Mattel se ha visto obligada a retirar del mercado nada menos que 18,6 millones de juguetes. La mayoría de ellos porque tienen una pila pequeña y que se puede desprender fácilmente. Si los niños llegan a tragarla pueden sufrir daños muy graves e incluso fatales. Pero la prensa mundial, como la española, se ha centrado los que se han retirado porque la pintura que les cubría tenía niveles tóxicos de plomo. Como los niños se comunican con el mundo llevándose las cosas a la boca, entre otras formas, podían resultar peligrosos. La empresa ha facilitado a los consumidores el modo en que cambiar esos juguetes por otros, completamente gratis.
El asunto está siendo utilizado por quienes quieren frenar las importaciones chinas a los Estados Unidos y al resto del mundo. Son los mismos que por un lado acusan a los empresarios como Mattel de beneficiarse de unos pobres trabajadores que les entregan sus servicios a cambio de una miseria, como si en algún momento tuvieran el más mínimo interés por la situación de esas personas. Ello, mientras por otro quieren frenar un proceso que, en la última década, ha elevado los salarios de los trabajadores chinos en la industria una media del 14 por ciento al año. Ello supone haberlos multiplicado por 3,7.
Todo este asunto es ideal para ilustrar el comportamiento típico del capitalismo y del socialismo. Por lo que se refiere a la compañía, la segunda oleada de retiradas de juguetes ha obligado al presidente de la compañía a exponer en un vídeo que su empresa se siente verdaderamente concernida por la seguridad de sus productos, como demuestra que se haya ofrecido a cambiar los productos asumiendo todos los costes. Además ha aumentado los controles sobre la calidad de las pinturas. Por su parte, Toys ‘R’ Us ha aumentado en un 25 por ciento el presupuesto destinado a controles de calidad de los productos procedentes de China. "Descartamos juguetes continuamente", reconoce la portavoz de la empresa, Kathleen Waugh. Wal Mart va por el mismo camino. Todo ello por el propio interés, que está ligado a mantener la confianza de los consumidores, y sin necesidad de que un departamento de sanidad les obligue a tomar tales medidas.
Para ser honestos, el problema que ha generado la mayor parte de las retiradas no es culpa, ni puede serlo, de las empresas subcontratadas en el país asiático, ya que se debe a un mal diseño por parte de la compañía. Caso distinto es el del millón y medio de juguetes cubiertos de una pintura tóxica que tuvo que retirar recientemente Thomas & Friends. Los consumidores pueden reaccionar estas navidades y la continuidad de la empresa está en entredicho. La propia cotización de Mattel se ha desplomado desde junio por estos problemas. Si no responde con prontitud también el gigante puede ver comprometido su futuro por este asunto.
¿Cuál es la estrategia china para lidiar con este asunto? Hay un departamento de control de calidad de las exportaciones que hace la labor que en el mundo libre hace el mercado. ¿Funciona mejor la burocracia? Con ineficacia, incentivos perversos y corrupción. Recientemente el régimen ha ejecutado (lo han leído bien) a uno de sus funcionarios por haber aceptado sobornos por hacer la vista gorda. Así estén dispuestos a doblar sus escalofriantes cifras de ejecuciones, el régimen no logrará acabar con la maldad de la burocracia como no sea eliminándola.
Entonces, ¿qué queda por hacer? El problema, como señala el profesor Edward A. Snyder en un reciente artículo titulado The market’s place, es que
Las compañías chinas ni se acercan a la lista de BusinessWeek de las 100 primeras compañías del mundo en valor de su marca. La lista incluye empresas como la española Zara, la surcoreana Samsung y el renacido americano Apple. Pero ¿empresas chinas? Ninguna.
Las compañías chinas no están acostumbradas a la disciplina impuesta por el mercado. Pero eso irá cambiando, porque esa disciplina, que se inflige por los consumidores a productores y comerciantes, cae en cascada hacia los proveedores. No será la restricción de las importaciones desde China sino, por el contrario, la profundización de las relaciones comerciales lo que ayude a las empresas de allí a habituarse a los exigentes criterios de calidad y seguridad de los ricos consumidores occidentales.
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