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Fake news, la tumba del mass media

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La dictadura de lo políticamente correcto no sólo se instala, sino que nace y se reproduce donde menos debiera.

Donde la prensa es libre y todo hombre es capaz de leer, todo está salvado

(Thomas Jefferson)

Existe la bucólica idea de que la prensa es adalid de la democracia. Los periódicos, radios y televisiones deben ser una voz que se alce contra la tiranía y defienda la justicia, aun a riesgo de persecución, por el bien del pueblo. También, por supuesto, el imaginario colectivo busca en el Estado una protección para esa prensa, que garantice la no injerencia en su libertad de publicación y evite toda persecución contra su función fiscalizadora. Preciosos argumentos, demasiado alejados de la realidad actual.

En los últimos años hemos venido asistiendo al advenimiento de la información verdaderamente libre en Internet. Cualquiera puede leer, ver o escuchar a quien quiera -la mayoría de veces de forma gratuita- para contrastar ideas y buscar la verdad. Los medios impresos, locutados y emitidos por televisión siguen aferrándose a un modelo que ya no responde a las necesidades del mercado; necesidades creadas por esos mismos medios con la connivencia y el respaldo del poder. Los datos demuestran que las administraciones públicas gastan -del bolsillo del contribuyente- decenas de millones de euros al año en sostener a la prensa, aunque esta sigue en barrena por el descrédito merecido ante sus actitudes torticeras y manipuladoras. Comentábamos hace unas pocas líneas la función de salvapatrias que los medios se han atribuido desde el principio. Los periodistas de la transición contaban que, en la redacción del naciente diario El País, había una frase en la pared que rezaba: “El Estado eres tú”, en alusión a que el censor estaba en la mente de cada uno de los periodistas, y que tenían que ser ellos mismos los que se desembarazasen de los prejuicios y publicasen con valentía y coraje. Ironías del destino, hoy el mismo periódico se ha convertido en esa sentencia, pero sin el circunloquio en prosa; hoy ese medio, igual que muchos otros, es el Estado. Y por ello, lo defiende. Porque lo necesita para sobrevivir.

En las pasadas elecciones estadounidenses y de Países Bajos, en las cercanas y ante las siguientes occidentales, hemos visto y veremos como el mass media defendía (y defenderá) a sus candidatos. No se sacaban trapos sucios de Trump y se disimulaba sobre Hillary para ofrecer a Estados Unidos y al mundo una visión un tanto sesgada; se mentía sobre el primero y se ocultaba sobre la segunda para beneficiar a la candidata que les mantendría la fiesta. La presupuestaria, que es la que les importa. Del mismo modo, y otro de los motivos por los que ya nadie se cree nada viene de los filtros que la prensa aplica a la hora de publicar. Un tuit puede convertirse en titular en cuestión de segundos, si trata sobre un sinvergüenza que inventa dos mil tumores, o de los padres presuntamente pederastas de una pobre niña enferma. Si son esas las noticias, y antes de descubrir las mentiras, los medios se vuelcan en todo tipo de campañas demagógicas y coberturas especiales sin más confirmación que el teléfono roto. Sin embargo, cuando un hombre árabe atropella y mata a ciudadanos inocentes en plena calle, y cuando sus movimientos en las redes demuestran la sintonía con movimientos yihadistas, será totalmente necesario comprobar hasta la última coma de la información, para no generar islamofobia. La dictadura de lo políticamente correcto no sólo se instala, sino que nace y se reproduce donde menos debiera; en aquellos que se arrogan la potestad de defender la libertad. Por eso ya nadie les cree, y todos nos preguntamos, ¿la libertad de quién es la que defienden?

Es necesaria una prensa libre, una pluralidad de ideas y un acceso sin cortapisas a la información. Por eso los grandes medios están condenados; porque viven del presupuesto, cocinan las noticias para beneficiar al que paga -que no es otro que el recaudador- y no tienen problema en mentir para sostener sus privilegios. El mercado más libre de todos los tiempos, el que ha surgido a la luz de Internet y la ruptura virtual de las fronteras, nos permite acceder a las noticias que necesitemos, sin las cortapisas de una dictadura editorial o un censor en el despacho. Por supuesto que en la red encontraremos mentiras y manipulaciones, conspiraciones sin sentido y críticas injustificadas. Pero aquí nadie se colgará la medalla de héroe ni se llamará a si mismo, defensor de la libertad. Y ustedes podrán escoger a uno o al otro, sin que el que le vende el titular le haga saber –y no pocas veces- que él es el garante de que usted sea libre. No se dejen engañar; es la Verdad, y no quien la ponen en negro sobre blanco, lo que nos hace libres.

Y crean lo que les digo; porque este artículo nunca lo leerían en un medio de fake news. 

2 Comentarios

  1. Las fake son un problema real
    Las fake son un problema real y su alcance inmediato. Fácil arma para perturbadores, por su propia estupidez o interés, o por encargo. La desinformación es un arma de destrucción masiva de la Verdad y de la Confianza. La facilidad con que se repiten noticias en Internet, sean verdaderas o no, sin el más mínimo contraste es enorme.
    Informarse sólo mediante Google introduce un sesgo adicional. Sólo te informará de lo que te gusta y te interesa.
    Los mass media clásicos producen noticias firmadas. Los bulos en Internet son anónimos. No sé cuál de los dos es mejor o peor

    • Google en manos de personas
      Google en manos de personas inteligentes es, como toda herramienta, una bendición. Entre otras cosas permite acceder a contenidos como este.


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