Una de las peores consecuencias que ha tenido la actual crisis económica en España ha sido la subida de la tasa de desempleo. Hace apenas unos años la situación era de euforia generalizada, creyéndose que el pleno empleo se encontraba en un horizonte temporal no muy lejano. Hoy en día la situación es radicalmente distinta, preguntándose cada día más gente si podrá trabajar el día de mañana.
Al estudiar la crisis económica española y compararla con la que sufren otros países de nuestro entorno, nos podemos encontrar con que una de las características peculiares que tenemos en nuestro país se encuentra, precisamente, en la mayor repercusión del desempleo. Si tomamos, por ejemplo, las cifras de paro publicadas por Eurostat para la zona del euro, entre agosto de 2008 y junio de 2009 la tasa ha subido desde el 7,6% al 9,4%, pero, en España, para dicho mismo intervalo, la subida ha sido mucho más espectacular, desde el 11,8 al 18,1%.
Como se puede ver las cifras no son nada alentadoras y no invitan al optimismo. Son muchas las empresas que cierran o las que despiden a parte de su personal. No obstante, a la par que se destruyen empresas deberían surgir otras nuevas más adaptadas a las nuevas necesidades, lo que parece que no está ocurriendo con la celeridad necesaria si atendemos al incremento de la tasa de paro. Puede parecer extraño que alguien quiera crear una empresa hoy en día, sin embargo, muchas de las multinacionales existentes hoy en día nacieron en época de crisis, y en sus inicios fueron pequeñas empresas.
El proceso por el que una persona decide convertirse en emprendedor y crear una nueva empresa no resulta fácil. Su misión será la de proporcionar un producto o servicio que satisfaga a sus clientes, a un precio competitivo y, que a su vez, le permita cubrir los costes en los que incurre. Así deberá de dedicar su tiempo al desarrollo del producto, o a la prestación del servicio, a dar a conocer lo que ofrece, a la búsqueda de clientes, a su trato, a entender sus preferencias (incluso a conocer gustos que éstos últimos desconocen tener), a controlar los costes, a buscar personal, a satisfacerlo a fin de que no abandone la empresa, a estudiar la competencia, a buscar un lugar donde realizar la actividad de la empresa, a obtener recursos para la producción, etc. Como se ve, estos objetivos no sólo no son fáciles de cumplir, sino que, en algunos casos, llegan a ser contrapuestos.
Por tanto, los comienzos de una nueva empresa no resultan en absoluto fáciles. Así la falta de experiencia y de recursos es reemplazada por el esfuerzo y sacrificio del emprendedor y sus colaboradores.
No obstante, el emprendedor no ha de dedicar su tiempo únicamente a satisfacer los objetivos anteriores, ya que tiene diversas obligaciones de índole legal específicas de nuestro país, y que pueden estar motivando esa resistencia existente para la creación de nuevas empresas. Atendiendo a la clasificación de países por facilidades para hacer negocios que elabora cada año el Banco Mundial, España ocupa la posición número 49 en el año 2009, habiendo descendido 3 posiciones con respecto al año anterior. Y si se examina la clasificación en cuanto a la facilidad de abrir un negocio, España retrocede a la posición 140, frente a la 123 que ocupaba el año anterior.
Si un emprendedor decidiese constituir una Sociedad Limitada (forma societaria más común en España) para iniciar un negocio, estaría obligado a realizar, al menos, los siguientes trámites burocráticos:
- Solicitud al registro mercantil de una Certificación Negativa para que éste verifique que la denominación que se quiere dar a la sociedad es única.
- Apertura de la cuenta corriente bancaria, depósito del capital social, y obtención del certificado de la entidad financiera detallando el importe aportado por cada socio.
- Elaboración de una carta de intenciones por parte de todos los socios que se presentará a Hacienda junto al modelo censal 036 y la Certificación Negativa para la obtención del Código de Identificación Fiscal (CIF) provisional.
- Elevación a público de la Escritura de Constitución de la sociedad, que se formalizará en una notaría aportando la documentación anterior.
- Pago del Impuesto de Actos Jurídicos Documentados.
- Inscripción en el Registro Mercantil.
- Legalización de libros (actas y socios) en el Registro Mercantil.
- Solicitud del Código de Cuenta de Cotización Seguridad Social, comunicación de la apertura del centro de trabajo, solicitud del libro de visitas, y solicitud de alta en el Régimen Especial de los Trabajadores Autónomos de los socios trabajadores de la empresa si no lo estuvieran.
- Solicitud de la licencia de apertura ante el ayuntamiento (o de cambio de actividad o titularidad si anteriormente hubiese existido otra actividad similar en el local).
Como se puede observar el proceso es bastante largo (especialmente la licencia de apertura, que según el ayuntamiento en que se solicite puede demorarse meses) y puede suponer un coste importante para el pequeño emprendedor.
Puesto que existen países donde todo este proceso es mucho más sencillo deberíamos preguntarnos si la actual carga burocrática no está desincentivando a gente para constituir nuevas empresas, debiendo estudiar la legislación de otros países, como Nueva Zelanda, donde la constitución de una sociedad no lleva más allá de 1 día y su coste supone los 200 dólares.
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