Es probablemente poco conocido que Fernando Pessoa, el célebre autor del Libro del desasosiego, fue durante su vida administrador de empresas y erudito en asuntos gerenciales. El poeta portugués escribió además un relato muy recomendable que defiende la libertad de acción individual: El banquero anarquista (1922). Se trata de un escritor admirado por la izquierda que, no obstante, ha dejado para la posteridad un valiente y sincero elogio de la rebelión contra todas las tiranías.
Pessoa, hermético, de aspecto anodino y gris, bullía en su mente imágenes e inventos. Pasó desapercibido para todo mientras paseó su mínima figura por su Lisboa natal; fue emprendedor sin suerte, pero la publicación de su extensa obra póstuma le hizo un sitio en la narrativa universal. El profesor Manuel Santos Redondo ha analizado en España las ideas económicas de Pessoa y extrae algunas conclusiones muy interesantes. Este comentario es deudor, en cierta medida, de la sugerente aportación de Santos Redondo.
En El banquero anarquista dos amigos se reúnen para cenar. Uno de ellos, banquero y gran comerciante, le explica al otro los fundamentos de su riqueza sobrevenida. Confiesa su origen modesto y los motivos que le impulsaron a abrazar la causa anarquista: el afán de derribar las ficciones sociales. El banquero, en su etapa demagógica, descubre el sectarismo del grupo anarco y prefiere alcanzar por libre su objetivo libertador. "Trabajando separados –afirma– no podemos, en modo alguno, crear nueva tiranía, porque ninguno de nosotros tiene influencia sobre los demás, y así, no puede dominando a nadie, regatearle su libertad ni, ayudándole, menospreciarlo."
De este modo el futuro banquero dirige su actividad anarquista hacia la acción, hacia el esfuerzo aplicado a la práctica de la vida. Dilucida que el dinero es la primera de las ficciones y ese particular combate contra el dinero acelerará su fortuna:
"¿Cómo subyugar al dinero combatiéndolo? ¿Cómo hurtarme a su influencia y tiranía sin evitarlo? Solo de un modo –adquiriéndolo en cantidad suficiente como para no sufrir su influencia; y cuanto mayor fuera la cantidad en que lo adquiriese, mas libre estaría de su influencia.
…No es natural trabajar por algo, sea lo que fuere, sin una compensación natural, es decir egoísta; y no es natural esforzarse por un fin específico sin la compensación de saber ese fin realizable. El fin último es la consecución de libertad: yo, siendo superior a la fuerza del dinero, es decir, liberándome de ella, consigo libertad."
El banquero recuerda sin odio la cicatriz que dejan los reveses; considera que el estraperlo –del que se benefició en gran medida– es otra ficción más, producto de la estulticia, y no guarda ningún asomo de culpabilidad por su pasado contrabandista. El financiero de Pessoa, finalmente, es optimista acerca del convencimiento entre los hombres de las ventajas del capitalismo, ya que esta certidumbre concuerda con la propia naturaleza humana y el instinto religioso. Fernando Pessoa, poliédrico, reflejado en heterónimos (Ricardo Reis y Alberto Caeiro, entre otros), nos propone un ágil mensaje frente al igualitarismo, un testimonio válido para convencidos de la libertad y para aquellos que no lo son tanto.
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