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La distorsión de los medios de comunicación

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A lo largo de la vida de una persona se experimenta varias veces la extraña sensación que surge al ver tratado en un medio de comunicación algún tema que se conoce de primera mano.

La mezcla de asombro, enfado o indignación que suele acompañar a esta experiencia puede ser mitigada razonando sobre los tres motivos de esta disonancia entre la realidad en la que vivimos y lo que nos trasmiten los actuales medios de comunicación.

  1. Los medios tienen que condensar la información en pocos segundos o minutos. Hay pocos temas que puedan sufrir tal condensación sin ser totalmente desvirtuados.
  2. Los periodistas que trabajan en las redacciones no suelen ser las personas mejor dotadas intelectualmente de la sociedad. Por lo tanto, son incapaces de transmitir un hecho complejo, ya no digamos de simplificarlo.
  3. Los periodistas, y las personas para las que trabajan, tienen sesgos e intereses propios, y no disponen de ningún medio para mitigarlos (más bien al contrario).

Estos tres puntos se ven agravados por el actual mercado en el que tienen que sobrevivir los medios, donde la calidad no tiene cabida desde el momento en que las propias fuentes de información son accesibles directamente por las personas con suficiente interés y formación.

Esto provoca fenómenos como el que estamos viviendo actualmente, donde televisiones sin nada con lo que rellenar sus programas matinales han creado una histeria colectiva sobre pinchazos en discotecas.

Siendo todo esto, con las matizaciones que se quieran, generalmente aceptado, surge otro fenómeno que es más difícil de explicar.

En marzo de este año se convocó una manifestación de cazadores y mundo rural en Madrid para protestar por la ley de bienestar animal. Desde Atocha a Nuevos Ministerios decenas de miles de personas con prendas naranjas y pancartas de distintas federaciones llenaron las calles. Cientos de autobuses, con su correspondiente identificación sobre la federación o asociación que lo había alquilado, estuvieron aparcados en las calles aledañas al recorrido de la manifestación durante toda la jornada.

Todo esto, una realidad al alcance de cualquiera que tuviera ojos, fue transmitido al país por medio de todas sus cadenas de televisión como una protesta de agricultores y ganaderos por el precio del petróleo. Hasta aquí lo normal. El punto 3 de nuestro razonamiento nos lleva a pensar que este falseamiento burdo de la realidad entra dentro del juego de los medios de comunicación, y todos seguimos nuestra vida como si nada.

Lo que me cuesta explicar no es esto, sino lo contrario. Hace unas semanas nos enteramos que un periodista de una cadena de televisión dio una información sobre Pablo Iglesias pese a parecer burda, solo por intereses personales. Y mira por dónde, ahora sí que se ha disparado el sensor de alarma de las mentes pensantes del país, y ha corrido la tinta a litros para analizar el estado del periodismo y qué demonios vamos a hacer para salir de esta espiral de manipulación.

Y la pregunta que uno se hace es: ¿por qué ahora sí? ¿Por qué todas las televisiones pueden mentir sobre algo que todos vemos sin que nadie mueva una ceja, pero si se descubre una mentira de hace años sobre un político concreto saltan las alarmas?

Podríamos agarrarnos a que el principal creador de opinión son los propios medios de comunicación y, en este caso, es lógico que apunten a una mentira de un periodista en concreto, en vez de apuntar ante el comportamiento de todo el sector.

Es una parte de la verdad, pero no sería toda la verdad. Los creadores de opinión se han diversificado bastante en estos años de redes sociales. Así que hay que admitir que los mismos sesgos e intereses que afectan a los periodistas, también afectan a estos creadores de opinión de nueva generación.

Así las cosas, tengo que reconocer que hay cierta chanza de la que me he reído alguna vez, pero a la ya que no veo la gracia. Es el intento de ridiculizar a aquellas personas que tuitean indignados que cierta noticia no sale en los medios… enlazando una noticia de un periódico. No, no suele ser la gente más inteligente la que hace este tipo de cosas, pero a lo mejor su inconsciente está reconociendo algo que a los que nos reíamos se nos escapa: que las noticias importan o no según un número pequeño de personas, y ser racional y cabal no te va incluir en su selecto club, pero despreciarlos irracionalmente sin cuartel puede que sí funcione.

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