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Inmigración (XXIII): Australia, nación de inmigrantes a su pesar

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No debiera ver Australia entorpecido su progreso con las corrientes nativistas de buena parte de su población.

“Las divisiones sociales son cada vez más evidentes y geográficamente concentradas. Zonas de habla no inglesa están siendo cubiertas por una identificación étnica. Estas tendencias se intensificarán si la población crece y la competencia por los servicios se recrudecerá”. Robert Birrell.

“Mi instinto es extender a tantas personas como sea posible la libertad y los beneficios de la vida en Australia”. Tony Abbott.

“Ambientalmente Australia está al borde de su capacidad, la inmigración es insostenible económica y socialmente; de continuar como está dará lugar a una Australia dividida”. Pauline Hanson.

“La principal fuente de estrés de nuestros entornos urbanos y naturales es una mala gestión y no el crecimiento de población”. Lindsay Tanner.

 

Política de White Australia

Australia, a diferencia de Canadá, ha tenido una historia algo complicada con respecto a la inmigración. Una vez que las distintas colonias australianas con su propio gobierno independiente se convirtieron en una sola nación (Federación de colonias), casi la primera medida tomada por el gobierno federal fue aprobar la Ley de Restricción a la Inmigración de 1901, conocida también con el nombre de política de White Australia ya que su objetivo primordial fue impedir la llegada de residentes no blancos, especialmente asiáticos, a suelo australiano. Esta expresión de sentimientos racistas sin complejos se mantuvo más o menos vigente como política migratoria fundamental del gobierno hasta 1973 (se dice pronto).

Política de “populate or perish”

En el transcurso de la Segunda Guerra Mundial, mientras los aliados estaban concentrados en tratar de parar los pies a Hitler, a punto estuvo Japón de invadir Australia debido a una deficiente logística y, sobre todo, a una insuficiente población de “aussies”. El sustazo, como es lógico, fue mayúsculo. A partir de entonces, los políticos australianos de posguerra tomaron en serio el lema de “populate or perish” y se dedicaron a fomentar la llegada de inmigrantes a destajo para construir una barrera humana contra la amenazante influencia asiática.

Actualmente Australia tiene unos 22 millones de habitantes pero aún es una de las densidades poblacionales más bajas del planeta  (2,8 hab. /Kmt2). Sólo Mongolia, el Sahara Occidental o Groenlandia la superan en escasez de capital humano. Un cuarto de su población es inmigrante y otro cuarto más son nacidos en Australia pero de padres inmigrantes. La inmigración ha sido, por tanto, crucial en la historia reciente de dicho continente para transformarse en un país avanzado y próspero con una renta per capita de unos 44.600 USD, digna de admiración.

Persisten los temores nativistas

Muchos nacionales se preguntan cuántas personas más pueden acogerse de forma “sostenible” en una tierra árida e inhóspita como la suya. La organización Sustainable Population Australia (SPA) y otros verdes de allí se dedican a asustar a sus conciudadanos con el espantajo de la inminente sobrepoblación (sic) en un país con densidad poblacional raquítica. También argumentan que la inmigración exacerba el cambio climático (sic). Otros muchos analistas patrios se preocupan por la falta de disponibilidad de viviendas, por la escasez de agua potable, por las tensiones en las costuras de su estresado Estado del bienestar y por las consecuencias negativas en el mercado de trabajo ante la avalancha de inmigrantes. Todo ello son retos a los que se debe hacer frente pero no deberían ser excusas para cerrar sus fronteras al trabajador foráneo.

La existencia de una gran brecha

Con todo y con ello, se da un fenómeno muy curioso en la tierra de Oz: hay una enorme brecha entre las manifestaciones de los políticos australianos (declarando cada cierto tiempo a sus votantes que se van a endurecer las cuotas de entrada a la inmigración), por un lado, y las prácticas realmente llevadas a cabo relativas a la misma, por otro. Desde hace poco, llegan ya a Australia una media de 300.000 personas inmigrantes cada año; lo que significa casi un 1,4% de su población actual; es decir, el doble del ratio que se da en Canadá, país conocido por ser bastante tolerante con la inmigración. La fama de país abierto y tolerante se la lleva Canadá pero es Australia el que más inmigrantes recibe en proporción a su población actual. Esta actitud contradictoria de querer contar con una gran población pero sin inmigrantes (al menos los no deseados) se simboliza en la política de la Big Australia propuesta por el político laborista australiano Kevin Rudd. Un sí pero un no al mismo tiempo.

La sociedad australiana no puede de ninguna manera prescindir de la inmigración. Lo que sí parece evidente es que los poderes públicos quieren seleccionar y dirigir a los inmigrantes que llegan en función de su capacidad y de su origen de procedencia (aunque esto último no se suela decir ya tan explícitamente). Es más difícil conseguirlo que decretarlo. De seguir así, puede que la inmigración ilegal se convierta un problema serio en los próximos años allí.

Gestión poco afortunada de refugiados

Por otra parte, pese a que el número de refugiados que finalmente llegan a su territorio es bastante pequeño (una media de unos 6 mil al año) con respecto a los que llegan a Europa o EE UU, un fuerte temor imaginario les lleva a pensar a sus nacionales que son una inundación. Es desproporcionado que se gasten ingentes cantidades todos los años en el control y detención de refugiados en centros especiales creados al respecto. Desde las exageradas medidas de aislamiento tomadas de 2001 a 2007 durante la llamada Pacific Solution hasta su reconversión mediante el Acuerdo Regional de Repoblación con Papúa-Nueva Guinea para allí derivarlos, la gestión del arribo de refugiados a sus costas por parte de los gobernantes australianos es francamente mejorable.

Una gran nación de inmigrantes

La población de Australia está formada por muchos inmigrantes que viven ya en su país y se precisarán, sin duda, muchos más en el futuro; a no ser que surja un baby boom autóctono que ni está en marcha ni se le espera.

Australia es una gran nación que ha prosperado desde sus inicios con crecientes flujos migratorios cada vez más diversos desde la década de los 70. No debiera verse su progreso entorpecido al dejarse arrastrar por las corrientes nativistas de buena parte de su población.


Este comentario es parte de una serie acerca de los beneficios de la libertad de inmigración. Para una lectura completa de la serie, ver también: I,  IIIIIIVVVIVIIVIIIIXXXIXIIXIIIXIVXVXVIXVIIXVIIIXIX, XX, XXI y XII.

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