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La enfermedad como derecho

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"Estar gordo es una elección", dice Karen de Coster en esta entrada de su estupendo blog. La autora explica qué decisiones individuales llevan a los padres a criar niños obesos y a ser, ellos mismos, obesos. Llama la atención que lo que Karen reclama es que se abandonen las excusas que justifican las malas elecciones individuales y resalta que la responsabilidad es de quien elige la pereza y el sedentarismo.

Esta defensa paternalista que denuncia De Coster y que, de paso, justifica la dejación de la responsabilidad de cada cual en las vigilantes manos del Estado, se extiende a otros problemas. Los diferentes tipos de drogadicción y las enfermedades derivadas de malos hábitos alimenticios son los dos ámbitos más relevantes en los que se produce este fenómeno. Pero no son los únicos: las enfermedades cardiovasculares, los hábitos saludables y los accidentes caseros –especialmente los infantiles– se llevan gran parte del presupuesto en campañas del Ministerio de Sanidad y Consumo.

Detrás de la reclamación de regular el comportamiento individual se esconde la fantasía de que en caso contrario proliferarían los obesos, las anoréxicas, las fumetas, los yonkis, los infartados, los niños beberían lejía… como si la población fuera tonta o incapaz de ser responsable. El objetivo de estas campañas que, en ocasiones, se elevan al grado de ley, no es necesariamente malo en sí mismo, pero la manera de alcanzarlo es más perniciosa de lo que parece.

Como señala Karen de Coster, los medios de comunicación habituales excusan al actor que realiza las elecciones al incluir como causa en última instancia de determinadas "enfermedades" a la pereza y las elecciones equivocadas.

Por otro lado, la lectura de las campañas ministeriales deja claro dos cosas: la campaña forma parte de un plan europeo y el problema de fondo es presupuestario. Párrafos como el que sigue hacen pensar:

Hay que considerar el impacto socioeconómico de la gestión y tratamiento de las lesiones, que en Europa representa más de cuatro veces el presupuesto total de la UE… Con la muerte de un niño se pierden también a los más jóvenes de nuestra sociedad y a aquellos que tienen por delante mayor número de años para contribuir como individuos sanos y capaces, pero más importante todavía es que la muerte de un niño tiene efectos devastadores sobre su familia, destruyendo a veces la unidad familiar.

De los argumentos que expone (presupuestos, recaudación, daño a la familia), los dos primeros son tan lógicos como terribles. Deja claro que el interés de los gobernantes no es tan bondadoso sino que quiere que sus súbditos estén sanos y fuertes para cotizar como Dios manda. El tercero, simplemente, no es de incumbencia del Estado. ¿Por qué razón? Porque no es el cuidador, ni el consuelo de las familias de manera coactiva, obligatoria. No es responsable de evitar accidentes, ni de asegurar la salud de las personas, sus buenos hábitos, la elección de su ocio o de su comida. Es cada cual el que debería ser responsable de lo que hace o deja de hacer.

El problema de las enfermedades "familiares" o sociales es más claro. El consumo de drogas genera un enorme dolor a quien tiene un adicto en su familia, sea un borracho, sea un yonki. La diferencia con el tabaco es que no es causa única y directa de ninguna enfermedad. Puede ser o es una de las causas del cáncer de laringe, por ejemplo, pero la relación no es tan directa y evidente como en el caso de la heroína.

¿Afecta ello a que sea más susceptible de ser legislado el consumo de una o de otra? No, en mi opinión. La razón es que se trata de que el Estado no debe legislar qué hace cada cual con su cuerpo. Y que el dolor que un enfermo causa a la familia tampoco justifica la prohibición. Aunque se suelen dar argumentos utilitaristas, yo creo que incluso si la prohibición por el Estado funcionara debería dejarse en manos del individuo esta responsabilidad.

Ser drogadicto es una elección, ser anoréxica es una elección, ser enfermo es una elección… al menos en parte. Uno sabe que la droga es droga, cualquiera sabe que una raya de coca no es como tomarse un café, de hecho quien empieza a consumir lo hace precisamente por eso. Igual que todos sabemos que quien sale a la intemperie desabrigado se resfría o que si caminas descalzo te saldrán hongos. Hay un tránsito hasta que te conviertes en adicto sin solución. Y en esos momentos, el consumidor elige no poner remedio, la anoréxica elige seguir perdiendo a pesar de que quienes te quieren te dicen que estás en los huesos. Eres débil, por las razones ambientales, psicológicas que sean, pero débil. Por más que escueza.

Y ese es el punto que me gusta del artículo de De Coster. Pone encima de la mesa cómo los mensajes que quitan peso a la decisión individual fomentan la irresponsabilidad, generan personas cobardes ante sus problemas. No se trata de prohibir, sino de que la persona se eduque con fuerza de voluntad, y eso no atañe al Estado, sino a cada cual.

Sé de una anoréxica que preguntó llorando y desesperada a su terapeuta: "¿Qué tengo que hacer para que acabe este infierno?" La respuesta fue clara: "Come. Llorando, enrabietada, odiándote… pero, si quieres curarte, come."

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