Uno de los grandes avances que hemos tenido como especie es aprender a expandir nuestro círculo moral para respetar toda vida humana.
Hace un año la Comunidad de Madrid decidió sacrificar al perro de la auxiliar de enfermería contagiada de ébola. Con motivo del aniversario varias organizaciones animalistas han convocado manifestaciones en diversas ciudades de España para reiterar su oposición a estas decisiones que, según ellos, atentan contra los derechos de los animales.
Hace un año ya manifesté mi oposición (por distintos motivos) a la decisión de sacrificar un animal doméstico, propiedad de una persona, sin que existiera una necesidad real de hacerlo (como demuestra que no ha sido respaldada en otros países occidentales).
También hice hincapié en que la oposición a los animalistas no debería ser una excusa para dejar de ser crítico con los atropellos sobre la propiedad privada de los ciudadanos por parte del Estado.
En este caso voy a llamar la atención sobre varios comentarios jocosos que se están realizando contra los animalistas por su defensa de los derechos de los perros, y el apoyo popular que estos movimientos tienen cuando se trata de estos animales.
Podemos sentirnos muy superiores al llamar idiotas a personas que confunden su afecto por los perros con una reivindicación sobre unos derechos que no pueden tener. Pero no deja de ser cierto que estas personas simplemente están siguiendo su naturaleza humana, y por tanto, situando moralmente en igualdad de condiciones a unos animales bastante inteligentes, con los que conviven diariamente en sus domicilios (creando un vínculo afectivo), con el resto de seres humanos, con los cuales no tiene ningún vínculo afectivo.
De hecho la mayor parte de las personas que tienen un perro como mascota la están poniendo por encima de muchos miembros de su propia especie, al alimentarle, bañarle o facilitarle cualquier medio del que no disponen millones de nuestros congéneres.
Modificando ligeramente la cita de Adam Smith, si me dijeran que mañana iban a sacrificar a mi perro no dormiría en toda la noche, pero, siempre que nunca los haya visto, roncaría con la más profunda seguridad sobre la ruina de cien millones de mis hermanos.
Y no es una actitud individualista, el Estado emplea multitud de fondos en la vida animal, sustrayéndolos a sus legítimos dueños, quieran estos o no financiar a los animales por encima de a las personas, simplemente porque le resulta rentable electoralmente.
Así que habría que superar el prejuicio sobre el amor a las mascotas y concentrarse en analizar cuál es la crítica real que debe hacer al movimiento animalista.
Uno de los grandes avances que hemos tenido como especie es aprender a expandir nuestro círculo moral para respetar toda vida humana. No hace mucho toda persona fuera de la tribu no tenía derechos, y podía ser asesinada, siempre que no hubiera nadie que le vengara, sin que su muerte fuera más importante que la de cualquier animal. Han hecho falta miles de años para que existieran civilizaciones que fomentaran, con gran esfuerzo intelectual, una ética que ha permitido a la sociedad alcanzar una calidad de vida como nunca se ha conocido.
Pero lo que habría que tener claro es que la única razón por la que hemos desarrollado esa empatía por el resto de miembros de nuestra especie es porque esperamos su reciprocidad. No de cada uno de los seres humanos que habita en la Tierra, obviamente, pero sí de su mayoría.
No invadimos la casa de nuestros congéneres, ni nos comemos su comida porque esperamos que ellos hagan lo mismo. Les ayudamos en momentos de necesidad porque esperamos que alguien nos ayude si estamos necesitados. No es algo que pensemos racionalmente, sino que se lo debemos a nuestra capacidad innata para el altruismo y su focalización en todo el género humano fomentada por nuestra cultura.
Así que dicho de otro modo, al resto de los humanos les concedemos derechos porque sabemos que tienen obligaciones.
En cambio los animales no tienen obligaciones, así que cualquier intento de dotarles con derechos solo va a atentar contra los derechos de otros seres humanos, que tendrán obligaciones sin contrapartida, lo que les colocará de facto en una posición inferior sobre los mismos. Y esa sí es una situación antinatural que nunca ha podido mantenerse mucho tiempo.
