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La memoria no puede ser democrática

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¿Qué es la memoria? La memoria es el recuerdo subjetivo de lo vivido, que puede tener reinterpretaciones de manera voluntaria o involuntaria. Debemos tener presente que la memoria no siempre coincide con la «verdad» histórica, objeto de los historiadores, pero sí que nos puede servir como una importante fuente histórica. La memoria ha sido uno de los objetos de estudio más importante para los historiadores; la bibliografía sobre el tema es muy abundante, pero me gustaría señalar dos trabajos relevantes. En primer lugar, Los marcos sociales de la memoria de Maurice Halbwachs, obra en la que se define la memoria colectiva. Pero sin duda, la obra más relevante y el estudio de referencia sobre esta temática es el trabajo de Pierre Nora, Los lugares de la memoria, se analiza la relación entre memoria e historia, describiendo los espacios físicos y simbólicos donde se halla representada[1].

En nuestras sociedades, la ciudadanía y el Estado son quienes privilegian o marginan unas memorias u otras, dictaminan qué y cómo recordarlo. Es importante recalcar, que, pese a que se pueda hablar de «Memoria» como concepto histórico susceptible de estudio, a mi juicio, es conveniente hablar de «memorias» cuando hablamos de fuente histórica. No hay una única memoria, cada individuo tiene la suya propia, por lo tanto, es subjetiva. Es por ello por lo que establecer leyes de memoria en la que es el propio Estado quien dirime qué y como recordar algo es algo peligroso.

Damniato memoriae

Si hay algo que tienen en común todos los Estados es que siempre han querido controlar el pasado; cuanto más totalitario es un Estado, más control quiere tener sobre la memoria. Los Estados utilizan la historia y la memoria para construir un discurso que legitime su poder. Seríamos muy ingenuos si pensáramos que lo hacen con buenas intenciones. La damnatio memoriae ha sido un elemento básico utilizado por los Estados para construir su historia nacional, el olvido y el recuerdo utilizados de manera arbitraria con fines meramente políticos.

Algunas políticas de memoria no son necesariamente negativas: la rehabilitación de un monumento, el homenaje a los caídos de una batalla importante o la identificación de las víctimas de una fosa común pueden ser buenas acciones. Pero la línea entre la divulgación histórica y la tergiversación de la memoria es tan fina que en ocasiones es muy difícil de percibir para el ciudadano común.

Ley de memoria democrática

La última ley relacionada con la memoria en nuestro país se decretó en el 2022, su título es bastante pretencioso: Ley de Memoria Democrática. La ley es sorprendente, ya no por lo mal redactada que está, algo a lo que nos tiene acostumbrados el Boletín Oficial del Estado, sino por el carácter liberticida y totalitario que tiene. Esta ley ha servido para establecer una memoria única; un relato histórico maniqueo de buenos y malos para legitimar una posición política hoy en día.

No expondré el contenido de la ley, ya que daría para otro artículo. Únicamente nos centraremos en el propio título de la ley, podríamos hacernos una serie de preguntas como: ¿Qué significa que la memoria sea democrática? ¿Puede llegar a serlo? ¿Si sólo es aceptable la memoria de lo llamado «democrático», es esa ley democrática? ¿Unas memorias valen más que otras o son más aceptables que otras?

Plural y subjetiva

La memoria, como la belleza, no es democrática. La memoria es subjetiva, cambiante, individual y colectiva, consciente e inconsciente y perecedera. Nuestra mente es muy caprichosa, en muchas ocasiones no podemos elegir qué y como recordar algo, es algo espontáneo y azaroso; jamás puede someterse al juego democrático. De igual modo, imponer desde un Estado una memoria oficial es todo menos democrático, se cae en una paradoja sin solución aparente.

Cuanto más alejado este el Estado de la Historia mejor nos irá a todos. El Estado no es objetivo e imparcial; lo forman personas con intereses, generalmente perversos. Dejemos la Historia a la sociedad civil, y sobre todo a los historiadores. Dejemos libertad para recordar un suceso de una manera u otra. Dejemos libertad para expresar nuestra opinión con respeto y educación. Dejemos que los historiadores tengan libertad para equivocarse.

La memoria es una fuente esencial para los historiadores. Todas las memorias son válidas, y todas deben ser sujetas a un estudio. La Historia se construye con todas las memorias, no sólo con unas pocas. Intentemos evitar la imposición de una memoria oficial. De lo contrario, cuando vayan pasando generaciones, no habrá vuelta atrás: nuestra libertad habrá sido arrebatada.


[1] Pasamar, Gonzalo y Ceamanos, Roberto. Historiografía, historia contemporánea e historia del presente. Madrid, Síntesis, 2020, pp. 183-186.

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