opiniones subjetivas de cada individuo. Tales intenciones, en cuanto se convierten en acciones que afectan a otros, pasan del ámbito de la subjetividad al de intersubjetivo, o, dicho de otra forma, de lo objetivo en términos sociales.

Es por eso que existen individuos, grupos e instituciones que, dependiendo de las acciones de otros, necesiten conocer la intención de los individuos antes de que ésta se convierta en acción. El peor de los problemas se produce en el caso de los políticos cuando quieren sondear la voluntad de los futuros votantes, no tanto para conocerla como para orientarla. Es lo que, por ejemplo, sucede en Asturias estos días en torno a la candidatura de Álvarez Cascos y su partido Foro Asturias. La magnitud de los intereses en juego está llevando a los grupos de poder regional, aquellos amenazados por su más que probable triunfo electoral, a presentar auténticas joyas de la manipulación.

El mecanismo por el que esto es en sí una manipulación se basa en que, una vez publicada esa encuesta, puede actuar como elemento de influencia sobre la opinión de muchas personas una vez leídos los resultados. La existencia de un mecanismo de decantación de la opinión basado en la actitud de los demás hacia cierto tema es determinante. La mayoría de las personas suele, en condiciones generales, seguir la tendencia mayoritaria y recelar de lo marginal.

Por ello, los aspectos éticos de los procesos han de ser tenidos en cuenta y a ellos debe aplicársele algunos criterios elementales:

  1. Correcto diseño científico de la encuesta. El objetivo es lograr la máxima fiabilidad y correspondencia entre las preferencias reales y las manifestadas.
  2. Correcta redacción de las preguntas para evitar equívocos relativos a su comprensión y a su efecto emocional.
  3. Honestidad en el tratamiento de la encuesta. Dado que no es posible evitar que el que la contrata lo haga al margen de sus propios intereses, es importante que las empresas demoscópicas expresen la existencia de una determinada encuesta, salgan o no a la luz sus resultados.

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