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Grosso Modo

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La izquierda del siglo XXI, al igual que la del precedente, necesita cultivar la ficción de que existe un totalitarismo imperialista occidental que constituye la principal amenaza mundial a todos los demás pueblos, que buscan la paz. Al igual que sucedió en la mal llamada "guerra fría", la libertad de expresión e información asimétricas fueron parcialmente utilizadas en beneficio de los verdaderamente totalitarios. Solo la mayor fortaleza real que la libertad proporciona permitió a Occidente sobrevivir a aquel episodio.

Es cierto que se producen violaciones de los derechos humanos, espionajes, represiones e injusticias dentro del paraguas que, mal que bien, proporciona el sistema político y social que nos caracteriza. Es una evidencia que no debe ser ocultada y que debemos criticar y perseguir con toda la fuerza que la pasión por la libertad proporciona. Pero para lograr el objetivo de reducir en nuestro ámbito las injusticias que se producen, debemos perseguirlas, denunciarlas y aminorarlas cuanto más mejor, pero existe una frontera que, traspasada, supone lograr el efecto contrario: consolidar los totalitarismos.

El riesgo de lograr esto es tanto mayor cuanta menos capacidad de análisis concreto seamos capaces de llevar a cabo y más síntesis grosso modo se realicen. De igual manera que nunca se resolvió o aclaró algo bajo la pobre fórmula "todos son iguales", tampoco se llega al fondo de problema alguno incluyendo en el mismo casillero ideológico a las democracias occidentales y a los socialismos antillanos además de a la plutocracia rusa.

Es necesario extirpar y depurar los casos de injusticias, atentados a la libertad individual o a la misma libertad para pensar y moverse que gobernantes occidentales tengan llevados por el malsano impulso del control por todos los medios, sin duda. Pero es difícil igualar tal impulso cuando lo protagoniza un político que opera dentro de los esquemas de un régimen democrático al modo liberal de Occidente a cuando lo lleva a cabo un tirano dentro de un sistema de tiranía.

Lo pernicioso de este batiburrillo en que se convierte el "todos son iguales" no está solo en la injusticia que se comete al igualar las causas de las transgresiones a la libertad de uno y otro campo político, sino también en el hecho de que, cuando eso se hace, se extiende un color uniforme sobre el peligro que los gobiernos en general suponen para las libertades perjudicando en mayor medida al campo político que más protege las libertades, que más libertad de expresión y denuncia admite y que, por tanto, más ejemplos visibles de violaciones a los derechos de las personas ofrece.

En un clima de sospecha generalizada encontraremos ejemplos que la corroboran solo allí donde es posible encontrarlos, ya publicados, desde un cómodo sofá con el portátil en las rodillas: en Occidente. Pero, ¿es eso intelectualmente honesto? ¿Es justo moralmente? No lo parece. Es un caso flagrante de deformación del objetivo que no podemos permitirnos salvo que lo demos también por bueno en el ámbito de la ciencia o, por ejemplo, en la medicina. ¿Es óptimo curar de igual manera una rotura ósea y una gangrena solo porque no tengamos más que una sierra?

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