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¿Está en crisis nuestra democracia?

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En fechas donde hacemos memoria de nuestra Constitución siempre reflexiono sobre este marco y sobre ello escribo. En noviembre de 2017 escribí esto que comparto. Nuestra misión, al menos la mía y seguro la de mucha gente sensata, no es sólo acatar la democracia, es apreciarla, cuidarla y mejorarla. Yo he votado la Constitución del 78 con 18 años. La valoro; es inmensa, generosa, firme y, claro, mejorable. No puedo calificar de dudosa nuestra democracia. Algunos sí lo hacen.

Tampoco puedo identificar a la democracia con nuestros gobernantes. ¡No!, es tan mía y suya, que lee esto, como de los que gobiernan, legislan o enjuician, es del sector público y del privado. Es el soporte para la confianza mutua. Es el campo de encuentro cívico, es lo que nos hemos dado como marco, el marco de la Ley de leyes. Necesito y necesitamos este campo, para pisar suelo firme, para poder tener cierto grado de seguridad jurídica para apoyar y defender la Libertad. Y esto lo necesita tanto yo, como usted, nosotros, vosotros y ellos, todos y cada uno. Es un principio básico, la igualdad de todos bajo la ley para la defensa de la Libertad, es un sostén fundamental. La Justicia cuida de la Libertad como la Economía cuida de la Política. Lo sabemos, sin ingenuidad, pero no por definición, sino por su praxis y, bueno, las praxis siempre están condicionada o depende de quienes la practican. 

¿Democracia dudosa? ¡No, en absoluto! mejorable sí, pero indiscutible para marcar las rayas del ‘fuera de juego’ al que incumple la ley, sea quien sea, gobernante o no. Las rayas bien definidas por la Constitución Española y el Estatut de Catalunya se han traspasado nítidamente. Lo sabe Europa y el mundo, aunque sutilmente lo oculte el independentismo bajo la falsa apariencia pacífica.

Aquel Govern, 72 o 70 diputados no avalan la legitimidad de las leyes de transitoriedad, “las de desconexión“, ni la DUI. La verdad de una injusticia la han envuelto y tapado, violenta y sutilmente, en una mentira; «con 72 diputados decidieron unilateralmente era suficiente», no 90. Para seguidamente pretender legitimarlo en el Parlament el 6 y 7 de septiembre y con un muy discutible e irreputado referendum ilegal el 1-O, con signos de pucherazo y múltiples irregularidades, los porcentajes de votos a favor, en contra, en blanco y nulos o defectuosos sumaban más del 100%.

Así, con todo, el Govern y los 72 o los 70 pretendieron dar «carta de ciudadanía» a la imposición independentista. Pretendieron darle halo democrático a un totalitarismo. Esto que han hecho los independentistas es una gran mentira, una tremenda impostura totalitaria. Nada legal, nada democrática y nada que ver con la Libertad. Así, el art. 155 de la Constitución de España, no aplicado hasta aquella fecha, se ha mostrado como una gran herramienta, una obra maestra, es el artículo garante de la restauración de la seguridad jurídica para todos y cada uno, lo alaban los agentes económicos y lo avala la distensión de las variables económicas, micro y macro, ¡hasta Freixenet y toda las gentes de San Sadurní y tantos más!, artículo garante del orden legítimo, garante ante los reales abusos de «responsables»  de administraciones públicas, ante los “rebeldes”, sediciosos, malversadores y mentirosos. Artículo el 155 del que se vale el estado social democrático de derecho para restaurar las heridas y encauzar los caminos para la concordia rota.

Pero mirando la historia democrática, sí es verdad que efectivamente, a la luz del hoy convulso, demasiadas concesiones se les ha otorgado en negociaciones a los “nacionalistas” en nuestra democracia. Pero las diacronías en los juicios suelen ser difícilmente objetivas. Las democracias están llenas de vitalidad, estamos vivos, llenos de gente que en su acción humana deciden, eligen, renuncian y acuerdan sujetos a las restricciones exógensa y endógenas que operen, agentes que también aciertan y se equivocan. Esa es su esencia. Los apoyos para gobernar son los que son y están las personas que están, en cada momento.

Efectivamente, la historia y la realidad futura es siempre consecuencia de las decisiones, elecciones, renuncias y acuerdos previos y presentes, pero del futuro, más allá de una legislatura, poco se suele vislumbrar, de eso poco o nada se trata, es sólo perspectiva del gran estadista, de la alta política y del discernimiento ‘profético’. Ello sí creo ha faltado, en mayor o menor grado, en las sucesivas legislaturas. ¿Aprenderemos con todo esto? Yo sí quiero aprenderlo y no olvidarlo, pero a la luz de los acontecimientos vistos en el convulso transcurrir político durante todo este periodo y ya en 2022, con el papel ejercen los reales apoyos que sostienen el gobierno del PSOE y de Podemos, poco aprendizaje y mucho olvido ha habido y, sin duda, el exceso de intervencionismo público regulador y la sobredimensión del Estado ha generado la falta de confianza mutua, la merma de la actividad económica y una patente pérdida de libertad al resentirse la confianza.

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