Los populismos, el voluntarismo, el dirigismo, la firme voluntad política marcando el paso fijando discrecionalmente los niveles de las variables económicas son una falacia. Son pretensiones que vengan de donde vengan generan ineficiencias y despilfarro de recursos (paro) , y que pueden llegar a ser muy peligrosas llevando a sociedades al colapso, al precipicio.
He participado en un debate interesante en las redes sociales al respecto. Concretamente presentado en Facebook así: «AMLO ya ha comenzado a fijar los precios a los productos básicos. Pero México no es Venezuela, claaaaro». En definitiva, imponiendo precios máximos inferiores a los precios competitivos porque al planificador o intervencionista les parecen caros los precios sin intervención. Los ejemplos de alcance intervencionista, con sus diferencias, del gobierno en España en los precios de las viviendas, de sus alquileres, en los precios de la electricidad,… traen a la actualidad la atención del análisis económico en sus consecuencias.
He ‘aportado’ al debate el siguiente teorema económico-praxeológico, sintetizando los resultados de la intervención pública con precios máximos menores a los precios de mercado:
1) Demanda de productos racionada (personas quedan sin comprar su demanda, los oferentes reducen sus ofertas).
2) Los mercados se debilitan y se reduce la actividad comercial, menor compraventa y menor actividad económica.
3) Aparecerá la economía sumergida y con los intercambios en los “mercados negros” los precios máximos se sepultan como papel mojado y ‘los precios reales sumergidos’ convergerán en el tiempo a los “precios de equilibrio” o quedaran por encima; precios de los acuerdos derivados de ‘los procesos sociales dinámicos’ (Huerta de Soto), indeseados por el político. Ello es por el exceso de demanda derivado de la intervención y todos estos procesos alteran la asignación de los retornos desvaneciendo la voluntad inversora en estos productos y recursos ofertados, la eficiencia y la actividad económica.
4) Paro. Como consecuencia de la menor actividad.
5) Empobrecimiento. Por todo lo anterior.
¡Nefasto recorrido!
En el debate una persona que participaba planteaba que estas medidas se justificarían en el caso Mejicano porque en él la estructura productiva era preminentemente monopolista o oligopolista, amparada por el poder institucional o gubernamental. El caso de monopolios no se identifica con el de precios máximos efectivos por debajo de los precios de equilibrio competitivo. Mi respuesta, salvo monopolios naturales, es que creo que no me confundo.
Efectivamente, el antídoto es favorecer la competencia siempre y esto sólo se logra mediante entrada de nuevos y mejores oferentes. Nunca un monopolio se va a ir del mercado de haber demanda. Pensarlo es de total ingenuidad. Siempre más competencia, nunca mediante precios máximos efectivos por debajo de los precios de equilibrio.
En el caso de monopolios lo analizamos en fundamentos del análisis económico como semejante a un precio mínimo efectivo, el del monopolista, que se sitúa por encima de los precios de equilibrio competitivo o derivado de los acuerdos voluntarios resultantes de ‘los procesos sociales dinámicos’ (Huerta de Soto), en términos praxeológicos.
Si como se apuntaba, yo no le sé ciertamente, en Méjico predominan las estructuras productivas monopolísticas o oligopolistas y, además, esto se hace con el respaldo político gubernativo entonces el sobreprecio, la ineficiencia y la menor actividad económica se tornará patente respecto de la que se lograría en contextos competitivos.
Lo correcto en tal caso insisto es operar diáfanamente rompiendo barreras de entrada a competidores nunca fijando precios intervenidos. El monopolista no fija a la vez el precio y la cantidad en su mercado. El precio del monopolista lo fija el monopolio donde logra la máxima ganancia, lógica y coherentemente. Esto es, donde ingresos marginales igualan los costes marginales del monopolio y ello debe hacerlo el monopolista acudiendo al permiso del cliente (que sigue gestionando en este mercado monopolista su soberanía como consumidor, como demandante y cliente atendiendo sus preferencias y objetivos sujeto a las restricciones endógenas y exógenas) para lograr el monopolista (empresa-empresario) saber su precio optimo (el del monopolista) atendiendo a la disposición marginal a pagar del cliente. La situación bajo una estructura monopolista, queda reflejada, insisto, como ‘un precio mínimo efectivo’.
Si a la solución monopolística se le compara con la solución competitiva, siempre será más eficiente ésta, por ser menor el precio y mayor la cantidad voluntariamente intercambiada en producto (actividad económica) y, consecuentemente, se traducirá en más empleo y probablemente menor paro o desempleo, de no crecer la población activa. Que no se nos escape tampoco que no hace falta necesariamente una multitud de nuevos oferentes competidores, sólo los suficientes siendo cada uno de ellos ‘líderes’ en sus estrategias de precios, nunca ‘seguidores’. Claro está, para no caer en ingenuidades, que pueden ser posibles los contubernios institucionales del gobierno respaldando a los agentes sociales y sus organizaciones, ya sean patronales y/o sindicales, conformando fuentes de prebendas y/o de clientelismo político de probable indigestión económica, siempre hay empeños ideológicos de firmes voluntades políticas (esclavitudes y ‘caminos de servidumbres’ ).
Concluyendo:
1) El mercado con monopolios u oligopolios, aunque como mercado el intercambio realizado es voluntario entre las partes, genera ineficiencia (despilfarro).
2) El monopolista no se apea sólo si hay demanda.
3) Los precios máximos o mínimos efectivos son de rancia aplicación empobrecedora por generar baja actividad, precios ineficientes desorientadores para los agentes y bajo empleo.
4) Los empeños de «las voluntades políticas» están sujetas a las restricciones económicas exógenas y endógenas de todos y cada uno de los agentes, las pretensiones son eso pretensiones, si no son factibles, resultan inalcanzables por ser insostenibles. El posible peligro viene de que lo que no es sostenible no se sostiene y cae, esperemos no nos caiga encima por esto conviene el análisis y el aviso.
Referencias Bibliográficas:
Hayek F. (1944), “Camino de servidumbre”. https://www.elcato.org/sites/default/files/camino-de-servidumbre-libro-electronico.pdf
Mises L.V.M. La Acción Humana, Tratado de Economía, 11ª edición, Unión Editorial. Estudio Preliminar, por Huerta de Soto.
Rivero Caro A., “Resumen del Camino de la servidumbre” de Hayek.
Varian H. (1991), Microeconomia intermedia, un enfoque moderno. 2ª Ed. Ed. Bosch. Barcelona.
Zanotti G y Silar M. (2016), Economía para sacerdotes. Cristianismo y Economía de Mercado. Unión Editorial, Madrid.
Aún no hay comentarios, ¡añada su voz abajo!