Hoy Mariana sería un líder liberal reformista, y lo sería no únicamente utilizando argumentos económicos, sino (sobre todo) jurídicos y morales.
“[…] si baja el dinero del valor legal, suben todas las mercancías sin remedio, a la misma proporción que abajaron la moneda y todo sale a una cuenta» (Juan de Mariana, Tratado y discurso sobre la moneda de vellón, 1609, 400 años antes de que la Reserva Federal ponga en marcha las políticas del quantitative easing)
Si hay una cuestión central en la ciencia económica, es la de la moneda y la teoría monetaria. Se trata de un asunto que viene de antiguo, hoy, como antaño, crucial en la defensa de un orden social liberal. Los excesos en la oferta monetaria se sitúan en el origen de prácticamente la totalidad de las crisis financieras desde la Segunda Guerra Mundial, y son la base del patrón burbujeante, no ya cíclico, que caracteriza el grueso de las economías avanzas. En efecto, en paralelo al auge y relevancia de los bancos centrales se ha ido institucionalizando en todos los ámbitos la idea de inflación hasta el punto de desnaturalizar la propia idea de capitalismo. Se trata de una cuestión que viene de muy antiguo. Cicerón en una de sus filípicas recuerda: “El dinero sin medida enerva los nervios de la guerra”.
A lo largo de la historia, reyes, dictadores o gobiernos democráticos han utilizado los incrementos de la masa monetaria sin respaldo de ahorro real, lo que hoy conocemos como inflación, para sufragar niveles de gasto excesivo, lo que deriva irremediablemente en conflictos políticos de toda clase. Disponer de estabilidad monetaria es crucial para el funcionamiento normal de una economía y para el mantenimiento de un orden democrático. Sin embargo, es un tema que, lamentablemente, suele quedar fuera de plano del debate público.
Los orígenes del estudio sistemático de la teoría monetaria moderna surgen, como otras tantas cosas, durante el Siglo de Oro español; en este caso de la mano del padre Juan de Mariana y su Tratado y Discurso de la Moneda de Vellón, recientemente reeditado por Deusto, con el apadrinamiento del Instituto Juan de Mariana y Value School. Se trata de una versión original del texto en español, traducido del original en latín por el propio Juan de Mariana, únicamente con el añadido de los modernos signos de puntuación para facilitar su lectura. Un libro tan breve y sintético como importante, rico en vigentes advertencias y sólida teoría monetaria que cualquier persona interesada en la libertad debería apresurarse a leer.
La carrera intelectual del padre Mariana (1536–1624) se inicia en la Universidad de Alcalá de Henares, fundada por el cardenal Cisneros, donde conocerá a Luis de Molina, otro importante escolástico (ambos pensadores incluidos en la Escuela de Salamanca), que le ayudará en sus inicios e incorporará a la joven promesa a la Compañía de Jesús, la mayor multinacional de la época. De la mano de los jesuitas, Mariana completará su formación en Roma, primero, y en la Sorbona después, donde empezará a cristalizar un interés creciente por la política y muy especialmente por la idea de poder limitado, una constante en todos sus libros; por supuesto, también presente en el Tratado de vellón.
Tratado de vellón es un libro políticamente incorrecto: la obra será censurada en España e incluida en el Index librorum prohibitorum et expurgatorum, listado con los libros prohibidos por la Santa Inquisición, y será publicado inicialmente en Colonia. Se trata de una obra fundamental en la historia económica universal, cuyas contribuciones serán luego reconocidas por economistas como Schumpeter y Rothbard, y recogidas por Menger, Hayek o Mises.
La gran contribución del padre Mariana será la de ser el primero en establecer una relación clara y nítida, en un estudio sistemático, de cómo el incremento de la masa monetaria (Mariana analiza el tema desde la óptica del envilecimiento de la moneda) conduce inevitablemente a una subida de los precios. Muchas de las ideas que incluirá Mariana en su tratado ya circulaban por la Europa del siglo XVI, en gran parte por los trabajos de Nicolás Oresme y otros, pero no será hasta Tratado de vellón en 1609 cuando podamos hablar de una teoría monetaria completa, sistemática, en un libro en donde se dan argumentos económicos, jurídicos y morales en defensa de una moneda sana (“sound money”).
