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La decadencia de Europa

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Les misérables, así se titula un reciente análisis que publica The Economist sobre la decadencia del Viejo Continente. La razón por la que no hay crecimiento, argumentan, se debe al fracaso crónico de fomentar a emprendedores ambiciosos.

En contraste con la estadounidense, la cultura europea es poco favorable a la creación de grandes empresas y sus directivos tienen mucha aversión al riesgo. Cuando sus empresas fracasan, lo tienen muy difícil para empezar de nuevo. Una empresa fallida en Europa significa una mancha duradera, un estigma moral. En Estados Unidos hay bastante tolerancia al fracaso, mas en muchos rincones de Europa no existe una segunda oportunidad.

Algunos países europeos mantienen a emprendedores que han fracasado en el limbo durante años. El Reino Unido se descarga de la quiebra de sus deudas pasados 12 meses, más que en Estados Unidos. En Alemania, donde incluso quienes quiebran pueden afrontar una prohibición de por vida en altos cargos ejecutivos de grandes empresas, la gente tarda 6 años en conseguir un nuevo comienzo, y hasta 9 años en Francia.

Para ilustrar las diferencias con el resto del mundo, datos de 2010 muestran que los emprendedores con poca experiencia representan un 2% en Italia, poco más de un 4% en Alemania y casi un 6% en Francia de la población adulta. En Estados Unidos la cifra es del 7,6%. Otros países más emprendedores todavía son China y Brasil, con un 14% y 17%, respectivamente. También los europeos se muestran más negativos que sus semejantes norteamericanos, canadienses o brasileños cuando se les pregunta sobre su país como lugar para emprender.

Europa está llena de pequeños negocios. El problema real está en su falta de capacidad para producir suficientes empresas innovadoras que crezcan con rapidez y se hagan grandes. Por ejemplo, un estudio de 1990 explicaba que el 19% de las PYMES americanas crecían muy rápidamente, mientras que la media de seis países europeos era del 4%.

Así, mientras en Silicon Valley nacen multitud de empresas exitosas, como Amazon, Ebay o Google, aquí éstas se encuentran en menor medida. España, donde alrededor del 80% de trabajadores los emplean las PYMES, es un buen ejemplo del caso europeo.

Empero, esto no siempre ha sido así. Durante la Revolución Industrial, existían numerosas empresas de gran tamaño por todo el continente. En realidad, la mayoría de las grandes empresas europeas nacieron en el siglo pasado. Después de las guerras, Europa nunca recuperó su fecundidad y la devastación hizo que los ciudadanos fueran más adversos al riesgo que en el pasado. El proteccionismo reemplazó a unos mercados que antiguamente estuvieron fuertemente relacionados.

Según un análisis de las 500 empresas más grandes del mundo, en Europa solamente se creó una docena de 1950 a 2007, cuando Estados Unidos, en el mismo periodo, fue la cuna de 52 nuevas compañías. De las europeas, además, diez de las doce vieron la luz entre 1950 y 1975. La mayoría de las grandes empresas en Europa son anteriores, y en algunos casos mucho, a 1950.

Los start-ups dependen mucho de los inversores nacionales, y la situación de crisis no es favorable en este aspecto. Los inversores ven el capital riesgo europeo como un mal activo y el crédito es mucho menos abundante que en Norteamérica. Por eso, gran parte de las inversiones de las empresas europeas proviene de los gobiernos.

Las asfixiantes regulaciones laborales en muchos de estos países, a la par con unos mercados cada vez menos libres y más hostiles a la competencia, son responsables directos de este fenómeno, que no son más que un impedimento a la creación de empleo, desarrollo y crecimiento económico.

Mientras los gobernantes conviertan la creación de empresas en algo infernal y la mentalidad no cambie, el problema no se solucionará. Reducir costes de personal rápido y de forma barata es más difícil en muchos países de Europa que en cualquier otro lugar del mundo.

Todas estas dificultades frenan la actividad económica y provocan que el capital huya de estos lugares. Las inversiones y los emprendedores se marchan a regiones que son favorables al comercio. Hay que reconocer que algunos gobiernos en Europa han hecho tímidos pasos en la buena dirección, pero no son suficientes.

Es improbable que se dé un auténtico cambio de mentalidad en el corto plazo, principalmente por la deriva intervencionista que se está viviendo actualmente, con la situación financiera como excusa para menoscabar aún más la libertad de empresa. Sin embargo, se podría promover un proceso de liberalización si los gobiernos hicieran las reformas laborales que deben. La verdad es que las oportunidades existen. Por ejemplo, en Europa, los sueldos de los ingenieros de software son un 70% menor que en California. Hay que sobrepasar esta escasez de ideas y reactivar una actitud proemprendedora.

La doble moral de los gobiernos, de castigar duramente a quien emprende mientras van anunciando cambios para "ayudar" a los empresarios, debe terminar. Señores gobernantes, si de verdad quieren acabar con esta crisis y ayudar al emprendedor, ¡simplemente dejen de poner trabas!

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