El dinero. Esa es, según Ken Connor, la leche materna de los políticos. Y es cierto. Para ello recurren a sacar fondos de todo lo que se menea, especialmente de los ciudadanos a quienes dicen representar. Dicen, como dicen tantas cosas que no son ciertas. Los socialistas madrileños cabreados por la alianza de su candidato con IU o el enfado de los peperos por las alianzas de sus líderes con los partidos bisagra de turno son un par de ejemplos de representación mentirosa. Nos gobiernan lobbies minoritarios: nacionalismos totalitarios, líderes del leninismo gay, verdes de despacho urbano… Y todos formamos parte, con nuestros impuestos, de la escenificación de la comedia electoral.
La financiación pública de los partidos es un robo a los muchos abstencionistas que decidimos no participar en los comicios electorales. Según los datos del Ministerio del Interior, la abstención en nuestro país fue de un 24’34% en el año 2004, casi los mismos ciudadanos que votaron al PP, principal partido de la oposición; 31’29% en el 2000, más de trescientos mil más que los votantes del PP, entonces partido "ganador"; 22’62% en 1996, 23’56% en 1993, es decir, tercera fuerza política en ambos casos; y 30’26% en 1989, casi ochocientos cincuenta mil ciudadanos más que los que apoyaron al PSOE, proclamado "ganador" en esa ocasión.
El que los partidos políticos se financien con dinero de los contribuyentes en lugar de hacerlo mediante cuotas de afiliados y donaciones de simpatizantes es una vergüenza. En el caso del partido actualmente en el poder, en el año 2005 y según sus propios datos, de los 36 millones setecientos mil euros de ingresos totales, las subvenciones ascendieron a casi 23 millones de euros, frente a los 3.100.000 euros correspondientes a las aportaciones de los afiliados. No es de extrañar esta diferencia, el número de afiliados del PSOE en el año 2004 era de 460.000 nada más. Curiosamente el número de votantes fue de poco más de 11 millones. Los afiliados en ese año al Partido Popular eran muchos más que los socialistas de carné, casi trescientos mil más. ¡Qué cosas tiene la política!
Ambos partidos, además de recibir las cuotas de sus afiliados, reciben la mía, quiera yo o no, vía financiación pública directa e indirecta. No es un mandato constitucional. Nuestra Constitución, redactada por políticos, no concreta el tema. El artículo 6 de la Constitución Española dice:
Los partidos políticos expresan el pluralismo político, concurren a la formación y manifestación de la voluntad popular y son instrumento fundamental para la participación política. Su creación y el ejercicio de su actividad son libres dentro del respeto a la Constitución y a la ley. Su estructura interna y funcionamiento deberán ser democráticos.
O sea, nada. Es la ley del 87 la que regula las subvenciones a que tienen derecho los partidos políticos, bien para compensar los gastos generados por los procesos electorales, como aquellas no condicionadas destinadas a financiar su actividad regular y los gastos de seguridad, como las ayudas extraordinarias dispuestas para sufragar los gastos originados por la divulgación y explicación de la conveniencia de una Constitución Europea.
La propuesta de que las cuotas de los afiliados a partidos políticos desgrave en la declaración de la renta es una burla a muchos millones de personas que no quieren afiliarse pero trabajan como el que más para sacar a su familia adelante (que en definitiva es lo que está levantando este país) y van a transferir renta a otros ciudadanos simplemente por el hecho de pertenecer a un partido, sea del color político que sea. Llueve sobre mojado, como se ha denunciado desde el Instituto en otras ocasiones.
No se trata ya de limitar el poder que tienen los partidos políticos, no tanto como representantes de los ciudadanos, que hace tiempo que no lo son, sino como donantes de gracias y concesiones económicas, en dinero o en especie, de todo tipo (cargos con remuneración y poder jugosos, por ejemplo). No se trata tampoco de limitar la capacidad de las empresas para determinar las decisiones políticas de los partidos en el poder, tanto en el gobierno como en la oposición. Se trata de la financiación de un sistema político con dinero de gente que ha manifestado su voluntad de no participar en él. Se trata de no permitir que los políticos sigan nutriéndose de mi dinero, especialmente si no voto porque no me siento representada por ninguno de ellos.
Es un robo a mano armada. No se puede decir más claro.
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