La respuesta rápida es no. Sin embargo, hay multitud de comentarios sobre esta pregunta que merecen ser analizados. El conservadurismo es una doctrina filosófica preocupada por preservar el orden civilizatorio a través de un orden institucional moral que se materializa en un conjunto de costumbres, tradiciones y estructuras sociales y jurídicas que han sido heredadas
Esta filosofía política se caracteriza entonces por su mirada nostálgica hacia las tradiciones y prácticas del pasado, considerándolas como un reflejo esencial en la configuración del presente. Esta visión concibe la tradición como un punto de partida para la construcción de una sociedad mejor. Dentro de esta corriente de pensamiento, se sostiene la idea de que el gobierno desempeña un rol legítimo y crucial en el fomento y la promoción de los valores sociales y morales en la sociedad.
Sin embargo, ser conservador no tiene por qué oponerse frontalmente hacia una filosofía económica liberal libertaria, al menos no en muchos de sus enunciados. Se puede estar a favor de cierta libertad individual, al mismo tiempo que se es reacio a liberar por completo el comercio y dejar que sea el mercado el que se ocupe de estabilizarse en materia económica. Esto, asumiendo que el conservadurismo es, como se suele pensar, un sistema que favorece el intervencionismo del Estado:
Un apego no intelectualista a las tradiciones
Si bien el liberalismo se centra en materia económica y en explicar su filosofía política, no ocurre lo mismo con el conservadurismo y su aplicación a todos los ámbitos de la sociedad. Del mismo modo que otros sistemas invierten todos los recursos en la construcción de una filosofía sociopolítica robusta y buscan la construcción de unos cimientos sólidos, los conservadores suelen establecer cierto romanticismo y sentimentalismo en los temas que tratan de forma que se dificulta su análisis exhaustivo para su posterior aplicación.
Un ejemplo de esto se podría ver en antiguas tradiciones o comportamientos que hoy en día dificultarían lo que habría sido el progresismo objetivo hacia una libertad más desarrollada, como podría ser el fin de la esclavitud. ¿Qué tradiciones sí que podrían considerarse válidas? ¿Quién se encargaría, y con qué autoridad, de determinar las tradiciones que sí son correctas o las que no? ¿Qué límite temporal consideramos como algo antiguo o algo nuevo?
Otro tema interesante por estudiar sería el de plantearse si una sociedad en el que reine la filosofía política libertaria mantendría en el tiempo las tradiciones heredadas del pasado, ya que no hay una negativa contundente ante esta afirmación.
O liberal clásico, o conservador
Por otro lado, cabría pensar que muchos de los que se consideran liberal-conservadores son en realidad una fase intermedia, de forma que todavía no están desarrollados o que, aun estando desarrollados, consideran ambas corrientes válidas sólo en algunos enunciados. Sólo estarían de acuerdo en algunas afirmaciones y, por tanto, serían ambas cosas al mismo tiempo. De esta forma, y a nivel superficial, el conservadurismo no tiene por qué ser incompatible con el liberalismo. Aun así, es vital reconocer que, aunque el liberalismo y el conservadurismo son corrientes de pensamiento con ciertos puntos compatibles, realmente representan dos filosofías distintas que a menudo entran en conflicto debido a diferencias fundamentales e insuperables.
A la pregunta de si existen liberales – conservadores, me gustaría que, conforme a lo escrito, quedara claro que un liberal clásico es no conservador por definición, y viceversa. Sin embargo, el debate público se focaliza, algunas veces, en los pensamientos de la mayoría, y he aquí un error que se puede cometer. Que muchas personas proyecten afinidad con ideas de las dos corrientes, no significa que la totalidad de las corrientes sean compatibles entre sí. Uno puede estar a favor de la libertad individual desde un punto de vista de igualdad ante la ley, pero considerar necesaria la intervención Estatal para solucionar un problema concreto. Lo vemos con el siguiente ejemplo.
Comercio internacional
Un liberal apoyaría la idea de fomentar el libre comercio entre países. Este enfoque podría llevar a una reducción en los precios de ciertos productos, resultado de las diferencias en las regulaciones estatales entre ambos. Por ejemplo, debido a las normativas menos estrictas y a la mano de obra más económica de un lugar respecto a otro, los productos podrían ofrecerse a precios más bajos.
Por otro lado, un conservador favorecería la imposición de aranceles a estos productos importados para proteger a los productores nacionales. Desde esta perspectiva, se considera que la competencia de productos más baratos es desleal. El objetivo de estos aranceles sería igualar los costes de producción entre los productos nacionales y los importados, o incluso eliminar del mercado los productos extranjeros.
Tanto liberales como conservadores coincidirían en que una solución al desafío del comercio internacional podría ser la reducción de impuestos o regulaciones en el propio país, en este caso España. Sin embargo, un conservador añadiría que la intervención en el ámbito internacional también es una respuesta viable al problema descrito. Es fina la línea que separa el resultado de uno u otro enfoque; sin embargo, la manera de solucionarlo presenta una diferencia mucho más marcada. Lo importante a destacar es que, muchas veces, el ciudadano no logra ver más allá de un par de derivadas de su problema actual.
Esto implica que una persona con ideales conservadores podría encontrar más acertada una solución de corte liberal, y viceversa. Lo que determina su inclinación hacia una solución u otra suele estar influido por su situación personal.
Carlos Blanco
El químico y filósofo Carlos Blanco afirma que la inteligencia se mide como la capacidad de abstraerse de los problemas para realizar un análisis puro y objetivo sobre un determinado tema. Aunque no coincido completamente con este argumento, ya que sería complicado explicar cómo hay personas con una notable capacidad de anticiparse a ciertos movimientos (por ejemplo, en el deporte) pero que muestran limitaciones en el diálogo, reconozco el valor de su énfasis en la importancia de la abstracción para el análisis de cualquier cuestión debatible.
Es importante ahondar en las similitudes y diferencias entre una doctrina y otra. En algunos casos, ciertos enunciados podrían resultar compatibles, aunque definitivamente no todos. ¿Se considera, pues, compatible? ¿Cómo llamamos a algo que coincide solo en cierto porcentaje? Incompatible no parece ser la palabra correcta, aunque tampoco lo contrario.
En cualquier caso, pareciera que lo importante realmente es analizar cada problema sin sesgos propios o prejuicios de concepto, de forma que, al margen de una etiqueta u otra, se resuelva de la forma más justa posible.
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