4 Comentarios
Hola Fernando,
Hola Fernando,
En la naturaleza humana está la empatía, la compasión, el asesinato y el canibalismo.
En el raciocinio y la ética está el otorgarnos derechos y defenderlos.
Los animalistas no son idiotas. Plantean argumentos emocionales que adolecen de lógica y justicia, pero impermeables a toda crítica que no sea igualmente emocional.
Los animalistas se sentirán frustrados ante la «insensibilidad» de los no animalistas.
Lo no animalistas, más que superiores, nos sentimos perplejos ante tanta resistencia a la racionalidad y a la justicia.
Afortunadamente hay argumentos emocionales contra el animalismo capaces de hacer que se cuestionen su posición.
Un saludo.
Hay quien dice que los seres
Hay quien dice que los seres humanos no tienen derecho a quitar la vida a otro ser vivo, y que mientras sigamos matando animales para comer seguirá habiendo guerras. Esto viene desde los tiempos de Pitágoras.
Suponiendo que esto sea cierto, me pregunto por qué no decimos que es inmoral que un búho cace un ratón, o que unas hormigas maten y devoren a una avispa, o que una sabia y honorable ballena acabe en segundos con las vidas de miles de pececitos.
No aplicamos jucios morales a las acciones de otros seres vivos. Solo nos juzgamos entre humanos, y casi siempre lo hacemos información insuficiente y errónea, y nos condenamos más por conveniencia que por justicia.
Me gustaría que los que defienden a los animales también defendieran a los humanos, por ejemplo, en que el Estado no les robe dinero mediante impuestos. También querría ver a los liberales siendo más respetuosos con las opiniones de los que exigen que se otorguen «derechos» a los animales. Es imposible razonar con nadie sin dar primero un poco de respeto.
Salvo en legítima y flagrante
Salvo en legítima y flagrante defensa, aceptamos no poder matar a un enajenado mental aunque nos conste la inexistencia de reciprocidad por su parte. Este simple contraejemplo demuestra que no siempre disfrutar de derechos entraña de manera automática correspondientes obligaciones. Esto es así porque las normas consistentes, universales y simétricas sólo pueden aplicarse a seres considerados iguales, pero no implica, como es de cajón, que el resto de seres vivos carezcan de obligaciones y derechos asimétricos.
No es cierto que los animales no tengan obligaciones: para empezar, les imponemos la obligación de servir a nuestros intereses les guste o no. También podemos dotarles, digo yo, de algún derecho cuya contrapartida obvio es que ya pagan sobradamente.
Lo que no tiene sentido es relacionar este tema con la ética de la libertad aduciendo, por ejemplo, que si no consideramos a los animales meros objetos estaremos agrediendo a un ser humano. Primero, los animales no son cosas, eso es un hecho; segundo, algunos seres humanos podemos sentirnos agredidos si se consiente cualquier práctica con cualquier animal. El problema es que se trataría de una cuestión pre-ética, ya que no parece existir un criterio objetivo para dilucidar quién violenta a quién. ¿O alguien cree que sí? Le animo a debatir al respecto.
El autor de este artículo
El autor de este artículo dice:
«al resto de los humanos les concedemos derechos porque sabemos que tienen obligaciones»
¿Que ocurre entonces con los humanos que no tienen obligaciones, como los humano recién nacidos o los humanos dementes? ¿Acaso no les concedemos derechos? Es un hecho que sí lo hacemos.
Como muy bien ha dicho BERDONIO en los comentarios: «no siempre disfrutar de derechos entraña de manera automática correspondientes obligaciones».
El autor de este artículo, FERNANDO, está equivocado en este punto. Ruego al autor que rectifique su postura o bien que la explique más claramente, ya que lo que dice es literalmente erróneo.
Muchas gracias.