Skip to content

La corrupción

Compartir

Compartir en facebook
Compartir en linkedin
Compartir en twitter
Compartir en pinterest
Compartir en email

Toda organización, a partir de cierto tamaño y complejidad administrativa, tiende a generar casos de corrupción interna. El Hombre siente la misma tentación a actuar de forma deshonesta, desarrolle su actividad en el sector público o en el privado. Lo que es relevante son los incentivos que, en cada uno de estos ámbitos, le incitan, animan o facilitan la comisión de tales ilícitos.

Cuanto más amplia y compleja sea una organización, mayor será el grado de integración y sistematización funcional. Los agentes actúan de acuerdo a reglamentos, mandatos e instrucciones, siempre dentro de su potestad o competencia. En el interior del Estado existen diferentes entidades. Se integran de forma horizontal, vertical y trasversal. El Estado de Derecho y la división de poderes, pretende separar facultades, establecer instrumentos de control independientes, y crear un procedimiento estricto y restringido para el cambio en las normas, o la sucesión en las personas que desempeñan los cargos de dirección y administración. Sin embargo, la extensión del modelo estructural del partido único a las formaciones que compiten por el poder político en nuestros sistemas democráticos, ha quebrado por completo este intento "liberal" por eliminar resquicios e incentivos que hicieran posible el desgobierno, el abuso de poder o la corrupción.

¿Por qué todos los casos de corrupción que salen a la luz en los medios de comunicación suceden en lo público y tienen como actores principales a quienes manejan el poder a través de los partidos políticos?

La empresa privada, incluso en sistemas tan intervenidos con el nuestro, únicamente participa de los casos de corrupción, como colaborador necesario, cuando éstos suceden en lo público. No sería posible que dichos empresarios u hombres de negocios se enriqueciesen a costa del erario público sin que, previamente, alguno de los servidores del Estado formase parte de la trama. Llegados a este punto se plantea una duda más que razonable. ¿Es el interés de la empresa privada el que corrompe al político y funcionario, o es quien llega a desempeñar tales funciones el que se infiltra dentro del entramado de la administración para lograr su objetivo?

Muchas veces se busca exonerar a quien se estima realiza una labor altruista, localizando el origen de su corrupción en otro actor que, por su parte, persigue un fin particular. En otro lugar intentamos resolver esta cuestión, así que no vamos a repetir argumentos que ya fueron explicados con anterioridad.

Los casos de corrupción sucedidos en el seno de la empresa privada tienden a resolverse más temprano que tarde, exigiéndose responsabilidades tanto a los autores, como a todo aquel que pudiera haber tenido alguna participación culposa. Cuanto mayor sea una organización empresarial, mayores podrían ser los estragos cometidos, pero también serán más intensos los controles naturales que evitarán el desarrollo de las tramas corruptas. En cualquier caso, si una empresa quedase totalmente invadida por la corrupción, su destino último sería la quiebra y disolución. Primero, porque las empresas privadas producen bienes y servicios que compiten en el mercado, y los consumidores varían sus elecciones de un día para otro. Segundo, porque cuanto más grande sea una empresa, existirán menos vínculos personales entre la propiedad del capital, y su gestión. Los administradores quedan expuestos por sus actos y pueden incluso, sin ser ellos mismos agentes corruptos, responder por las pérdidas generadas.

Si comparamos al Estado, en un sentido amplio del término, con cualquier empresa privada, sin importar su tamaño o implantación internacional, la principal diferencia es que el primero carece del control de la cuenta de pérdidas y ganancias. Así mismo, existe una gran diferencia entre aquellos que hacen posible la supervivencia de cada tipo de organización: la obligatoriedad en la pertenencia o fidelidad con la misma. Los ciudadanos son fiscalizados y administrados. Para evitar un sistema, tienen dos opciones: rebelarse en masa o huir del país. En el caso de la empresa privada, tenemos a los consumidores, que son seducidos y satisfechos en sus necesidades, pero nunca se casan con un productor y mucho menos acaban secuestrados por él. La competencia permite abandonar lo que no nos gusta y buscar otro proveedor distinto en el mercado.

Los aspectos que hacen corrupto al Estado y crean incentivos para que dicha corrupción sea importante y generalizada, son los siguientes:

  1. El Estado es un monopolio, frente a la competencia que forma parte de la naturaleza del mercado, donde todo el que quiera puede tratar de arrebatar consumidores a quien ya opera, incluso con gran éxito.
  2. El Estado es una organización integrada, que pese a la división de poderes, los controles internos, o la independencia funcional de quienes ejercen tales funciones, acaba siendo regida por suborganizaciones de tipo trasversal conocidas como partidos políticos, que destilan intereses corporativos, y reproducen la estructura misma del Estado en pos de gobernarlo por completo.
  3. El Estado no somete sus resultados a quienes lo hacen posible, como sí sucede en la empresa privada respecto de los capitalistas, que son propietarios y controlan a los gestores gracias, en otros medios, a la cuenta de pérdidas y ganancias.
  4. El Estado se rige por un criterio político, lo que sublima el gasto descomedido y no sometido a un criterio de rentabilidad, lo que proporciona fuentes de financiación ilegales, comisiones, etc.
  5. Quienes gobiernan el Estado responden ante sus ciudadanos por sus errores, en términos estrictamente políticos, nunca asumiendo ninguna clase de responsabilidad patrimonial personal. Los consejos de administración privados sí pueden acabar siendo objeto de reclamaciones personales por parte de acreedores y accionistas.
  6. El Estado no puede disolverse, y aún en el caso de que cambie el régimen, los puestos de poder se mantendrán intactos, como también lo harán la mayoría de los miembros de la casta que los controla; el Estado es un ente desideologizado, y a la sazón, sirve a todo régimen con idéntica lealtad formal.
  7. El Estado, cuanto más intervencionista, más ámbitos de corrupción genera, lo que unido al resto de condicionantes, multiplica tanto la recurrencia, como la impunidad de los corruptos; lo cierto es que la mayoría de los casos de corrupción y corruptelas nunca son desvelados, o su investigación no avanza.

Aceptando la existencia de fuertes incentivos para que el Estado se convierta en el destino de la deshonestidad, y al mismo tiempo corrompa tanto a quienes le sirven directamente como a aquellos que le proporcionan bienes y servicios, y más aún, a quienes tienen al Estado como su principal cliente, existe un factor adicional que eleva el índice de corrupción de un país. Hay rasgos de tipo cultural, vicios institucionales, formas de ser o usos sociales que acentúan el ánimo corrupto de los individuos que forman parte de una comunidad. En estos pueblos, con más razón si cabe, habría que reducir el Estado y alejar así el pan del glotón.

@JCHerran

Aún no hay comentarios, ¡añada su voz abajo!


Añadir un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Más artículos

Populismo fiscal

Cómo la política impositiva del gobierno de Pedro Sánchez divide y empobrece a la sociedad española El nuevo informe del Instituto Juan de Mariana evalúa la deriva de la política