La inflación (Mariana habla de “mudar la moneda”) reduce el poder adquisitivo del salario nominal en términos reales haciendo que todo “salga a una cuarta”, como citábamos en el frontispicio. El análisis sistemático de Mariana sobre lo que hoy conocemos como inflación monetaria incluirá también una sólida argumentación jurídica -es una práctica contraria a derecho- y moral: es un acto ilícito ya que supone la usurpación al margen de las cortes de una propiedad privada. Mariana se anticipa cuatro siglos a la célebre afirmación de Milton Friedman: “Inflation is taxation without legislation”.
La obra de Mariana incluye otras obras notables como Historia General de España, primer libro de referencia de una historia de España 1592 (primero en latín, luego en castellano). Una obra que se acabará convirtiendo en un best-seller de la época, recomendado por Thomas Jefferson (del que sus biógrafos han señalado que sabía leer perfectamente español y recomendaba insistentemente a sus hijas la lectura de El Quijote de Cervantes) a James Madison, su protégé, cuando este último estaba redactando la Constitución de Estados Unidos. Para Jefferson, la Historia de España de Mariana era la obra que mejor permitía aproximar el concepto de libertad (véase Thomas Jefferson, “Letter to James Madison”, 1785). La lista de libros que adjunta Jefferson a Maddison no tiene desperdicio e incluye las memorias de Voltaire, textos de Diderot o La conquista de México de Solis. También la obra de Mariana De rege et regis institutione (La dignidad real y la educación del rey), ejercerá una fuerte influencia intelectual en la configuración de las bases políticas e institucionales de la nueva nación americana.
Volviendo al Tratado de vellón, en vez de hacer una reseña al uso voy a limitarme hacer una muy breve guía de lectura de un libro tan breve como exigente, así como nutrido de buena teoría económica.
Breve guía de lectura
En el capítulo I, Mariana anticipa los riesgos derivados de una concentración excesiva de poder, sinónimo de tiranía (Lord Acton, Montesquieu, Madison), además de ser un esquema frágil por definición. Una acumulación de poder que se da cuando el rey se hace con los bienes particulares de sus vasallos, un latrocinio que, como luego descubre el temprano tratado de Mariana, se puede realizar de manera muy sutil utilizando el subterfugio del envilecimiento de la moneda. Esta poderosa idea de poder limitado, eje central del liberalismo, queda muy clara cuando Mariana da su definición de tirano con la que concluye el capítulo (pág. 16):
“El tirano es el que todo lo atropella y todo lo tiene por suyo; [por el contrario, el buen] rey, estrecha sus codicias dentro de los términos de la razón y de la justicia, gobierna los particulares, y sus bienes y no los tiene por suyos ni se apodera de ellos sino en los casos que le da el mismo derecho”.
En el capítulo II, Mariana ahonda en esta misma idea estableciendo una prehistórica definición de democracia en donde establece que para que el poder de un rey sea legítimo tiene que estar efectivamente limitado por las Cortes. Por eso resulta central que el rey no pueda apropiarse de la hacienda de sus vasallos sin que sus acciones no sean de acuerdo con las Cortes y se ajusten a derecho. Mariana afirma (pág. 20):
“Digo pues que es doctrina muy llana, saludable y cierta que no se pueden poner nuevos pechos [antiguos tributos que se pagaban al rey] sin la voluntad de los que representan al pueblo. Esto se prueba por lo que acabamos de decir, que si el rey no es señor de los bienes particulares [definición propiedad, clave para limitar el poder del Estado], no los podrá tomar todo ni parte de ellos, sino por voluntad de cuyo son”.
