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Irracionalidad y competitividad

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La escasa cultura científica entre los ciudadanos es un hecho incontestable. Incluso aquellos que han recibido una educación superior tienen lagunas en su formación respecto a materias elementales como la física o la química, que la LOGSE y sus avatares se están encargando de convertir en océanos. No de otra forma puede explicarse el auge de las pseudociencias, con el añadido del volumen de negocio cada vez más importante de las consultas telefónicas a videntes, curanderos, etc. Una estafa en toda regla que el Estado se niega a situar fuera de la ley, a pesar de la evidencia palmaria del delito.

Lo que sí resulta sorprendente es que las empresas hayan empezado también a tirar su dinero en este tipo de pseudoterapias absurdas, como descubrí este domingo viendo el telediario. Si en el noticiario vespertino anunciaran que los asnos planean por el cielo de Madrid o que en una película española actual se han detectado trazas de inteligencia, nadie se lo tomaría en serio y la cadena en cuestión sufriría un bajón de la audiencia. Sin embargo, hace unos días apareció un minireportaje sobre un pintoresco estafador, especialista en "terapia de espacios", y que yo sepa, la credibilidad de Antena 3 sigue siendo la misma, salvo en lo que a mí respecta.

La pieza informativa nos mostraba a un "especialista" en sanar las casas y oficinas, ordenando el desbarajuste de líneas de una oscura energía telúrica que se desparraman por la superficie. Atención a la imagen de una costosísima tecnología de frontera aplicada a esta investigación: Un tío con dos varillas de hierro en las manos haciéndolas moverse según el lugar por donde transitaba. Uno de los clientes se mostraba muy satisfecho con los servicios de esta empresa de sanación espacial, porque de esta forma su casa tendría mejor rollito con las visitas. Que se joda, ojalá se le llene de cuñados todos los domingos.

Pero lo más interesante surgió al final de la noticia, cuando también aparece una empresa importante como cliente del tío de las varillas. Que el dueño de la empresa sea un rematado cretino, como lo acredita esa decisión, no es lo sustancial, sino el hecho de que en un país tan necesitado de mejorar la productividad para salir de la cola mundial en materia competitiva tire sus recursos en estos disparates. Lo peor de todo es que, probablemente, esa empresa, como muchas más, reciba subvenciones para mejorar sus procesos productivos. Estoy seguro de que incluirán la chorrada de la "sanación de espacios" en lugar preferente en su lista de objetivos cumplidos.

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