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La letra de cambio

Publicado en Libertad Digital

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El dinero cumple dos funciones esenciales: conservar el valor y servir como medio de cambio. Estas dos funciones provocan que sobre el dinero recaigan dos tipos de demandas distintas, lo que a su vez da lugar a dos instrumentos diferentes para canalizarlas: la letra de cambio y el bono.

La ciencia económica ha prestado bastante atención al estudio de los mercados de capitales, a los procesos de inversión, capitalización y surgimiento del tipo de interés. Sin embargo, salvo honrosos reductos, el análisis riguroso de las letras de cambio, la compensación y el tipo de descuento ha sido completamente desatendido.

La letra de cambio es un instrumento que permite la circulación de las mercancías compensando las distintas deudas y créditos que aparecen en un mercado. Su funcionamiento es sencillo: un individuo A vende sus mercancías a otro individuo B y recibe como contrapartida una letra que contenga un compromiso de pago futuro por parte de éste. El individuo que redacta la letra se conoce como librador, el deudor como librado (y si ha ratificado con su firma el compromiso que aparece en la letra como librado-aceptante) y el acreedor como tomador. Su origen parece estar en la fusión entre dos documentos: por un lado una factura que emitía el vendedor y que suscribía el comprador reflejando su compromiso a pagar y por otro una orden de pago que libraban los comerciantes a favor de sus colaboradores y contra sus banqueros para que estos proporcionaran a aquellos la moneda que necesitaban para adquirir mercancías en una plaza extranjera (de modo que evitaban transportar el oro a largas distancias).

Hasta aquí el funcionamiento podría parecer similar al de un crédito al consumo, sin embargo existe ya una primera diferencia esencial: el individuo B no adquiere las mercancías para su propio uso, sino para venderlas en un breve plazo a los consumidores. En otras palabras, cada letra que se libra no está respaldada por bienes tan ilíquidos como podría ser el patrimonio de B, sino por unas mercancías altamente demandadas por parte de los consumidores; esto es, por mercancías que con rapidez y certeza se convertirán en el bien más dinerable (por ejemplo en oro). Por lo que cabe concluir que las letras de cambio se encuentran entre los instrumentos más líquidos de una comunidad, casi a la par del bien reconocido oficialmente como dinero.

Si las letras no fueran de calidad, esto es, si se libraran contra bienes escasamente demandados o muy alejados de su maduración en bienes de consumo, si se utilizaran con la finalidad de obtener crédito (letras financieras) o si el librado no fuera una persona de reputada solvencia, asistiríamos a un arbitraje ilícito de los tipos de interés del que ya hablamos.

Por consiguiente, si se cumplen estos requisitos y las letras no se empeoran, gozarán de una liquidez elevada, que les permitirá "circular", es decir, pasar de unas manos a otras como medio para saldar las deudas que vayan surgiendo. Este proceso se conoce como "endoso" de la letra de cambio y permite tanto autofinanciar los últimos eslabones de un proceso productivo (circulación vertical) como regular la oferta de los bienes de consumo (circulación horizontal).

La autofinanciación de un proceso productivo constituye la finalidad original de la letra de cambio. La cadena de productores y distribuidores acepta las letras como pago por sus créditos y minimiza el movimiento de oro. Imaginemos el agricultor de trigo que vende a plazo de 30 días su mercancía al molinero (por 100 um) y éste a su vez enajena a plazo de 30 días la harina al panadero (por 120 um) que venderá el pan a los consumidores (por 140 um). El molinero librará una letra contra el panadero por importe de 120 um que vencerá al cabo de un mes (el plazo de 30 días que trata de aproximar el tiempo que el panadero necesita para hornear toda la harina, vender el pan y cobrar).

El valor presente de la letra vendrá determinado por el tipo de descuento; supongamos que puede descontar la letra en los mercados monetarios por 110 um. En este caso tiene dos opciones: o descontar la letra y pagar al agricultor al cabo de un mes con el oro obtenido o endosarle la letra al agricultor por 110 um. En este último caso, el agricultor pagará la diferencia entre la letra (110 um) y el valor presente de su deuda (por ejemplo 90 um), esto es, 20 um al molinero. Dicho de otro modo, mientras que el trigo madura en pan a lo largo del proceso productivo, la letra de cambio va madurando en oro.

Gracias a la letra, los movimientos de oro se han reducido. Sin la letra, todo el proceso productivo habría requerido de 360 um (100+120+140); con la letra 280 (140+120+20). El endoso de la letra ha permitido compensar el valor presente del crédito del molinero (110 um) con el valor presente de su deuda (90 um).Cuanto mayor sea el número de fases del proceso productivo, mayor será el ahorro del movimiento de oro que, a su vez, podrá dedicarse a la inversión en bienes de capital en lugar de a financiar la circulación de mercancías.

Pero además la letra también permite regular la oferta de los bienes de consumo manteniendo la rentabilidad de los distribuidores. Cuando la demanda se reduzca, la rentabilidad de ciertos productos (los menos demandados) caerá por debajo del descuento que puede lograrse a través de las letras de cambio, por lo que los distribuidores dejarán de encargarlos, reduciendo su oferta, para invertir sus saldos de caja en las letras de cambio. Del mismo modo, cuando la demanda se incremente, la rentabilidad de algunos de los productos no ofertados superará la de las letras de cambio, con lo que los distribuidores las venderán para invertir sus saldos de tesorería en encargar esos productos a los mayoristas. De este modo, los distribuidores compensan la menor rentabilidad estacional de su negocio con la mayor rentabilidad de anticipar el dinero a otros distribuidores mediante las letras de cambio.

A pesar de sus indudables ventajas, la letra de cambio ha sido denostada por la mayoría de economistas de todas las tendencias y épocas, desde David Ricardo, Henry Thorton o Lloyd Mints hasta Milton Friedman, Ludwig von Mises y numerosos austriacos actuales que defienden una reserva en oro del 100% para los depósitos bancarios (como Rothbard o Huerta de Soto). En su opinión el descuento de las letras reduciendo la cantidad de reservas ha de provocar necesariamente inflación.

El principal error que cometen todos los detractores de las letras de cambio es confundir las dos funciones del dinero: creen que las letras son instrumentos de crédito (como los bonos) cuando en realidad son instrumentos de compensación como hemos visto. No hay crédito implicado, porque las letras se emiten sobre bienes ya existentes y se utilizan para compensar deudas con créditos. Todo esto supone que los bancos pueden mantener en su cartera de activos una porción de letras de cambio; no es necesario que todo el dinero depositado se encuentre en forma de saldos de caja (reserva 100%), pero esto lo analizaremos en un próximo artículo.

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