Mariana sienta así las bases para que una política tributaria (visible) sea legítima. El autor apunta ya hacia la idea de que devaluando la moneda –él habla de “mudar la moneda” (como decíamos), es decir, cambiar la naturaleza de la misma–, el rey está llevando a cabo una apropiación indebida de los bienes de sus vasallos, sin su consentimiento, utilizando subterfugios, lo que supone socavar los fundamentos de una sociedad libre y democrática.
En estas páginas iniciales, Mariana se apoya en la bula papal In Coena Domini (pág. 21), donde se específica que el rey no puede hacerse con los bienes particulares de los vasallos sin el consentimiento de las Cortes lo que podría suponer la excomunión. Mariana empieza a introducir, poco a poco, además del análisis de las consecuencias económicas de mudar la moneda, argumentos jurídicos, también morales, que dan aún más solidez y completitud a su obra.
En el capítulo III, Mariana desarrolla in extenso esta última idea de que no se puede devaluar la moneda sin el consentimiento del pueblo. Es aquí cuando Mariana de manera clara establece cómo la devaluación de la moneda es un impuesto encubierto. De manera lúcida Mariana escribe (pág. 27):
“[…] si el príncipe no es señor, sino administrador de los bienes [como asienta en los capítulos I y II], sino administrador de los bienes particulares, ni por ese camino [tributos ilegítimos] ni por otro les podrá tomar partes de sus haciendas, como se hace todas las veces que se baja la moneda, pues le dan por más lo que vale menos y si el príncipe no puede echar pechos contra la voluntad de sus vasallos ni hacer estanques de las mercaderías, tampoco podrá hacerlo por este camino [vía inflación], porque todo es uno y todo es quita a los del pueblo sus bienes por más que se les disfrace con dar más valor legal al metal de lo que vale en sí mismo […]”.
El capítulo IV se centra en los “pesos y medidas” de la moneda, en una parte del libro esencialmente técnico. En un momento en donde la moneda era básicamente física, los artefactos para alterar la composición de la moneda; hoy hablamos de técnicas contables para titulizar deuda, instrumentos derivados y demás asientos creativos orientados a incrementar la masa monetaria.
En este capítulo, Mariana distingue entre valor intrínseco, valor natural de mercado de la moneda; y valor extrínseco, el valor que, forzosamente, le otorga el rey. El conflicto surge cuando estos dos valores se divorcian fruto de la inflación. De forma preclara, y como luego determinará Voltaire (que vivirá los desmanes monetarios de John Law): “el papel moneda siempre termina retornando a su valor intrínseco: cero”. Una idea también anticipada por Juan de Mariana. Concluye Mariana el capítulo de manera brillante asentando el viejo axioma monetario de que la inflación es, siempre y en todo momento, un fenómeno monetario (Friedman dixit):
“[…] si baja el dinero del valor legal [valor fijado arbitrariamente], suben todas las mercadurías sin remedio [en su valor intrínseco o de mercado], a la misma proporción que abajaron la moneda y todo sale a una cuenta” (pág. 36).
El capítulo V, ahondando algo más en la cuestión de pesos y medidas, Mariana establece que, para que el comercio pueda florecer y haya confianza, los pesos de la moneda tienen que ser estables; de lo contrario, si la moneda se tambalea, todo se confunde. Mariana entiende bien que la moneda es la materia prima del intercambio; por eso su estabilidad es de vital importancia (pág. 37):
“No hay duda sino que el peso, medida, y el dinero son el fundamento sobre que estriba toda la contratación y los nervios con que ella toda se traba, porque las más cosas se venden por peso y medida y todas por el dinero. Lo que pretendo decir aquí es que como el cimiento del edificio debe ser firme y estable, así los pesos, medidas y moneda se debe mudar porque no se bambolee y se confunda todo el comercio”.
Mariana, notable historiador, cita a Justiniano para explicar cómo en las sociedades antiguas para asegurarse la estabilidad de los pesos y medidas de las monedas, estos eran custodiados en un templo público. Allí se guardaba el peso justo de la moneda, vigilado día y noche para que ni el rey pudiera alterar su composición de manera arbitraria.
