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Ingeniería económica ecuatoriana al servicio de la teocracia liberticida iraní

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Al amparo de la verborrea incendiaria que caracteriza al Chavismo, lo que le hace acumular protagonismo mediático, actualmente Rafael Correa es quién más está trabajando para que el socialismo del siglo XXI, ante la incapacidad de aumentar su número de países miembros, mantenga una lucecilla de esperanza.

En efecto, el Presidente ecuatoriano, que en el interior de su país lleva desde hace años una cruzada contra la prensa libre, a nivel de relaciones internacionales ha mostrado sobradamente sus credenciales. A su discurso anti-norteamericano, unió el apoyo al Castrismo no asistiendo a la Cumbre de las Américas. Recientemente, ha incrementado sus lazos con la Bielorrusia de Lukashenko.

Sin embargo, no se ha detenido ahí el líder del Movimiento Alianza País y ha apostado por Irán como socio comercial y estratégico de Ecuador. No se trata de una asociación baladí sino de una forma de desafiar a la comunidad internacional. Como suele suceder en estos casos, el cronograma ha cumplido escrupulosamente sus diferentes fases.

Primero, Ricardo Patiño (Ministro de Exteriores de Ecuador) defendió la tesis de que Irán, como nación soberana, tiene derecho a desarrollar su programa nuclear. En ningún momento ha cuestionado el oscurantismo del mismo ni que supone una amenaza real tanto para Israel como para la estabilidad en la región.

En segundo lugar, intercambio de giras de figuras vinculadas a los dos gobiernos. En mayo, el número 2 de Ahmadinyead, Ali Saeidlo, visitó Ecuador. A nivel diplomático, se saldó con un resultado más simbólico que tangible como fue que Correa garantizó su presencia en la Cumbre de los Países No Alineados, a celebrar en Teherán el próximo mes de agosto. Tras ello, el aludido Ricardo Patiño acudió a Irán, dentro de una gira internacional, que le llevó por países tan diferentes entre sí como Suiza o Sudáfrica.

En tercer lugar, el lenguaje. Este aspecto es fundamental puesto que sirve para aunar a dos regímenes tan, en teoría, antagónicos, como el ecuatoriano y el iraní. Ahí es donde expresiones como «fin del mundo unipolar y unilateral» hacen de nexo y garantizan dosis de victimismo con las que mirar para otro lado cuando los problemas domésticos aparecen.

Finalmente, llega el acuerdo bilateral. Para ello, se burlan las normas internacionales a través del clásico disfraz populista. Consciente Correa que el Banco Central de Ecuador puede recibir sanciones si comercia Irán, lo hará entonces a través de la intermediación de bancos que si están autorizados para hacerlo con el país asiático. Nuevamente, se utiliza como subterfugio que Alemania, China o, incluso, Estados Unidos, operan de esta manera, con lo cual se distorsiona la realidad. Sin embargo, lo que deliberadamente se oculta es el rédito que tanto Ecuador como Irán pretenden sacar de esta operación, el cual va más allá de las cifras cuantificables.

Sin embargo, también pueden producirse consecuencias negativas, en forma de sanciones, que en este caso afectarán más a Ecuador que a su socio. En efecto, el país latinoamericano no tiene ningún producto estrella al que fiar su economía. Además, sus actuales aliados en América Latina no atraviesan por la mejor de las coyunturas económicas, especialmente Venezuela sumida también en un proceso electoral que determinará no sólo su futuro, sino el de la región. Quizás, por esta última razón, está multiplicando Rafael Correa su protagonismo a costa, eso sí, de que la imagen de su país y por extensión de su gobierno, le haga perder enteros ante la comunidad internacional.

En definitiva, una operación de alto riesgo la que asume Correa cuyas repercusiones se dejarán sentir en el corto y medio plazo. ¿Acaso unas importaciones que en 2011 fueron de 1,2 millones de dólares justifican apoyar a un régimen como el de los Ayatolás que vulnera sistemáticamente los derechos humanos que el Presidente ecuatoriano tanto dice defender? Puede que sea precisa mente «eso», la peculiar forma que tiene Irán de entender la libertad, lo que le gusta al dirigente latinoamericano.

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