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Ingenuidad francesa, pérdidas totales

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Según un reciente informe del senado francés, el 75% de los jóvenes de Francia quieren ser funcionarios. Si la estadística es cierta, Francia tiene un problema grave. Evidentemente nadie se quiere hacer funcionario para servir a la gente, eso sólo lo hace la empresa privada. No destaca entre el personal del gobierno cualidades como la buena atención al cliente, eficiencia, empatía hacia el consumidor, la búsqueda de beneficios, ni la alta producción.

Este 75% de jóvenes tal vez creen, ingenuamente, que empleo es igual a riqueza y producción, pero el trabajo por el hecho de no hacer nada, y a esto aspira el funcionario, no da valor alguno a la comunidad. Keynes, por ejemplo, era partidario de este tipo de "producción". Afirmaba que en momentos de crisis "el estado debía estimular el trabajo aunque fuese cavando zanjas para luego volverlas a tapar".

Si gran parte de un país usa su tiempo y capacidad creativa y productora a no hacer nada, la producción útil que los consumidores y accionistas ansían para mejorar su nivel de vida –y aquí estamos todos en algún momento– se verá insatisfecha con sus lógicas consecuencias; tampoco habrá capital extranjero que venga al socorro (nadie crea empresas en países poco productivos y caros); el mercado interior será cada vez más deficiente y la esterilidad económica ahuyentará o desanimará a la persona trabajadora, productiva y ambiciosa que son el motor de la sociedad. Ahora podemos entender mucho mejor el offshoring y outsourcing (deslocalización y subcontratación) que se producen en nuestro mundo globalizado, y también podemos comprender cómo no sólo son fenómenos de costes, sino también de mejora en la productividad.

También, una parte importante de los jóvenes franceses pretenden sustituir la fuente de innovación y prosperidad que otorga el libre mercado por la decadente gestión de la burocracia gubernamental. Así funcionaban los países de la antigua Unión Soviética. La muerte del socialismo político, el comunismo, demostró, incluso a los más radicales partidarios que del totalitarismo soviético, que la gestión estatal de la economía sólo sirve para crear penurias a la gente y riqueza a los altos dirigentes políticos.

Esto no significa que ese 75% esté a favor del socialismo ni sepan siquiera las consecuencias que éste conlleva, es evidente que no. Pero para un occidental actual vivir bien significa no trabajar, algo que es una contradicción ya que si no trabajamos no obtenemos nada y por lo tanto empobreceremos. Si no producimos lo que otros ansían y trabajamos sin producir nada (al modo de Keynes), todo el sistema de alta división del trabajo, diversidad económica, prosperidad y creación y acumulación de riqueza desaparecerán. En este caso el estado no podrá suministrarnos los mínimos y menos aún proporcionarnos lujos; porque el estado vive de la gente a la que domina, y si ésta no tiene nada, el estado guardará lo que expolia a la gente para distribuirlo entre los altos burócratas y políticos.

La dificultad a la que se enfrentan los franceses no es la de un mercado laboral rígido, la negación a un contrato que pueda despedir a los jóvenes de forma libre (el CPE), el alto nivel de desempleo, ni las cuentas rojas del estado… sino la propia mentalidad francesa que es el paradigma de Europa. Si la gran mayoría de los franceses no quieren trabajar, aunque no consigan hacerse funcionarios, los resultados van a ser igual de destructivos: continuo retroceso económico. Ninguna ley les va a servir para estimular la producción. Tardará tiempo, pero Francia está a las puertas de su hundimiento.

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