El capítulo VI es una breve historia monetaria, similar al ejercicio que harán siglos después Friedman y Schwartz de Estados Unidos. En él, Mariana repasa la evolución histórica de monedas como el batho, el gomor o el siclo, también el denario o el asse, todas ellas monedas acuñadas en la antigüedad, que perecieron inevitablemente en el tiempo al ser envilecidas. Mariana cita a Plinio y de nuevo a Justiniano haciendo referencia a los problemas monetarios de la antigua Roma (de los que dará luego buena cuenta Gibbon), para luego centrarse en la historia (entonces reciente) monetaria de España.
Mariana referencia diversas situaciones en donde el envilecimiento de las monedas de plata utilizando cobre, u otros metales no preciosos (pero sin variar el valor nominal de la misma), sirvió a reyes manirrotos para pagar sus deudas siempre con nefastas consecuencias. Mariana repasa, entre otras, las crónicas del rey Alonso Onceno o la de Felipe II, identificando “ciclos” de bonanza y otros de declive ligados a la estabilidad o mudanza de la moneda. La vida de Mariana transcurrirá durante el reinado de la casa de Habsburgo, nacerá con Carlos V, y será coetáneo de Felipe II y Felipe III (final del siglo XVI y principios del XVII).
El capítulo VIII se centrará en la historia del envilecimiento del maravedí, la moneda de plata de castilla, que dará lugar a la moneda de vellón (envilecida), en lo que podríamos denominar como hiperinflación castellana. De hecho, para la correcta comprensión de los capítulos VI y VIII quizás se debería estudiar la posibilidad de graficar las complejas mudanzas que detalla Mariana de palabra para tener una referencia visual ajustada a los patrones con los que estamos acostumbrados a trabajar hoy en día (notable es el ejercicio llevado a cabo por François Velde y Warren Webber).
En el capítulo VII, Mariana se centra en glosar lo que él llama las “comodidades de la estabilidad de la moneda” entre las que destaca que facilita el ahorro, así como los inconvenientes de su envilecimiento. Mariana destaca la confusión que la falta de anclaje férreo a la moneda supone para el conjunto de la economía; siglos más tarde Hayek hablará de una alteración grave del orden extenso. La falta de estabilidad añade incertidumbre a los mercaderes y hacer que se resienta el crédito. De igual manera, se pierde prestigio hacia el exterior. Mariana, de forma aguda, también identifica como la “mudanza de la moneda” fuerza el trágico divorcio entre lo nominal y lo real por el efecto monetario, origen de no pocos problemas que llegan a nuestros días. Debido a la época y momento, Mariana también señala cómo la devaluación de la moneda tiene un efecto no menor a la hora de encarecer el transporte de la moneda.
En los capítulos IX y X, el autor ahonda en los perjuicios que ha supuesto para España el proceso de envilecimiento de sus monedas de plata por monedas de vellón. Mariana incluye en su análisis el contexto con las Indias. El análisis llega hasta Felipe II, padre de Felipe III (objeto del grueso de las críticas de Mariana), y coetáneo del autor de Talavera de la Reina. En este capítulo, Mariana introduce la dimensión moral en su análisis y señala de manera pedagógica:
“¿sería lícito que el rey se metiese por los graneros de particulares y tomase para sí la mitad de todo el trigo y les quisiese satisfacer en que la otra mitad la vendiesen al doble que antes?” (pág. 75).
Lo mismo sucede, concluye Mariana, cuando el rey devalúa la moneda.
El autor especifica que resulta ilícito el caso específico de salvar deudas con moneda devaluada (pág. 76); una práctica que además favorece una mala gestión del presupuesto público y, como señaló Cicerón en su día, enerva los nervios de la guerra (también del conflicto doméstico entre los que pueden protegerse de la inflación, por tener patrimonio, y los que no).
