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La coyuntura española frente a las turbulencias financieras y la incertidumbre política

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El elemento político es sin duda la mayor preocupación del entorno nacional, cayendo la inversión extranjera directa en España y los indicadores de confianza.

El año 2016 ha comenzado con fuertes turbulencias en los mercados financieros globales. Algunos de los principales índices bursátiles han marcado su peor inicio de año en toda su historia.

China –en particular, su poco representativo mercado bursátil y su divisa- ha sido de nuevo el detonante a comienzos de año, como ya ocurriera en el verano de 2015. El desplome del precio de las materias primas continúa en papel protagonista, no se sabe si como causa o como consecuencia. A todo esto, se han sumado más recientemente las dudas sobre la banca europea, con Deutsche Bank a la cabeza.

Con estas turbulencias financieras de fondo, el nuevo informe de UFM Market Trends y el Instituto Juan de Mariana sobre España, analiza las principales variables de nuestra economía en lo que ha sido el segundo semestre de 2015.

La velocidad de crucero a la que se mueven los precios de los activos financieros, en este caso a la baja, no debería conducir a un análisis rápido y superficial. Si bien aquéllos suelen anticiparse a los acontecimientos macroeconómicos, no es menos cierto que en no pocas ocasiones descuentan escenarios que más tarde fallan en producirse. Los mercados descuentan las expectativas agregadas de los agentes, y éstas pueden ser correctas o equivocadas. Las sobrerreacciones, tanto al alza como a la baja, el comportamiento manada, etc., son el pan de cada día en el mundo financiero.

Pese al escenario negro global que están descontando los mercados, a nivel macroeconómico las cosas no parecen estar tan mal. Si bien las expectativas de crecimiento global se están revisando a la baja –principalmente por la debilidad de las economías emergentes-, las economías estadounidense y europea mantienen un tono relativamente positivo en los últimos trimestres. Existe cierta desaceleración, pero nada grave. De momento.

En el caso español, se estima que 2015 habría cerrado con una tasa de crecimiento económico del 3,2%, muy por encima de la media europea. El contexto internacional, pese a ser muy complicado para compañías españolas con exposición a Latinoamérica (Brasil) y materias primas, tiene dos efectos positivos para España: el ahorro energético derivado de los bajos precios del petróleo y el descenso en los costes de financiación.

Estos dos vientos de cola, unidos a la positiva inercia de la economía española fruto de los ajustes realizados, han compensado en la segunda mitad de 2015 tanto la desaceleración global como la mayor incertidumbre política nacional.

El elemento político es sin duda la mayor preocupación del entorno nacional. Aunque consideramos que todavía es pronto para identificar con precisión su impacto sobre las decisiones de los agentes económicos, observamos un descenso en la inversión extranjera directa en España, y una caída en los indicadores de confianza a comienzo de 2016.

El otro gran foco de preocupación a nivel nacional es el del déficit público. De mantenerse un comportamiento de los ingresos y gastos públicos en el último trimestre del año similar al del tercero, el déficit en 2015 se situaría más cerca del 5% que del objetivo del gobierno del 4,2%. Una desviación nada desdeñable, que refleja la incapacidad del gobierno de cumplir con sus compromisos frente a Bruselas.

Por el lado positivo, el crecimiento económico se está trasladando de manera notable a la creación de empleo, y los indicadores adelantados de actividad muestran cierta fortaleza. Las exportaciones mantienen su dinamismo, gracias al buen comportamiento de los mercados europeos, frente a la contracción en mercados como Rusia o Brasil.

No obstante, pese al gran impacto negativo de Brasil sobre grandes cotizadas españolas como Santander o Telefónica, tan solo el 1,1% de las exportaciones totales españolas tuvieron Brasil como destino. De hecho, el lastre de Rusia fue mayor que el de Brasil.

Desde el sector bancario, los datos más recientes muestran un pequeño repunte en el total de activos que podría indicar que el final del desapalancamiento de la banca está próximo. La tasa de crecimiento interanual de la financiación total a los sectores no financieros volvió a ser positiva, y es la mayor desde noviembre del 2013. Está por ver si las turbulencias financieras de los últimos meses habrían frenado este incipiente cambio de tendencia.

En conjunto, el desempeño de la economía española durante el segundo semestre del 2015 ha sido sólido, en un contexto donde no han faltado vientos tanto de cola como de cara.

Con todo, el relativo optimismo de los datos de crecimiento debe matizarse con la constatación de que, en caso de que las actuales turbulencias devengan en una crisis financiera internacional, los actuales niveles de endeudamiento público y externo, así como de desempleo, nos sitúan en un punto de partida en estas variables sensiblemente peor que en 2008.

Dicho esto, no creemos que el escenario de crisis financiera internacional sea el más probable. Pero la fragilidad de los mercados financieros globales, con las grandes distorsiones –con consecuencias tanto financieras como reales- introducidas durante estos últimos años por los bancos centrales, invitan a cierta precaución. Como se ha repetido insistentemente en los últimos años, estamos en territorio desconocido.

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