Ya era hora. Gracias a los políticos y su infinita preocupación por el bienestar del pueblo, a su abnegación y su indudable capacidad gestora, los españoles (y los americanos y los europeos y los argentinos hace varias décadas) hemos vivido como ricos. En su conmovedor y loable afán por mejorar nuestra vida, por hacernos felices, por satisfacer nuestras necesidades, deseos y exigencias, la clase política española (y europea y americana…) no ha reparado en minucias para darnos al pueblo todo lo que nos merecemos.
Así, en primer lugar, los bancos centrales, preocupados por nuestro bienestar, nos han dado dinero barato, duros a peseta. Aquí empieza todo. Hemos podido comprarnos casas de 500.000 euros, viajar a Santo Domingo de vacaciones en vez de a Gandía, conducir impresionantes cochazos, BMWs, Audis, pantallas de plasma…
Y no sólo nos han dado duros a peseta a nosotros, sino a los gobiernos, tanto centrales como autonómicos y municipales. ¿Y los servicios sociales que gracias a este dinero regalado se nos ofrecían, se no regalaban? Educación gratuita desde el jardín de infancia a la universidad, sanidad gratuita y universal con los mejores especialistas y los mejores medios.
En cultura los españoles nos merecíamos lo mejor. Desde el más pequeño pueblo, donde gracias a subvenciones autonómicas o estatales se construía un impresionante auditorio donde se impartían clases ,por supuesto subvencionadas, para que todos los niños y adultos tuvieran la oportunidad de tocar el piano , aprender taichí o practicar capoeira, hasta en las grandes ciudades donde los alcaldes, volcados con el bienestar de su pueblo ,nos construían infraestructuras increíbles diseñadas por los más prestigiosos arquitectos , monumentos maravillosos, organizaban Expos, grandes premios de Fórmula 1, e incluso no reparaban en gastos por conseguir la organización de Olimpiadas.
El paro no era un problema. Y si alguien decidía no dar golpe, el Estado rápidamente cubría sus necesidades. Y los trabajos eran estupendos. Por supuesto, millones de funcionarios en el sector público. En el sector privado, también fuertemente subvencionado, y con un dinero regalado, hemos sido asesores financieros, constructores, pilotos, profesores de tenis, publicistas, cineastas… Los trabajos peor considerados, los más duros y peor pagados no eran para nosotros. Con el dinero que nos han regalado los bancos centrales, hemos podido disfrutar de asistentas ecuatorianas, jardineros bolivianos, camareros rumanos, jornaleros magrebíes y albañiles polacos.
Y nos han cosido zapatillas en China, montado televisores en Malasia y fabricado chips en Taiwán. Y hemos comprado petróleo con estos euros para mover nuestros cochazos, para viajar a bajo coste por todo el mundo.
Realmente han sido unos años maravillosos, una auténtica Edad de Oro; hemos vivido los mejores años de nuestras vidas. Realmente hemos disfrutado de un nivel de vida que hace años sólo estaba al alcance de los ricos. Y llevados por nuestra soberbia, por ese dinero fácil que se creaba de la nada, incluso hemos decidido que íbamos a controlar el clima que hará dentro de cien años
Pero, ¡ay!, ahora nos toca pagar la cuenta. Y no les quepa duda de que la pagaremos, con dificultades, en algunos casos con muchas dificultades, pero acabaremos pagando; si no nosotros, nuestros hijos o nuestros nietos. Y siempre podremos contar con el afán protector, desinteresado y solidario de los políticos que buscarán las mejores fórmulas para mejorar, incrementar y defender nuestro bienestar.
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