"La ignorancia es la madre de todos los crímenes". Esta frase, atribuida a Honoré de Balzac, expresa en pocas palabras el fenomenal barullo que vivimos en torno a la subida de la factura de la luz. Que los medios de comunicación se vean obligados a explicar con infografías, esquemas, especiales y todos los recursos a su alcance, cómo se fija el precio de la energía eléctrica apunta a uno de los principales factores responsables. Un ciudadano que paga su factura no sabe qué está pagando realmente y a quién.
Para colmo de males, cuando se anuncia una subida de escándalo y el gobierno se ve forzado a retroceder para calmar el enfado general de la sociedad, a nuestros gestores no se les ocurre otra cosa que señalar con el dedo el sistema de subastas como poco claro y directamente acusan de manipulación del precio determinado mediante ese sistema a los participantes en la misma.
La claridad brilla por su ausencia
Pero lo cierto es que lo más turbio de todo esto es la política energética de los diferentes gobiernos y a qué intereses sirven. La defensa del medio ambiente que encubría subvenciones a intereses creados por empresas que arrimaron el ascua a su sardina y votos verdes para Zapatero no estaba a la vista de todos. Aún recuerdo los titulares de los periódicos "afectos al régimen" del pasado gobierno socialista loando esa política energética verde que supuestamente resonaba en Europa y que hasta era mencionada por el mismísimo presidente Obama, gurú de la demagogia mundial. Pero ninguno mostraba los entresijos de esa política oscurantista que sembró las futuras subidas de nuestra factura eléctrica.
También recuerdo las acusaciones a los expertos que denunciaban esos intereses creados tintados de verde, quienes eran tachados, poco más o menos, de querer que se acabara la vida en la Tierra, que todos nos muriéramos contaminados y que nos arrasara un asteroide. Pero eran los únicos, y siguen siendo, que nos decían la verdad.
No fue clara la privatización de las eléctricas ni de casi ninguna de las empresas procedentes del monstruoso INI, hijo de la autarquía franquista, que acabaron "casualmente" en manos de amigos. Nada raro en un país con la tradición empresarial mercantilista como el nuestro.
Y ahora, nuestro gobierno, el que venía a redimirnos de la terrible etapa zapateril, retoma esa actitud todopoderosa y entona un "A ver qué podemos hacer".
Lo que se puede hacer
Y hacer, se pueden hacer muchas cosas. Pero la primera, sin duda, es informar a los ciudadanos acerca de a dónde va cada euro de la factura de la luz. Para que sepamos lo que nos cuesta ser tan verdes, para ver hasta qué punto, en medio de la crisis y lo mal que lo está pasando tantos empresarios y tanta gente, estamos dispuestos a subvencionar una energía que, hoy por hoy sigue siendo muy cara.
También se podría reducir el peso de la electricidad precisamente en la parte que el gobierno puede hacerlo, por aquello que siempre comenta Soraya Sáenz de Santamaría, la ayuda a la creación de empleo, una ayuda que brilla por su ausencia y que en este caso podría ser real recortando los costes energéticos de nuestras pymes.
Y, por último, estaría bien no usar el nombre de la subasta en vano. Una subasta es el paradigma del mercado en el que los precios se fijan en función de la convergencia de la oferta y la demanda. ¿Que son pocas las empresas eléctricas y se puede considerar un oligopolio? Cierto. Tan cierto como que es la situación del sector en la mayoría de los países en los que el precio es más claro y más libre. ¿Puede haber un comportamiento colusorio en una subasta cuando los oferentes son pocos? También puede suceder, pero el número de participantes era amplio. En los países con oligopolios similares el precio de la luz no es tan alto, algo es diferente aquí. Y, puestos a sospechar, sospecho del comportamiento del Gobierno, que levanta el teléfono, y anula una subasta a través del todopoderoso mega regulador, la Comisión Nacional de Mercados y Competencia.
Lo que desde luego no se puede hacer es echar fango a los demás para ocultar unos intereses creados, dar el puñetazo en la mesa para evitar el escándalo popular y no actuar en donde puedes sino en donde se supone que no debes meter la mano.
Los empresarios y los ciudadanos lo agradeceríamos. Hágase la luz.
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