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La deriva de la izquierda española: abandonar El Capital y abrazar el nacionalismo

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La izquierda española se encuentra en un momento ideológico notablemente confuso, volátil y diferenciable. Su posición es cambiante, como cambiantes son sus intereses y metas. Dentro de ellas resulta imposible encuadrar únicamente los de una sola izquierda homogénea, ya que en España existe un cúmulo de izquierdas, diferenciadas por rasgos en algunos casos inapreciables pero que enarbolan como bandera de combate. En un entorno político líquido, inestable y polarizado, estas fuerzas pueden contribuir y contribuyen a formar gobiernos o a bloquearlos. Por ello resulta relevante reflexionar sobre en qué se ha convertido la izquierda española desde, al menos, el 15-M, y en cómo ha evolucionado su mensaje a lo largo de todos estos años.

Las fuerzas políticas que conforman la izquierda española se han esmerado en reforzar y resaltar sus particularidades, aquello que les diferencia en su entorno electoral y hace que sus votantes se decanten por una u otra fuerza política con programas cercanos a la simetría. La izquierda en España, de manera generalizada, ha optado por abandonar el discurso correspondiente a las demandas materiales de la clase obrera, dejando atrás la manida lucha de clases marxista y dando lugar a peculiaridades divisorias nacientes en las diferentes ramificaciones de los nacionalismos regionales.

Partidos como ERC, Bildu o la CUP doblaron la apuesta por el nacionalismo excluyente compitiendo de manera directa con la derecha independentista o regionalista -dependiendo del caso-, para lo cual endurecieron su mensaje, trataron de posicionarse en los márgenes de las instituciones y alentaron la polarización afectiva allí donde llegaba su discurso.

Esta radicalización de la izquierda independentista contribuyó a arrastrar a la izquierda nacional a su terreno de la mano de líderes afines al nacionalismo regionalista, como es el caso de Teresa Rodríguez con Adelante Andalucía o Joan Baldoví con Compromis, siendo el caso de Teresa Rodríguez particularmente paradigmático ya que su escisión de Podemos está llevando al renacimiento del Partido Andalucista, con aire a trotskismo español. Una combinación ciertamente interesante.

Por otro lado, Iglesias parece haber abandonado -más bien forzado por la deriva de Podemos- el discurso regionalista en aquellas regiones donde hace algunos años tuvo relativo éxito. En sus inicios, comunidades autónomas como el País Vasco, Galicia o Cataluña acogieron bien a las diferentes formaciones delegadas de Podemos. Esto no ha vuelto a suceder en las más recientes elecciones. Han desaparecido en Galicia, donde un día las “mareas” tuvieron notoria representación. Se han hundido en el País Vasco y han obtenido resultados mediocres en Cataluña, con la CUP al alza. Algunas escisiones de Podemos, como es el caso de Más Madrid, al dar el salto a la escena política nacional en lugar de optar por un regionalismo de izquierdas, trataron de orientar su discurso hacia uno más cercano al verdismo europeo.

Esto último no se desmarca en demasía de la dinámica general de la izquierda europea, que ha adaptado su discurso a los marcos ideológicos generados por el capitalismo cognitivo, por decirlo con Gregorio Luri. Vivimos en un tiempo en el que las tensiones entre el capital y el trabajo son cada vez más difusas y en el que muchos más vectores entran en la definición del modelo de capitalismo actual. Los sectores más dinámicos de la economía se caracterizan hoy día por la acumulación de capital humano y la generación de intangibles, lo que da lugar a una élite cognitiva que modifica las relaciones pre-existentes en las estructuras de competencia y poder a nivel global.

Este escenario ha sido captado hábilmente por parte de la izquierda, que ha decidido adaptar su mensaje, abandonando el materialismo histórico para construir su discurso en un plano más sentimental, identitario y transversal. Las nuevas identidades remarcadas por la izquierda española han abandonado la verticalidad típica del socialismo en busca de una mayor horizontalidad, lo cual ha terminado por generar un discurso homogéneo en el plano económico de todos los partidos a la izquierda del PSOE, remarcando las particularidades nacionalistas de cada partido como factor diferencial.

