Definamos extorsión… Según la RAE: "Usurpar, arrebatar algo a alguien utilizando la amenaza respaldada por la violencia". Más claro, agua. Una vez establecido, sin lugar a dudas, el significado de la palabreja, podemos ponerle un adjetivo que la suavice, que tranquilice nuestra conciencia. Podemos calificarla de democrática, social, solidaria… O, mejor aún, podemos quitar el término extorsión y hablar de política redistributiva, políticas sociales, justicia social, socialismo, Estado del Bienestar. Podemos adornarla, camuflarla u omitirla… Pero estamos hablando de simple y llanamente extorsión.
Una extorsión que la gran mayoría de la población acepta, valora e intenta practicar deliberadamente, votando a unos políticos que les prometen ser su "brazo extorsionador" a cambio de un salario público, coche oficial y otras prebendas… Porque lo que es indudable es que la extorsión tiene ventajas para quien la practica, pues gracias a ella se puede disponer de los bienes, del trabajo y del dinero de los demás para propios y personales fines.
Y si encima , en vez de tener que hacerlo personalmente, podemos recurrir a la mencionada extorsión delegada, pues mejor, mucho mejor…, tanto desde el punto de vista de la propia integridad física, pues no es lo mismo amenazar en plan Soprano al tendero de la esquina para que te entregue un sobre con parte de recaudación del mes a que lo haga por nosotros un inspector de hacienda, como desde el punto de vista moral, pues al apoyarnos en la política, tenemos la "justificación democrática", es decir, nos decimos a nosotros mismos que la extorsión del prójimo, cuando es ejercida en nombre de un 51% del censo electoral, se convierte en un derecho…
Y por supuesto, siempre nos queda la "justificación solidaria" que nos hace aceptar la extorsión, siempre que se ejerza sobre "los ricos" y sea para unos "buenos fines", que, curiosamente, suele coincidir al 100% con los intereses de quienes la defienden.
Así, la sociedad española se ha convertido en una sociedad "extorsionadora", una sociedad que no aspira a vivir de su trabajo y de la riqueza que este pueda crear, sino de la riqueza que nuestros políticos, cumpliendo sus promesas electorales, sean capaces de quitar al prójimo y gastársela en nuestras necesidades, deseos e ilusiones…
Por ello, quizá haya cierta ironía cósmica, "kármica", en la dramática situación actual… Una España que creyó ciegamente en la política y los políticos, en el Estado omnipotente y paternalista, en el atajo de las políticas" redistributivas", que nunca creyó en la libertad, la competencia y la responsabilidad individual, descubre, perpleja y desorientada, que está siendo extorsionada por aquellos en quienes, confiada y alegremente, delegó.
Es lo que pasa cuando se trata con profesionales del tema, ya saben…
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