En este sentido, Mariana vuelve a poner la vista atrás y comparte valiosos ejemplos de lo anterior en la Historia de España que, recordemos, él era entonces, sin género de dudas, el mayor experto vivo sobre la materia. Mariana, sin necesidad de profundizar mucho, también da trazas de los problemas que acarrea la inflación con respecto al comercio con otras naciones (pág. 80 y 81). En este capítulo, página 84, Mariana cualifica directamente de “latrocinio” el envilecimiento de la moneda por parte del rey al sustituir metal precioso (plata) por cobre en la moneda de vellón. Mariana en su análisis no se fija tanto en el incremento de la oferta monetaria (principal síntoma que analizamos hoy con los agregados monetarios), sino que centra su atención directamente en la pérdida del poder adquisitivo de la moneda de dicha muda.
El capítulo XI, el autor analiza por qué algunos son partidarios de alterar la moneda de plata. Mariana en estas páginas intenta explicar los argumentos de los Bernanke de la época: tretas cortoplacistas mediante las cuales el mal rey pretende aliviar el déficit en las cuentas públicas con presuntos métodos alquímicos y sin tener que subir los impuestos. Un plan que permite pagar las deudas en el corto plazo a costa de los graves perjuicios para todos (rey incluido) derivados de mudar la moneda en el largo plazo.
En el capítulo XII, mezcla elementos de teoría e historia, la mayoría ya introducidos antes y aplicados al caso particular de las monedas de oro.
Por último, en el capítulo XIII, Mariana ofrece una alternativa a la visión, hoy diríamos neokeynesiana, descrita en el capítulo XI (salvando todas las distancias). Una nueva dosis de realismo económico, visión largo plazo, y en donde el teólogo jesuita sienta las bases de una política fiscal liberal. Mariana defiende como ante un problema en las arcas públicas, el rey debe estrechar el gasto y reducir aquellas partidas superfluas (pág. 114–115). Entre otras sugerencias, Mariana habla de “acortar las mercedes”, o de controlar los “premios públicos, encomiendas, pensiones, y oficios”; en definitiva, reducir el arbitrio del rey en la economía y optar por una mejor distribución que entonces pasaba exclusivamente en reducir privilegios y mejorar la calidad del principio de igualdad ante la ley.
Con una clarividencia asombrosa, Mariana anticipa las enormes dificultades que esto supone. Recordemos lo que costó aprobar la reforma de la estiba. De igual manera, Mariana señala cómo reducir el gasto, dividas y mercedes resulta siempre un proceso políticamente complejo. También advierte al buen rey de la arrogancia de los funcionarios públicos y como esto también resulta un obstáculo para que estos moderen su gasto. En suma, Mariana está abogando por, ante un problema económico real, adoptar cambios también reales, no únicamente nominales.
El nacimiento de la disciplina monetaria pieza angular para asegurar sociedades libres
Hoy Mariana sería un líder liberal reformista, y lo sería no únicamente utilizando argumentos económicos, sino (sobre todo) jurídicos y morales. A él le debemos mucho. Intelectual de primer orden, supo ver con claridad y exponer de manera sistemática lo que hoy todavía muchos no son capaces ni de barruntar. Al mismo tiempo, era capaz de anticipar las nefastas consecuencias económicas que se derivan de la devaluación de la moneda, y cómo además esto supone una violación jurídica y ética.
Con su tratado, Mariana, de alguna manera, y pese a que existían textos y libros previos, aunque que no tan sistemáticos, pone la primera piedra de lo que hoy conocemos como teoría monetaria. De las contribuciones de Mariana para mí resulta especialmente interesante cómo entiende perfectamente las consecuencias de manipular la moneda y cómo esta manipulación hace que el valor intrínseco se separe de su teórico valor legal. La economía pasa entonces a moverse en dos planos que han dado origen a no pocas confusiones: el real y el nominal. Mariana, además, identifica como colofón del envilecimiento de la moneda, i.e. inflación monetaria (término posterior), una irremediable subida de los precios con los perjuicios ya descritos que esto conlleva.
Referencias
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1 Comentario
Muy buen artículo; y muy buen
Muy buen artículo, y muy buen y orientativo resumen. Gracias, y enhorabuena, a su autor (Luis Torras).