Para muchos, al llegar el verano llega el infierno. No sólo hace calor sino que también se suda al cumplimentar la declaración de la Renta. Tras hacer un minucioso acopio de papeles y rellenar las casillas pertinentes, el resultado sale a pagar. Entonces, no hay círculo de Dante en el que halle más calor que en su interior.
Observa que en su cuenta corriente tenía algo de dinero para comprar un aparato de aire acondicionado pero que quizás ya quede tan lejos como cerca en último día de plazo para pagar el impuesto.
A pesar de que cada mes, más de doscientos euros salían de su nómina con destino a las arcas del Estado y de que no ha hecho otra cosa que pagar tributos como el IVA, el impuesto de circulación o el de los Hidrocarburos, todavía el Gobierno le reclama más y más.
Su voracidad carece de límites. Es el taxman que glosaba la famosa canción de los Beatles. "Hay uno para ti, 19 para mí porque soy el recaudador. Si conduces, gravaré la calle. Si andas, gravaré tus pies".
Para colmo, al leer el genial libro de Carlos Rodríguez Braun "Tonterías Económicas" se encuentra con que un reputado escritor, del cual pensaba comprar alguna novela, Juan José Millás, ha lanzado vivas a la declaración de la renta.
Ya no le queda duda de que hay verdaderos canallas que se ríen de quienes trabajan la mitad del año para el Estado. Esa gente es la misma que recomienda creer a los políticos cuando justifican la necesidad de los impuestos para satisfacer las necesidades colectivas cuando, en realidad, como advierte Jorge Valín, el dinero lo van a entregar a los suyos o "se van a quedar una generosa parte".
Llegado el día del juicio, cuando tenga que darle a Belcebú, un trocito de su alma en forma de modelo D/100, al menos, piense que le están tomando el pelo y que todo cuanto trabaje, antes o después le será esquilmado.
Incluso, cuando quiera descansar en paz, el Estado se lanzará sobre su cadáver. Pedirá que unos pocos meses después su fallecimiento, sus herederos liquiden el impuesto sobre sucesiones… con lágrimas en los ojos.
Ha pasado un año más. Como usted lo ha soportado, Taxman le espera sonriente el año que viene. Bienvenido al averno fiscal.
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