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La epifanía del liberalismo en España

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Juan Carlos Girauta acaba de sacar a la calle un ensayo sobre la eclosión liberal, palabras estas últimas que ha elegido con acierto para el título. El texto merece sus recensiones, pero el objeto del libro dará, de esto estoy seguro, para muchos otros. ¿Qué es este fenómeno de la eclosión liberal? ¿Cómo se explica que con ese término, tan preciso y en consecuencia tan ambiguo, se identifique al movimiento político con más nervio en la España de hoy?

La primera explicación es, y no podía ser otra, el fracaso del liberalismo en España. Nuestro país ha dado eximios liberales al mundo, además de haberle regalado la preciosa palabra con que se designa la ideología de la libertad. Pero por razones históricas que no cabe analizar aquí, una parte importante del liberalismo se pudrió de sectarismo y por éste se unió en el poder con quienes eran sus mayores enemigos. Y la otra parte, la de amplio espíritu, veía cómo por uno y otro camino el devenir de España se alejaba de sus queridos ideales de libertad y de paz, con una guerra fratricida de por medio. El largo invierno franquista nos heló. Siguió habiendo liberales, sí, pero sin "liberalismo", es decir, sin un movimiento o una propuesta que ofrecer a la gente. Fue elitista personal y políticamente. Acaso la situación lo requería, pero la llegada de la democracia no mejoró sensiblemente las cosas.

Otra razón es el éxito de la izquierda, que ha penetrado profundamente la piel de los españoles, y que es la principal proveedora de entendimiento de lo que ocurre. Se filtra desde los medios de comunicación, las universidades, los intelectuales, la política… En España tuvo el reflejo político en los gobiernos de Felipe González, trece años en el poder. Su experiencia tuvo que despertar el interés de muchos jóvenes con espíritu crítico. Además, el socialismo, el progresismo, o simplemente la izquierda tienen un mensaje embriagador, pero que es esencialmente falso y que es incapaz de traspasar la piel de muchos. Súmese a ello que el socialismo desatado ha fracasado históricamente y el democrático ha agotado su programa con resultados penosos Y son muchos los que no se lo tragan y buscan una guía alternativa.

La derecha acomodaticia, anti intelectual y reaccionaria no podía competir, para ese papel, con el liberalismo. Creo sinceramente que las ideas de libertad son enormemente potentes. Por un lado porque permiten recoger las piezas sueltas y componer un puzzle con sentido y que se refiere vivamente a la realidad. Por otro, están fuertemente enraizadas en el espíritu humano y llaman con fuerza a los sentimientos de justicia y ética. Por eso hay un liberalismo instintivo, como dice uno de nosotros, que resulta atractivo y convincente.

Pero esas ideas tienen que abrirse camino. En España hay dos nombres que destacan por encima de los demás: Federico Jiménez Losantos, que ha acercado el liberalismo a la vida diaria y a la política, y Jesús Huerta de Soto, que ha traído a nuestro país el mejor pensamiento liberal, enhebrándolo, además, con nuestra mejor tradición.

Esa juventud que desconfía de la izquierda, que no puede digerir sus caducos mensajes, ha tropezado con un conjunto de ideas coherente y feraz y se ha adherido a ellas sin el complejo que aqueja a otras derechas. Ha tenido que meterse entre pecho y espalda unos cuantos libros y artículos. Ha tenido que hacer el esfuerzo intelectual de formar sus propias opiniones frente a las precocinadas y predigeridas que recibe a diario desde los medios de comunicación. Ese esfuerzo se ve recompensado por la conciencia de que jamás le mirará un socialista de cualquier partido por encima del hombro.

Y por último, Internet. A pesar de su origen, Internet es un espacio ideal para el ejercicio de la libertad. No caben las concesiones y por tanto no es el lugar donde la izquierda se pueda sentir cómoda. Nunca lo ha hecho. En el caso de España contamos, además, con un fenómeno único en el mundo: Libertad Digital. En Internet se han encontrado los jóvenes liberales, con sus convicciones por delante y con un desparpajo que asusta y desconcierta a muchos. Y con la firme voluntad de defender los derechos y las libertades propias, que son también las de los demás.

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