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La mano invisible

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Dicen que el mundo es movido por fuerzas oscuras, secretas, una pequeña élite que controla el mundo. Dicen que unos pocos, el uno por ciento, deciden por el resto, el noventa y nueve por ciento. Dicen que se reúnen en grupos, que controlan las grandes empresas y allí deciden por nosotros. Dicen que la mano invisible del mercado es en realidad una mano, como el anillo de Sauron, que lo domina todo.

Recuerdo una conversación en la que mi interlocutor estaba culpando a "cuatro grandes bancos" de promover la crisis para enriquecerse, le pregunté por el nombre de esas cuatro empresas que tenían semejante poder y el primero que me dijo fue Lehman Brothers. Resultaba curioso que uno de esos cuatro ya hubiese quebrado en el trasunto de la crisis que, teóricamente, había coadyuvado a crear con el objetivo de enriquecerse. Desde luego los otros tres debían ser mucho más hábiles, aunque mi interlocutor no consiguió recordar ninguno de esos tres nombres. En realidad, daba lo mismo, lo importante era señalar a unos malos malísimos –capitalistas, por supuesto- que controlan la economía y nos hacen bailar al son de su música.

Dicen muchas cosas, la imaginación es libre y siempre buscamos causas externas en las que descargar nuestras culpas. Los países culpan a los vecinos para declarar guerras y evadir problemas internos, o se busca un chivo expiatorio interno al que cargar todo los males. En esta descarga de conciencia los colectivistas siempre han encontrado la fórmula perfecta para evadir las responsabilidades de quienes no quieren afrontarlas. Así, los ricos lo son porque empobrecen a otros y su éxito nada tiene que ver con la capacidad emprendedora de la acción humana ni las buenas (o malas) decisiones que tomamos a lo largo de nuestras vidas.

El sentido común es a veces el menos común de los sentidos y no se comprende el funcionamiento del mercado, de esa mano invisible. Más allá de la benevolencia o el egoísmo del cervecero existen cervecerías porque hay gente que valora esta bebida dorada lo suficiente como para llegar a sacrificar parte de lo que gana por conseguir un trago.

El poder del mercado no reside en las grandes corporaciones sino en esa mano visible, la nuestra, que necesita un guante para protegerse del frío o coge un vaso de cerveza para refrescar el aperitivo veraniego. Nuestra mano es movida en parte por razones y pasiones que son las que nos llevan a tomar diferentes acciones. Aislados podemos parecer insignificantes pero cuando todas esas necesidades se juntan de forma descentralizada y espontánea aparece esa gran mano invisible del mercado. No busquemos manos invisibles que deciden por nosotros mientras protegemos nuestras propias manos dentro de los bolsillos.

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