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La juventud española: el paraíso perdido

Publicado en Voz Pópuli

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Mientras que en veranos anteriores, a estas alturas nos abrasan con el anticipo de lo que nos aguarda tras las vacaciones, este final de agosto solamente conserva los anuncios televisivos de cursos y colecciones por fascículos. Dedales antiguos, idiomas, miniaturas de cascos de famosos motoristas, cocina creativa… ni rastro de análisis presupuestarios domésticos de cuánto nos va a costar la "vuelta al cole", o lo que nos hemos gastado en cervecitas y gambas, o cómo remediar el síndrome post vacacional. Eso sí, agotados Gibraltar, las vallas y las pateras, la preocupación en los debates en los medios y en los informativos es la juventud española, y en concreto, la supuesta generación perdida.

¿Qué es una generación perdida?

La denominación de "generación perdida" a toda una generación por el elevado nivel de desempleo en esa franja de edad me parece excesivo y muy perjudicial. Pero se ha puesto de moda porque victimiza, vende y permite manipular a unos y a otros. Esta generación estaría perdida si, de verdad, no tuviera opción, si nos encontráramos en una situación de conflicto armado largo y esa generación se viera truncada; o si hubieran sido víctimas de una manipulación colectiva, como la de los pioneros soviéticos y les hubieran castrado, pero de verdad, los incentivos.

Pero la realidad es muy diferente. Nuestros jóvenes tienen opciones diferentes. Las usan o no, pero las tienen. Lo que hay en España es una generación "sorprendida". Sorprendida porque no hay nada de lo prometido, porque su objetivo de vivir con el mismo status o mejor que sus padres no va a ser posible, porque la era de la abundancia ha terminado y probablemente por mucho tiempo.

Nuestros jóvenes están en paro, pero pueden emigrar. Eso no es una lacra. Significa que hay lugares donde son requeridos. Los empresarios que al no encontrar demanda interna suficiente, tienen que diversificar fuera y exportan, no se sienten tan fracasados. Hace unos años decir que tu hijo trabajaba fuera era algo de lo que alardear. Hoy se tienen que ir y ese matiz cambia las cosas. Pero en el fondo no es tan diferente. Que los hijos salgan de casa y lo pasen más o menos mal hasta encontrar su lugar es simplemente lo que generación tras generación ha sucedido. Y a unos les sale bien y a otros no. Unos se tienen que ir a la ciudad desde el pueblo, o a otro país y otros lo logran en el mismo entorno familiar. Pero eso no les hace mejores o peores, depende de si aprenden, valoran, y encauzan su camino.

Pero de lo que se quejan los jóvenes y de lo que los adultos nos dolemos es de no haberles puesto en bandeja un puesto de trabajo, un piso "adecuado", y un coche en la puerta… sin mirar el esfuerzo y el entorno. Porque esforzarse no basta, además hay que mirar en qué situación económica estamos.

El marco adecuado para el estado del bienestar

Por la misma razón que correr 25 kilómetros en Madrid (España) no es igual que correrlos en La Paz (Bolivia), el esfuerzo no tiene el mismo resultado si las leyes, el mercado laboral, el entorno económico son los de Ruanda que si son los del Reino Unido.

El sábado tuve que escuchar a la portavoz de una coordinadora nacional de estudiantes recriminar a sus mayores haber dejado que suceda la crisis "que no ha sido culpa nuestra" y que ellos tengan que pagar el pato del desempleo y los recortes en educación.

Si la crisis tiene culpables, adelante, hagamos una lista con nombres y apellidos. Todos los gobernantes que promulgaron leyes que entorpecían el sistema, todas las empresas financieras o no que aprovecharon para obtener privilegios gubernamentales, todos los lobbistas y buscadores de rentas que se aprovecharon de los impuestos, fruto del trabajo de sus conciudadanos, para su propio beneficio, los propios jóvenes, objeto de compra de votos mediante subvenciones absurdas… Todos ellos, junto con las circunstancias del mercado financiero nos han conducido a donde estamos. Porque esas mismas circunstancias nos habrían afectado de otra manera si nuestra estructura económica y legal hubiese sido otra. Ellos no sufrirían esa tasa tan alta de desempleo.

No es una generación perdida, es un paraíso que no existe, una ficción de bienestar y buenrollismo lo que han perdido nuestros jóvenes. ¿Les vamos a dejar aprender o a ponerles paños calientes?

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