Los académicos suelen conceptualizar a un orden internacional, como un conjunto de reglas e instituciones que guían el comportamiento de los estados-naciones, principalmente. También al resto de actores no gubernamentales, sean empresas multinacionales, grupos ecológicos o actores políticos, entre otros, que gravitan sobre la dinámica misma del orden en cuestión. En este orden, ¿amortigua el comercio los conflictos internacionales?
Interdependencia y conflictos
Definido lo que grosso modo entenderemos como un orden internacional, valdría la pena destacar, lo que ha sido una suposición teórica e histórica de algunos defensores del libre mercado global de bienes y servicios. Según ésta, los altos niveles de interdependencia económica en sus vertientes comerciales y financieras, conllevan indefectiblemente a los Estados-naciones a reducir sus niveles de conflictividad. Esto puede ser a través de las negociaciones o resolución de sus conflictos por medio de instituciones previamente establecidas o acordadas entre el conjunto de países en cuestión, o a través de negociaciones directas.
Sobre estas premisas han sido, a grandes rasgos, los fundamentos sobre lo que se ha sustentado el Orden Liberal Internacional. La caída del muro de Berlín ha reforzado esas premisas. Hecho históricamente emblemático, que marcó «el fin de la guerra fría y el inicio de una nueva era para la humanidad». Y Según las cuales el mundo iba a converger de manera casi inevitable a un orden internacional más democrático, donde los principios del libre mercado, fundamentados en la creciente globalización económica, y la democratización de las naciones, iban a hacer sus bases fundamentales.
Crear intereses comunes
Una de las presuposiciones básicas de estas visiones ha sido que la interdependencia, más allá de crear ciertos niveles de vulnerabilidad o exposición a los vaivenes de los mercados globales, había conformado un entramado de intereses y beneficios comunes de índole económica y principalmente comercial, donde el juego ha sido en mayor o menor grado de ganar-ganar y no, de suma-cero, entre los principales actores políticos y económicos globales.
Es indudable que los fundamento teóricos y hasta empíricos en los cuales se ha sustentado los principios del libre mercado mundial, y sus consiguientes aportes al crecimiento económico global de los últimos 40 años, de los cuales hemos sido defensores, han servido dentro de algunos contextos históricos y políticos como un factor amortiguador de ciertos conflictos de orden geopolíticos principalmente.
Desorden global
No obstante, cuando el juego de equilibrio de poder geopolítico y económico se produce entre estados-naciones con regímenes políticos de diferente naturaleza, con valores y pretensiones políticas disímiles, aunque los mismos compartan ciertos intereses económicos comunes, como lo ha sido el caso de los Estados Unidos y sus aliados europeos y asiáticos, frente al creciente poderío económico de la China comunista principalmente.
Los imperativos de orden geopolíticos y geoeconómicos, sustentados en principios de lo que las élites político-militares empiezan a percibir como un problema de seguridad nacional, son los que han solido imperar a la hora de comenzar a delinear las decisiones frente al surgimiento de un nuevo orden económico global. Para los efectos de lo antes expuestos, es pertinente citar al hoy en día ex-secretario de Defensa de los EEUU, James Mattis y el cual aseveró:
Nos enfrentamos a un creciente desorden global, caracterizado por el declive del antiguo orden internacional basado en normas. Donde la competencia estratégica interestatal, y no el terrorismo, es ahora la principal preocupación en la seguridad nacional de EE.UU.
Secretary of Defense James Mattis, “Summary of the 2018 National Defense Strategy of the United States of America” (Washington, D.C.: Department of Defense, 2018), p. 1.
Un nuevo orden
De la cita del hoy ex-secretario de Defensa estadounidense, se puede fácilmente inferir, que la interdependencia económica global no ha tenido el efecto amortiguador frente a los conflictos internacionales actuales, sino que demuestra que son los imperativos de índole estratégicos basados en lo que serían las nuevas amenazas a la seguridad nacional de los actores en cuestión y sus pretensiones geopolíticas y geoeconómicas los que marcaran la transfiguración del actual orden económico y político global.
Mas cuando se ha comenzado a emplear en el actual contexto internacional, la geoeconomía como un arma de lucha geopolítica, (véanse las guerras tarifarías y de políticas de nearshoring entre los Estados Unidos, y la Unión Europea, principalmente, frente a China, y la guerra de Ucrania y Rusia), pues al margen del alto grado de interdependencia económica existente entre estos Estados, han comenzado a percibirse, en mayor o menor medida, como enemigos existenciales.
Lo que ha colocado en entredicho la tesis antes expuesta, sobre el hipotético rol de amortiguación que la interdependencia económica como efecto subyacente de la libre movilidad de los factores de producción y servicios a escala global dentro del marco de la globalización económica, ha debido de tener en el actual escenario económico y político mundial. El cual está marcando un punto de inflexión en el nacimiento de un nuevo orden geopolítico y económico internacional, con sus consiguientes costos económicos para la población mundial.
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