Skip to content

La cultura de la queja, o como los progres castigan a sus adversarios

Compartir

Compartir en facebook
Compartir en linkedin
Compartir en twitter
Compartir en pinterest
Compartir en email

Hayek fue antisemita aunque él nunca lo supiera. Así lo revela Melvin W. Reder en The Anti-Semitism of Some Eminent Economists (HOPE, 32:4), donde también incluye a Keynes y Schumpeter en la vil nómina judeófoba.

Las evidencias van del apelativo "chico judío" de Keynes referido a un compañero de cama, hasta este comentario también keynesiano sobre las diferencias entre Oriente y Occidente: "Los judíos, como pueblo oriental que debido a instintos profundamente asentados son antagónicos y por ende repulsivos al europeo, no pueden ser asimilados a la civilización europea más de lo que a un gato se le puede hacer amar a un perro". Cuidado con decir que alguien es alto, negro, musulmán, pelirroja, etc. o serán acusados de intolerantes, racistas o cosas aún peores, por muy bien que lo hayan pasado la noche anterior. La segunda cita sí cae dentro del antisemitismo, aunque Reder disculpa a Keynes debido a que por aquel entonces el antisemitismo difuso era común en la clase acomodada británica (Orwell, dixit, 1945).

El caso de Hayek es más complejo. Así, los reiterados elogios del austriaco a los intelectuales judíos por haber superado las trabas de la discriminación no anulan su antisemitismo inconsciente: en Viena había "judíos puros" con los que gente como él no se mezclaba al "estar más allá de su círculo". Además, hablar del antisemitismo dirigido contra los inmigrantes judíos procedentes de la Rusia rural, cuya apariencia y costumbres sobresalían y chocaban a una gran parte de la población oriunda de la capital austriaca, también es altamente sospechoso. Poco importa que este hecho haya sido validado por multitud de historiadores tanto judíos como gentiles. En Hayek, Reder intuye intenciones singularmente aviesas.

Otra muestra de la fobia del liberal es la queja de que en su grupo de amigos, todos judíos, él era el único al que no se le permitía hacer comentarios tales como "fulano tiene acento". La conclusión es que Hayek tenía opiniones "claramente adversas a los judíos". Por si esto no fuera poco, contamos con su versión judeófoba del veto sufrido por Mises en la universidad, que no se debió a su condición de judío –"la mitad del claustro de Derecho lo era"– sino a que la mayoría de esos profesores era socialista.

Lo que de verdad molesta a Reder no es el prejuicio, sino que Hayek osara sugerir que los socialistas anteponen ideología a rigor académico. Una afirmación así merece un castigo ejemplar, y nada peor que el estigma del antisemitismo. Las consecuencias prácticas de esto son evidentes: si alguna vez fueran conminados a abandonar algún garito de Chueca porque alguien detectase que ustedes "no entienden", no se les ocurra contarlo, so homófobos. Y si les molesta que sus amigas se rían de otras mujeres, pero que no le permitan hacer lo mismo, a callar, cerdos machistas. Y nunca digan que alguien de izquierdas es capaz de cometer alguna iniquidad, pues entonces serán arrojados a los fuegos del infierno.

Tales disparates fueron respondidos por Ronald Hamowy (HOPE 34:1, 255-260), para quien la acusación de antisemitismo es simplemente "perversa" y las citas de Reder inservibles. En todo caso demostrarían filosemitismo, como atestiguan los numerosos comentarios de agradecimiento y consideración que Hayek dedicó a Mises. En resumen "los comentarios del profesor Reder son un insulto tanto a Hayek como a todos los judíos que como yo trabajamos junto y para él, y deberían ser rechazados como las opiniones un tanto infectas de alguien que pretende encontrar malevolencia donde no la hay". El aludido apeló a la ambivalencia del término antisemita para no entrar en la cuestión.

Funnily enough, tras un largo debate la lista de distribución electrónica de HOPE llegó a la conclusión de que no había fundamentos para acusar a Hayek de antisemitismo. Posteriormente se organizó un simposium sobre prejuicios y pensamiento económico. Como epílogo a esta historia con final feliz permítanme concluir reproduciendo los títulos de los papers presentados:

"More Merciful and Not Less Effective": Eugenics and American Economics in the Progressive Era [versión académica del comentario de Manuel Llamas del 20 de septiembre]; Race, Intellectual History, and American Economics: A Prolegomenon to the Past [también referido a la era progresista]; Who Are the Canters?" The Coalition of Evangelical-Economic Egalitarians [sobre los levellers y otras sectas socialistas]; Anti-Semitism in Anti-economics [Marx, Toussenel, Dühring y otros socialistas y nacionalistas del móntón].

En definitiva, el que fue por lana salió trasquilado.

Aún no hay comentarios, ¡añada su voz abajo!


Añadir un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Más artículos

Conde-Pumpido o la apoteosis del Derecho alternativo (I)

El escándalo no ha hecho nada más que empezar. Desprecio absoluto por parte de los magistrados Cándido Conde-Pumpido Tourón, Inmaculada Montalbán Huertas, María Luisa Balaguer Callejón, María Luisa Segoviano Astaburuaga, Juan Carlos Campo Moreno y Laura Díez Bueso de las normas que obligan a abstenerse del enjuiciamiento del caso por una larga lista de causas.

Contra el ‘sumacerismo’

Desde el comienzo del estudio de la economía como ciencia —e incluso antes— ha habido ciertas voces que han atribuido la riqueza de unos pocos afortunados a la miseria y a la privación material del grueso de la población.