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¿Hay que hacer sacrificios para salir de la crisis?

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Desde el 7 de mayo de 2010, donde ZP y los suyos aprendieron que el Estado, como cualquier otro organismo, no puede pedir prestado más dinero del que puede devolver, se nos está bombardeando con una idea bastante peculiar: tenemos que hacer sacrificios.

¿Y en qué consisten esos sacrificios? De momento se ha bajado ligeramente el sueldo a los funcionarios, se han congelado las pensiones, se nos ha subido el IVA, el IRPF y los impuestos sobre rendimientos del capital, y por último se han suprimido ciertas subvenciones concretas (cheque bebe y paga a parados de larga duración). Pero es un simple anticipo, ya que, dada la cuantía de la deuda, todo parece indicar que en los próximos meses el dinero que el Estado recaudará tendrá que ser mayor (subiendo aún más los impuestos) y los servicios y subvenciones se reducirán.

¿Pero se pueden considerar sacrificios todas estas medidas? Evidentemente no. Uno puede comer un día en un restaurante de lujo, pero si al pagar la factura se da cuenta de que está fuera de su alcance, renunciar a volver a comer allí no se puede considerar un sacrificio, sino simple sentido común. Como tampoco se puede considerar un sacrificio tener que poner la parte del alquiler de tu compañero de piso para evitar que os desahucien a los dos; a eso se le llama comerse un marrón.

Por lo tanto para salir de la crisis no hay que hacer sacrificios. Hay que renunciar a todo aquello que no podamos permitirnos y hay que apechugar con la desgracia de compartir país con unos irresponsables que nos han colocado entre la espada y la pared. Pero claro, una cosa es apechugar y otra muy distinta ser el primo que siempre termina pagando las copas. El Estado recauda alrededor de 300 mil millones de euros al año, de los cuales 20 mil millones se destinan a pagar los gastos esenciales (ejército, policía, justicia y exterior) y otros 30 mil millones van a parar a nuestros acreedores. Por lo tanto quedan 250 mil millones que nos gastamos en distintas cosas que, por mucho que le cueste asumir a buena parte de la población, en buena medida no nos podemos permitir.

Siguiendo con el ejemplo del compañero de piso caradura, se puede pagar su parte de alquiler un mes, pero a cambio de que renuncie a la tele por cable que solo ve él, al aire acondicionado que tiene en la habitación y cuando deje de irse de cañas con el dinero para la comida.

Aquí aplica el famoso refrán de que mejor una vez colorado que cien amarillo. A los socialistas de todos los partidos no les va a gustar escuchar que se ha acabado la fiesta, pero en nuestra mano está dejarles claro que el que paga decide aunque haya que aguantar su pataleta en forma de movimientos del 15M, huelgas y demás desmanes.

No hay que hacer sacrificios, hay que enfrentarse a la realidad, por muy desagradable que sea.

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