Voy a escribirles una vez más sobre la Universidad Francisco Marroquín de Guatemala y su inagotable actividad académica, a partir de este verano con un especial cariño desde el Instituto Juan de Mariana por la presencia de Gabriel Calzada en su campus verde y rojizo. En esta ocasión quiero resumir el Coloquio de la Libertad 512, celebrado con el auspicio de Liberty Fund y que trató sobre «La libertad, las ciudades y el Estado».
Como ya sabrán muchos de ustedes, esas convocatorias reúnen a una quincena de profesionales o universitarios dirigidos por un moderador (que fue Ramón Parellada, eficaz Tesorero de la UFM), y siempre bajo la supervisión de observadores de Liberty Fund (con una presencia de lujo, el Rector Ibargüen, Premio Juan de Mariana 2011) junto al factótum de este programa, Lucy Martínez-Mont. Después de haber estudiado una intensa selección de textos sobre el tema, los asistentes van comentando en voz alta su opinión y conclusiones durante dos apretadas jornadas de trabajo. Diversidad de nacionalidades, experiencia y edades le otorgan a tales encuentros un especial atractivo: estuvimos allí representantes de Venezuela, Chile, Argentina, Costa Rica, Perú, México, Panamá, y Estados Unidos, aparte de la propia Guatemala. Viajé con otro español, José María Marco, persona sabia y amena que recomiendo como compañero para un largo desplazamiento, como éste de ida y vuelta sobre el Atlántico.
El contenido de las sesiones giró en torno a dos temas relativamente cercanos: por una parte, un completo recorrido histórico sobre las diversas formas de organización política que han girado en torno a la ciudad. Comenzando por las más antiguas en Palestina y Fenicia, antecedentes de la gran expansión de Grecia por el Mediterráneo, para ver con detalle el caso de Atenas y Esparta. Aquí ya no se trataría solamente de agrupaciones humanas para la defensa y la organización social: emerge además toda una compleja estructura económica (las metrópolis coloniales que llegaron hasta Cádiz; y de las que luego Cartago sería un poderoso rival), así como un gran avance cultural: todos saben que en Grecia nacería el primer discurso reflexivo en torno a la ciudad y el estado con esos grandes genios que fueron Platón y Aristóteles.
A continuación estuvimos discutiendo en torno a dos modelos bien distintos de organización política no estrictamente nacional: las ciudades-estado de Italia y la comunidad de puertos comerciantes que formaron la Liga Hanseática. Hemos viajado ya a las postrimerías de la Edad Media y el arranque del mundo moderno, con una Europa en la que comenzaban a formarse los actuales países, bajo una autoridad disputada por el Sacro Romano Germánico Imperio y los Estados Pontificios (compartiendo entonces el poder espiritual con el temporal).
Resulta llamativa la diferente solución que hallaron estos dos modelos para organizarse política y económicamente: una federación comercial (la Hansa) de ciudades que pertenecían a distintas entidades nacionales; o un modelo estrictamente urbano, que iría tomando formas diversas en el caso de Venecia, Milán, Génova o Florencia. Desde una interpretación institucionalista, que era la prevalente en las lecturas ofrecidas, la cuestión estaba en determinar qué modelos permitían una gestión más eficaz del equilibro interno (clanes políticos, mecanismos de disuasión militar) o externo, como la mayor o menor fuerza del poder Imperial que impulsaría respuestas cooperativas en estas ciudades. Debo decir que les estoy escribiendo un apretadísimo resumen de esta discusión, en la que personalmente jugué un cierto papel de escéptico beligerante: me cuesta entender la Historia (en su horizonte total) como un juego de equilibrios de suma cero… Pienso que las conductas humanas, a este nivel más generalista, no pueden explicarse simplemente analizando los costes de oportunidad, de transacción y de tiempo. Hay que prestarle también atención a muchas decisiones tomadas puntualmente, a muchas circunstancias de liderazgo personal, o a todo ese mundo complejo de las creencias y adhesiones religiosas que -por lo menos hasta el final de la Edad Moderna- tuvieron un papel determinante en el desarrollo de los pueblos.
Este recorrido histórico del que vengo hablándoles se cerró en una última jornada sobre «El futuro de las ciudades», reflexionando en torno a varios textos, como el de Edward Glaeser: Triumph of the City. En realidad se trata de una revisión algo superficial de varios modelos de ciudad: Vancouver (consumidor); Boston, Minneapolis y Milán (smart city) o Singapur y Gaborone (gestión eficaz). Pero en la Sesión anterior sí que tratamos el asunto con el que titulaba este Comentario: las Charter Cities (he añadido un adjetivo que le gusta emplear a Gonzalo Melián cuando habla de las Free Market Cities). La UFM conoce bien esta novedosa propuesta de organización social a partir de territorios independientes de cualquier estructura política o nacional, y que se gestionan mediante un riguroso esquema de libre mercado.
El principal referente de este nuevo concepto es Paul Romer, sobre quien estuvimos comentando un artículo en torno a las nuevas tecnologías, el cambio de hábitos de residencia y la necesidad de establecer unas reglas claras en los nuevos asentamientos humanos. Aunque quizás el texto que resultaría más atractivo para todos fue uno de Patri Friedman & Brad Taylor sobre las ciudades marinas o islas urbanas: Seasteading (el paradigma que ustedes conocen sería Hong-Kong). Dado que toda la superficie terrestre de nuestro planeta se encuentra adscrita a alguna nacionalidad: ¿por qué no colonizar los mares? En este caso, los avances tecnológicos permiten aventurar soluciones que hace pocos años sonarían a ciencia-ficción. En fin, reconozco no obstante que esa propuesta de asentamientos nómadas que navegan por el mar resulta un tanto atrevida… Pero la historia humana está llena de resultados sorprendentes.
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