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Individualismo, payeses y Josep Plá

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"La revolución económica absolutamente benigna es la que se produce cada día sobre las mesas de los notarios", comentaba el escritor Josep Plá acerca de los tratos entre aparceros y rentistas, a los que conocía muy bien; uno de los grandes de la literatura que descifró el alma de los payeses, los labradores en su variada condición, los praxeólogos quizá primordiales.

Alabados por el Romanticismo, vituperados por Balzac, Maupassant y Chejov; sin embargo, en El payés y su mundo (1953) de Plá se encuentra un ecuánime retrato de los labriegos, en este caso los de su amada patria ampurdanesa: "Los payeses tienen muchos defectos, pero las mejores cualidades del país también se relacionan con ellos; tienen los pies en el suelo, y un sentido de la lentitud, de la calma, del trabajo, de la tenacidad, de la continuación quizás más acusado que en cualquier otro estamento. Nunca son banales, no les devora el ansia ni la tristeza de la ambición… ¡Dios quiera que se respete el recalcitrante individualismo de los payeses!"

Josep Plá (1897-1981) fue un prosista excepcional en ambos idiomas, catalán y castellano, durante el pasado siglo. Los 46 volúmenes de su obra completa atestiguan una labor ingente, hercúlea. Entre su narrativa destaca El cuaderno gris (1919), un modelo de introspección y agudeza ante la vida como no se había publicado hasta la fecha. Plá ejerció el periodismo durante 30 años como corresponsal: narró los balbuceos de la Rusia soviética, conoció de primera mano el advenimiento del fascismo en Italia y fue testigo directo de la hiperinflación alemana tras la primera postguerra. En una entrevista por televisión, Plá detallaba que para comprar un dólar USA eran necesarios ¡cuatro billones de marcos alemanes! La desolación germana llegó a ser atroz; de ahí su interpretación de la inflación como síntoma de envilecimiento moral.

En España, desde sus crónicas para La Veu de Catalunya, el maestro de Llofriu vaticinó el colapso de la Segunda República. Los milicianos de la CNT-FAI, durante el auge del desastre, pretendieron acabar con él, pero pudo darse a la fuga. Después, en un tiempo de silencio y recuperación, regresó a sus célebres reportajes (Israel, Nueva York, Oriente Medio) y colaboró en el semanario Destino, una empresa cultural de origen falangista que devino con el tiempo en europeísta y liberal, un oasis en el páramo, adquirida y cerrada finalmente por los nacionalistas de ocasión. A Plá le negaron casi siempre el pan y la sal: los conservadores del franquismo nunca se fiaron de él; los independentistas del terruño poco menos le consideraron un traidor. Pero tratándose de de un personaje impar, ajeno a la envidia propia y ajena, no parece que el menosprecio de unos y otros hiciera demasiada huella en su inagotable labor.

Josep Plá, que era el hereu –primogénito– de la finca paterna, no reveló en el payés un ser virgiliano puro, todo bondad, carente de defectos. Al contrario, le disgustaban sobremanera el señorío de la sabihondez, la desconfianza y la impericia comercial entre sus paisanos. No obstante, en El pagès i el seu món el fértilgerundensedilucidaacerca de la acción humana: "El individualismo no es el monopolio de un estamento determinado; solo que entre los payeses es más visible y pintoresco. El individualismo no es ningún defecto; quizá sea la única riqueza que poseemos. Lo interesante sería avivarlo en un marco que permitiese sacarle el máximo rendimiento."

El clima y los clientes son las poderosas razones del pragmatismo campesino: "Los payeses se mueven dentro de dos ambientes inasibles: una determinada situación meteorológica y una determinada situación del mercado. Estos son los dos polos de la vida de un payés. No pueden dominar ninguna de las dos situaciones. La meteorología casi nunca discurre de acuerdo con nuestros intereses; por lo general es hostil, y si por casualidad es favorable, se trata entonces de una simple propina, de una probable equivocación de las fuerzas naturales. Y el mercado es inaferrable, innominable, sujeto a un mecanismo vastísimo y endemoniadamente complejo."

Para el autor el mercado posee factores civilizatorios inaprensibles: "Los payeses tienen a su favor la ley más profunda de la relación humana: la ley de la oferta y la demanda. Esta ley es general y permanente. Está por encima de nuestros sentimientos, de nuestros deseos, de nuestras pomposas declamaciones moralizantes. Esta ley habrían podido forzarla, acusarla, hacerla más incisiva. No creo que lo hicieran. La ley actuó sin que los payeses intervinieran. En el funcionamiento de su mecanismo fueron elementos pasivos."

Plá se refería en su ensayo a los payeses de la década de los cincuenta, los cuales habían levantado el vuelo y espantado su propia miseria por causa de las necesidades alimentarias de España entera. Se trataba de un fulgor campesino rápidamente oscurecido por la tercerización que se veía inminente. No obstante, el arquetipo planiano subsiste; puede verse reflejado, por qué no, en los emprendedores rurales de hoy. Cuando se tiene ocasión de conversar, por ejemplo, con agricultores de Castilla y otros sitios, aparecen socarronerías, bloqueos mentales, incomprensión hacia el otro. Más unos minutos después, esos mismos emprendedores sorprenderán con la próxima licencia de cultivo que acaban de adquirir en la Universidad de California, el último curso de dirección de equipos al que asistieron, la plantilla de trabajadores que necesitarán en toda regla, la expansión de su futura producción en la costa oeste de Marruecos, el plan de ventas que llevan en agenda y mente. Aquellos que quisieron permanecer junto a la tierra, siempre lo tuvieron claro. El ciclo que vislumbró don Josep continúa.

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