Esta semana se han reunido en Alemania los ocho países más ricos y Rusia para tratar los temas más relevantes del momento. Parece que a Angela Merkel no le hacen mucho caso en lo del CO2, Putin y Bush se van entendiendo dentro de las diferencias… nada nuevo bajo el Sol.
Pero ha habido una cumbre paralela que, además de contar con las exhibiciones acuáticas de Greenpeace, culminó ayer con un macroconcierto en Rostock (Alemania). No podían faltar a la cita Bob Geldof y Bono, habituales de estas ferias.
¿Realmente reclaman algo legítimo? Según explican, los políticos les prometieron cosas que no han cumplido. Pero en la cumbre del 2005 en Gleneagles lo que hicieron los representantes de los países ricos fue acordar un aumento de la ayuda al desarrollo hasta llegar a los 50.000 millones de dólares en el 2010. Es cierto que, por el contrario, se han registrado en 2007 niveles más bajos de cooperación internacional. Sin embargo ¿una promesa es lo mismo que un acuerdo? Y, sobre todo, ¿la ingenuidad de estos cantantes llega al extremo de confiar en la palabra de un político? Tal vez sí, pero ¿y la del Nobel Yunus, la ecofeminista india Vandana Shiva y el líder del Llamado global a la acción contra la pobreza, el sudafricano Kumi Naidoo, que estuvieron allí soltando sus speeches también? La gestión de los pobres está en las manos equivocadas.
El mayor estímulo del capitalismo no es el beneficio, sino la amenaza de pérdida. Pon debajo de las personas un colchón protector de bienestar y vegetarán como animales.
Esta frase (que no es mía) explica una obviedad relacionada con la pataleta de los adalides de los pobres. Si quieres sacar a los pobres de su situación, no les transmitas tu virus estatista, simplemente no les impidas que lo hagan, y si sientes mucha impotencia fomenta la cooperación voluntaria, no socialista; fomenta la iniciativa privada. En una palabra, el capitalismo.
A Adam Smith le parecía obvio que sólo el sistema de libertad natural, aquel en el que impera el respeto por la libertad individual para emplear la propiedad, el trabajo y el capital como cada uno considerara y el respeto al libre intercambio, era el marco adecuado para que los países pobres dejaran de serlo. A los liberales, en general, también nos parece obvio que el capitalismo y la libertad individual son el camino para salir de la pobreza.
Pero en una sociedad tan compleja como la actual, decir lo obvio no solamente no está de más, sino que es necesario para no perderse entre la maraña de mensajes subliminales, confusos y socializantes con que nos machacan por todos lados. Y lo más obvio de todo es que los pobres no necesitan promesas ni acuerdos, necesitan ser rentables a los ricos, contratos que se cumplan, ánimo de lucro, tener algo que perder. No necesitan caridad, ni bajos niveles de CO2, ni un concierto de reafirmación de los líderes de masas, de los gurús de la pobreza, ni una exhibición acuática de los ecofascistas.
Los 30 activistas españoles de Intermón Oxfam han protagonizado un acto reivindicativo durante el festival enarbolando unas manos gigantes en las que se podía leer El mundo no puede esperar. Pues ya saben lo que tienen que hacer. Es obvio.
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