En todo esto Podemos está quedando al margen por su escasa capacidad de reacción y adaptación. Las escisiones del partido morado, y los que en algún momento sintieron la bota de Iglesias sobre su cuello están tratando de marginar a Podemos y construir un discurso hegemónico de izquierdas a sus espaldas. Lo peligroso es que esta nueva hegemonía izquierdista contempla a partidos como Bildu, ERC o la CUP como agentes esenciales para su construcción, haciendo oposición dentro de la izquierda a la institucionalización de Podemos.

Para ello el eje central ha sido el nacionalismo, vendido como una lucha de poder sobre la que se ha ido reorganizando la identidad de la neo-izquierda española. La Constitución les oprime y los incendios en las calles les liberan. Ya saben, el régimen del 78 y la paranoia sempiterna. Marxistas-Estatistas, bonito oxímoron para el que quiera entenderlo, porque al parecer, la izquierda europea, hace tiempo que decidió matar al padre.

Pero todo esto tiene un trasfondo histórico mucho más interesante. Tras la caída del muro y el abandono del comunismo por parte de la izquierda europea para renacer como hijos de Foucault y Deleuze, se centró la nueva dialéctica en combatir no ya al capital o la superestructura de este, sino contra el poder en cualquiera de sus formas. El control, la jerarquía, el orden, …todo devenía en estructuras de opresión para la izquierda posmoderna. Pues bien, cuando este discurso llegó a España con fuerza desde hace algunos años, los movimientos de izquierda nacionalista pusieron sobre la mesa la idea de que el poder opresor era todo aquel que les alejara de sus veleidades secesionistas. La Constitución como continuación del franquismo, para proseguir con el carrusel de contradicciones. Sobre estos ejes se construyó el discurso de la nueva izquierda, que decidió explotar los particularismos territoriales hasta el punto de presentarse como mejores aliados y cómplices de fuerzas segregadoras como ERC, los falleros de Las Ramblas o Bildu.

No crean que frente a esto el centroizquierda nacional actuó o actúa de manera distinta. El PSC y el PSE han sido los mejores amigos de las fuerzas centrífugas, aumentando siempre su apuesta por aquellos que remarcan sus privilegios excluyentes cada vez que tienen ocasión de ello. La izquierda ha tratado de construir nichos dentro de un mismo nicho y ha flexibilizado su ideología hasta límites previamente insospechados.

Al abandonar la tradicional lucha entre capitalistas y proletarios, la izquierda decidió construir identidades y apoyarse en particularismos diferenciadores para llegar al poder. Durante bastantes años han sacado rentabilidad de estos movimientos, hasta que la competencia ha resultado excesiva y el votante nacionalista de izquierdas ha estirado la ventana de Overton hasta límites insospechados, como puede ser la legitimación de la violencia callejera. El proyecto de la izquierda ha terminado siendo un mercado de falsas identidades y contraposiciones inventadas, sobre las cuales se trata de extraer rédito electoral a través de una constante polarización afectiva. La respuesta siempre es pedir más Estado, excepto cuando este es de Derecho.

Cambiar La Internacional por Els Segadors, eso era el progreso.

1 Comentario

  1. Muy buen articulo que se vería muy beneficiado por la introducción de las teorías de la izquierda indefinida, «el mito de la izquierda» de Gustavo Bueno. El modus operandi de la izquierda al más puro gramsciano está más que explicado en esta reflexión, socialismo, comunismo o progresismo ya no son más que meros eslóganes simplificadores. Ahora lo interesante sería centrarnos en como el PSOE, está implementando su federalismo asimétrico que ya funciona en su distribución interna. Su federación partidista, es más una confederación, por el veto del que disponen el PSC y los socialistas del País Vasco a temas nacionales. Su visión de España, es una continuación del Autonomismo, de camino al confederalismo, un federalismo asimétrico. Algo que razonablemente no es posible, en España, porque para confederarse o federarse, la regiones españoles tendrían que ser estádos independientes, cosa que desde hace varios siglos no es el caso.
    Artículo exquisito de leer porque ahonda en la ideología fraccionaria de la nueva izquierda, que pugnan por una «Nación de naciones» en un federalismo o confederalismo al más puro metafísico, no hay nada material en nuestra historia que concuerde con esas ideas, bueno, salvo el Estado de las Autonomías…


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