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España, país de memes

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Padecemos un exceso de títulos que no tienen ningún prestigio ni valor.

Asistimos en los últimos años a una explosión de pequeños mensajes con fines mayormente humorísticos, pero no pocas veces con fondo ideológico o político, que surcan la red global y que saltan de ordenador a ordenador, de móvil a móvil, hasta saturarnos: los famosos memes. Richard Dawkins definía los memes como unidades culturales aprendidas o asimiladas que no se trasferían genéticamente. Quizá los memes que manejamos en nuestros teléfonos móviles son una involución de lo que el biólogo definió, pero lo cierto es que, en los últimos años, se han convertido en un sistema muy efectivo de transmitir ideas, ya sean verdaderas o falsas. El hecho de que se use el humor como gancho hace que la idea se fije muy bien en la mente del receptor, tanto que, a través de los memes y pequeños mensajes, movimientos como los antivacunas o los terraplanistas incrementan día a día el número de creyentes.

Las ideas de la libertad usan este sistema para transmitirse, pero, teniendo en cuenta que algunos principios y consecuencias del liberalismo y sus familias son poco o nada intuitivos, los memes se han convertido más en una herramienta contra la que tenemos que luchar que en un instrumento útil.

A finales de este verano, desde un grupo que no se puede definir precisamente de izquierdas, me llegó un cartel en el que se podía leer lo siguiente:

“Lo que hace única a España es ver a gente con títulos universitarios y másteres sirviendo cervezas y gente con másters falsos tratando de dirigir el país”.

El mensaje, en una primera lectura, denuncia la corrupción política que se plasmaba en una serie de casos judiciales contra ciertos políticos[1] en los que la legalidad de sus carreras o cursos-másteres estaba en duda y, como consecuencia inmediata, la ética del investigado. El juicio público, el que se experimenta en las redes sociales, es mucho más rápido que el que le toca realizar al poder judicial, así que, pese a que meses después fueron sobreseídos, para la ciudadanía fueron, y quizá sigan siendo, culpables[2].

Sin embargo, acompañando esta denuncia contra la corrupción, hay una serie de ideas subyacentes que no es que no tengan una base liberal, sino que tienen una fuerte base intervencionista, socialista. Que en una sociedad haya muchas personas con carreras y cursos de posgrado ejerciendo de lo que no han estudiado no es una buena noticia porque, entre otras cosas, quiere decir que otras profesiones se han desatendido. Si en España hay muchos camareros con carreras universitarias y cursos similares ejerciendo de tales y sin más futuro que ese, se han malgastado los recursos y el tiempo de los estudiantes y de quien les haya pagado los estudios y se ha hipertrofiado la educación universitaria.

Por otra parte, tengo la percepción de que en España hay una especie de cruzada contra la formación profesional, incluso que hay cierto clasismo que lleva a considerar que profesionales que ejercen como fontaneros, administrativos, electricistas, albañiles, soldadores y, desde luego, camareros, están por debajo de otros como los abogados, ingenieros, médicos o, en general, cualquier carrera universitaria. Nada más lejos de la realidad. Todas ellas son necesarias y están sujetas a la oferta y a la demanda, y los sueldos o ingresos que tengan dependerán de las circunstancias y de la necesidad que hay de ellas por parte del resto de la ciudadanía.

Y si tenemos que buscar culpables, quizá hay que mirar a aquellos que desde la política han manipulado la educación, la básica, la universitaria y sí, la formación profesional. Durante décadas, en España la educación ha sido y es un arma política y electoral, y apartadero del paro; la consecuencia es un exceso de títulos que no tienen ningún prestigio ni valor, y unos trabajadores a los que cada vez les cuesta más conseguir el nivel de profesionalidad adecuado a la demanda. Desde los sucesivos gobiernos se han humillado ciertos trabajos que tradicionalmente se han identificado con las llamadas clases humildes[3].

La segunda parte del meme tiene que ver con la formación de los políticos que nos gobiernan. De entrada, cabe preguntarse si la formación media de estos políticos no deja de ser un reflejo de la formación media de la ciudadanía. Parece razonable que, si la cultura del conjunto es cada año peor, la de ellos también lo sea, aunque habrá excepciones[4]. La “democratización” no ha ayudado. No sé si la mayoría, pero desde luego muchos de los nuevos políticos pasan de la escuela al partido sin tener una vida que les permita labrarse un porvenir por sí solos, pasan de recibir la atención de su familia y tutores a recibir la del partido, a vivir del pesebre público. No saben lo que es la incertidumbre y la posibilidad de fracasar, ni tampoco la de ganar con sus propias manos.

Si ya la realidad es mucho más compleja que cualquier estudio de ámbito universitario sobre un tema concreto, qué no se puede decir de un simple mensaje que pulule por las redes sociales, de un vídeo mejor o peor hecho o de un chiste con trasfondo ideológico. Sin embargo, su éxito radica en la simplicidad, en la emocionalidad de la frase. Obsérvese, por ejemplo, la frase que he elegido; usando la frustración del que se ve engañado, se aboga por las políticas públicas en educación, a la vez que se refuerza el victimismo sobre el que tradicionalmente se construyen más políticas intervencionistas. Sin embargo, he tardado un rato en refutar razonadamente las ideas subyacentes.

Voy a poner un último ejemplo: el del pensamiento positivo o pensamiento mágico, que tan de moda está. Quién no se ha sentido algo mejor cuando en una situación difícil algún amigo ha dicho: “Ánimo, tú puedes”. De la misma manera, ante una situación complicada, es razonable que muchas personas lean que “todo es posible” y se vean impulsados a creérselo. Es más fácil de aceptar que el fracaso de lo que se ha hecho hasta ese momento y la necesidad de cambiar la estrategia. Luego ya vendrá el gurú, el político o el líder de la secta y buscará la manera de manejar esa frustración para su propio beneficio. La política del “todo es posible” ha encontrado en los memes una herramienta tan simple como poderosa, apoyada en la credulidad y falta de reflexión de los ciudadanos. Es una cuestión de tener a la gente dando los mensajes adecuados, en el momento adecuado y al público adecuado. España es un país de memes… y no solo España.


[1] En ese momento, los problemas estaban ligados a políticos de la derecha, en concreto a Cristina Cifuentes y Pablo Casado, ambos del PP, pero el currículum de muchos políticos de todos los partidos ha sido alterado, exagerado e incluso inventado con impunidad desde hace décadas. Los últimos casos han afectado a ministros del Gobierno actual y al propio presidente, Pedro Sánchez.

[2] Este fenómeno no es nuevo; un caso más trágico ocurrió con Dolores Waninkhoff, juzgada y condenada mediáticamente y, más tarde, judicialmente y que luego resultó ser inocente. El caso no sirvió para que los medios recapacitaran y el amarillismo y la visión voluntariamente sesgada sigue campando por nuestros medios de comunicación.

[3] No es que considere que haya clases humildes y clases arrogantes, sino que quiero llamar la atención sobre la contradicción que se produce en las políticas socialistas, que terminan perjudicando a los que dicen proteger.

[4] Tampoco podemos olvidar aquí ese prejuicio de que toda época pasada fue mejor. El pasado, al ser un recuerdo, es estable en el sentido de que tanto lo malo como lo bueno que recordamos no nos va a volver a afectar y que los recuerdos son susceptibles de alteración por quienes los rememoran. Es algo que tanto la psicología como la neurología han estudiado y comprobado.

 

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