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Hayek y Keynes debaten en 2011

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En el año 1930, John Maynard Keynes publicó la que había concebido como su obra más importante. Pero fue sólo la más ambiciosa, su Tratado sobre el dinero. Friedrich A. Hayek publicó entonces, en Economica, un artículo en dos partes criticándolo. Entre medias Keynes publicó una réplica a la primera parte de la crítica de Hayek y éste le respondió a su vez. Los dos autores se cruzaron, asimismo, una serie de cartas. Luego Keynes abandonó el debate apenas comenzado, y lanzó a Piero Sraffa a que continuara con el asunto. Éste lo hizo en una de las piezas intelectualmente más detestables que haya leído. Aunque no defendiendo la teoría de Keynes, sino atacando una obra contemporánea del austríaco, Precios y producción. Hayek tuvo la elegancia de responderle, pero Sraffa no quiso quedarse sin una última palabra.

En esto queda, estrictamente, el debate entre Hayek y Keynes. Sería mucho considerarlo como tal. Fue más un choque entre dos concepciones muy distintas de la naturaleza del dinero, del crédito y, sobre todo, de la producción. También sobre la metodología de la economía, que en Keynes era ya macroeconómica, mientras que en Hayek estaba dominada por los precios relativos y su influencia en los comportamientos de los agentes. Fue un debate que no llegó a producirse por una incomprensión mutua y por abandono de Keynes a mitad del mismo.

Fue un encuentro de dos concepciones del proceso económico y, en consecuencia, de la política económica. El triunfo de Keynes y, sobre todo, de los Keynesianos, fue enorme. Un claro ejemplo es que no creo que haya muchos economistas que leyeran La teoría pura del capital, de Hayek, del año 1941. Nada que ver con el éxito arrollador de Precios y producción en sus primeras horas, a decir de Joseph Schumpeter. Lo que quedó de debate, en realidad, se trasladó al plano de la política económica, como las dos cartas enviadas al Times de Londres en octubre de 1932 firmadas respectivamente por ambos economistas, ambos escoltados por otros nombres relevantes.

Pero más tarde tampoco se puede hablar de debate. Los keynesianos, la «avalancha keynesiana» de la que habla McCormick, no tenían rival. Hayek abandonó la teoría económica y se dedicó a otras cosas y Mises tardó en crear de nuevo escuela en Nueva York. El paso de Hayek por la LSE no había dejado escuela. Coase cuenta que a su llegada a los Estados Unidos enseñaba con el Precios y producción en la mano, pero era una excepción. Ludwig Lachmann dijo de sí mismo que se convirtió en el último hayekiano de varios nombres notables.

Mas de algún modo, la escuela austríaca acabó por recuperarse y, aunque no ha alcanzado el grado de integración en la corriente principal de comienzos de siglo, ha tenido un último desarrollo brillante. La crisis de los 70 fue la crisis del keynesianismo, y coincidió con la concesión del Nobel a Hayek. De esta crisis se dice que es la del modelo del mercado desregulado y, por tanto, la del (neo)liberalismo, que estaría representado, entre otros, por Hayek. Así, se ha producido una vuelta a Keynes. Es evidente en las políticas adoptadas por los gobiernos un recurso ingenuo al viejo keynesianismo. Ni han reformulado el capitalismo ni le han salvado de la crisis, eso es evidente. En este contexto, la oposición entre los dos economistas, ya muertos, vuelve a ser protagonista.

Thomson Reuters ha albergado un debate entre hayekianos y keynesianos. En este último campo participaron James Galbraith, hijo de John Kenneth, Sylvia Nasar, autora de una historia de varios economistas del siglo pasado, John Cassidy, periodista del New Yorker, y el analista financiero Steven Rattner, que asesora a la Administración Obama. Del otro lado participaron Stephen Moore, del Wall Street Journal, Edmund Fhelps, Lawrence White y Diana Furchtgott-Roth, del Manhattan Institute.

Hay que decir, en honor a la verdad, que lo que cuentan las crónicas de lo que ha sido el debate describe una foto en mate, poco armoniosa. Galbraith juega con la audiencia con argumentos de autoridad, Nasar vende su libro, Moore ve en el fracaso de la política de Obama el de Keynes y Cassidy el de Hayek en la situación en el Reino Unido… Lawrence White le dio una buena respuesta a Steven Rattner, que defendió su política de rescate de General Motors (por lo que es llamado «zar del automóvil»): «Steve Rattner», dijo White, «menciona el hecho de que nadie quisiera invertir en GM y lo llama fallo del mercado. Yo lo llamo veredicto del mercado».

Los asistentes, dos centenares de personas, podían votar a lo largo del debate cuál era para ellos el lado que más les convencía. Keynes (estamos hablando de Nueva York), partía de una clara ventaja con un 47 por ciento de los votos por un 33 de Hayek y un 20 por ciento de indecisos. El de Cambridge y sus seguidores acabaron con un 52 por ciento de apoyo por un 42 de los hayekianos y todavía un 6 por ciento de indecisos.

Este último debate se ha celebrado con motivo de la publicación de un libro, titulado, si alguien lo tradujera al español: Keynes, Hayek: El choque que definió la economía moderna. El título es pretencioso y rimbombante, sí, pero no se le puede negar que es oportuno.

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