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La gestapo llama a su puerta

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La anunciada expropiación de viviendas desocupadas prevista por la futura Ley estatal del Suelo muestra a su vez, más allá del previsible desastre económico, los resortes psicológicos de las personas que diseñan estos procesos de demolición social.

Es cierto que la propia titular del ministerio impulsor de la fatal iniciativa, junto con el partido que le sostiene, declinó en sus intenciones; pero quizá ya se ha abierto una brecha en la seguridad jurídica inmobiliaria, además de que el proyecto legislativo deja en manos de las comunidades autónomas la voluntad de expropiar los pisos vacíos.

La información sobre urbanismo y vivienda casi siempre es preocupante para la libertad de los contribuyentes: el próximo aumento de viviendas de precio oficial que repercutirá negativamente en la adquisición de inmuebles no tasados, una sociedad pública de alquiler que se entromete en la contratación, injustas valoraciones del suelo… Entonces, ¿por qué se insiste en lanzar mensajes negativos contra la sociedad, mensajes que incluso perjudican los intereses electorales de los que mandan? ¿Por incompetencia manifiesta? ¿Por estulticia? ¿Por prejuicios ideológicos al estilo leninista de cuanto peor, mejor? ¿Por una composición de esos tres factores?

El gran psicólogo norteamericano Abraham Maslow escribió entre 1938-1941 un interesante artículo titulado “La personalidad comunista” que analizaba el carácter de los creyentes del marxismo. Maslow establecía una doble clasificación. De una parte, las personas comunistas que sienten fobia hacia los demás ya que padecieron amargas experiencias en la vida y son poco eficaces para el partido. De otro lado, las personas comunistas seguras de sí mismas, realmente simpáticas y brillantes, que se entremezclan en el mundo. Dice el autor de éstas: “Es típico el que puedan entender o intenten entender a los que se oponen y a menudo puedan inconscientemente simpatizar con ellos. Por ejemplo, su interpretación del marxismo tiende a adoptar la forma de que el capitalista no es una mala persona, sino que se ve forzado a comportarse mal a causa de las fuerzas externas que hacen de él un explotador. Así, es posible para este tipo de comunistas ser amigo de personas que no creen como ellas”.

Da igual que una persona de esas características, por motivo de su autoridad pública, corte la enésima cinta inaugural, sea agasajado por multitud de expertos o converse en amistosa negociación con sectores angustiados. Su clave íntima es contraria. El hontanar mental de sus decisiones se opone al medio para el que trabaja, al menos hasta que ese hombre o mujer satisfaga intereses sobrevenidos o le repugne el método empleado en su agenda política. Por eso les resulta indiferente el horror al vacío en el valor de las casas tras la amenaza expropiadora o la delación entre vecinos que propiciaría esa nueva gestapo de los hogares. Seguirán aporreando puertas porque les sale gratis y demasiada gente se ha acostumbrado desde hace mucho tiempo a la sordera.

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