Ahora que los ciudadanos europeos ya estábamos disfrutando de la tercera generación de derechos y caminábamos decididos a la conquista de la cuarta generación, han tenido que llegar los Mercados a reclamar lo que les debíamos a aguarnos la juerga. No es extraño que los mercados sean el enémigo número uno del pueblo, son los aguafiestas que ya no prestan dinero para mantener el pan y circo 2.0. al que nos habían acostumbrado. Sin dinero no se puede hacer política, no al menos la que depende de subvencionar toda actividad y prometer a todo ciudadano, desde electricidad barata en cualquier punto de un país hasta garantizar el derecho al paisaje.
Los hechos han arrollado las ilusiones -que no derechos- sociales y por un instinto básico de supervivencia el propio Estado procura racionalizar sus cuentas recortando aquí y allá sin llegar a profundizar en nada. El objetivo de las reformas no es cambiar la forma política sino garantizar su viabilidad. Como párasito que vive de la actividad privada incrementa los impuestos esperando recaudar más sin reparar en que la gallina de los huevos de oro que es el capitalismo dejará de poner huevos en cuanto se sienta acorralada y no quedará riqueza que expoliar. Y cuando la actividad económica deje de producir y por tanto no haya impuestos que recaudar solo quedará desplumar la gallina y comerla.
No obstante, cuando la economía real soporta un exceso de gravámenes en forma de impuestos el ingenio encuentra otros caminos en los que también tiene cabida la picaresca. No hay sector que esté sobrerregulado en el que se den formas alternativas de negocio calificadas como mercado negro. La realidad tiende a salirse de los raíles que marcan los burócratas y encontramos ejemplos de alternativas dentro de la ley no previstas o fuera de la misma que consiguen sobrepasar los límites impuestos. Son las externalidades negativas de las regulaciones las que descuadran las cuentas simples de los políticos que son incapaces de preveer las acciones complejas de los individuos.
Si no fuera por el drama que mucha gente está sufriendo podríamos frivolizar con la clase de política práctica que estamos viviendo. Tras años de expansión y endeudamiento incontrolado asistimos a un teatro inaudito en el que los actores que nos gobiernan intentan enmendar con múltiples medidas las irresponsabilidades perpetradas hasta la fecha. En el intento se acometen reformas contradictorias entre sí con la esperanza de que un cultivo de brotes verdes ofrezca una cosecha abundante que pueda saciar el apetito del monstruo. La lucha del leviatán estatal por su supervivencia no ha hecho mas que empezar; vayan tomando asiento o preparen las maletas, ustedes deciden.
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