Hablar de la nueva China es hablar de Xi Jinping. Mientras Occidente sigue de cerca los pasos del gigante amarillo, sus avances económicos, la evolución de sus datos no sin cierto temor, y su sorprendente modernización, el presidente de China se reúne con la cúpula del Politburó, el Comité Central del Partido Comunista chino. Qué enorme contraste. La modernización económica de un lado y la institución política más rancia de otro. ¿Y para qué? Para hablar de futuro y de libertad. Abróchense los cinturones.
La paz del Pacífico
En la última reunión de la alianza de cooperación económica de Asia-Pacífico (APEC) ya se habló de libre comercio y de reforzar tratados, uniones, intercambios. Hay que recordar que Estados Unidos es, desde el año 2005, el principal impulsor del TPP (Trans Pacific Partnership), una alianza de países muy relevantes de la orilla del Pacífico, y que excluye notablemente a China, mientras que incluye a Australia, Brunei Darussalam, Canada, Chile, Japón, Malasia, Méjico, Nueva Zelanda, Perú, Singapur, Vietnam y Estados Unidos, por supuesto. Mientras tanto, China apoya un tratado comercial Asia-Pacífico más omnicomprensivo, el Free Trade Area of the Asia Pacific (FTAAP), en el que China, obviamente, tendría un papel muy relevante y Rusia también.
Los intentos no siempre velados de Estados Unidos de seguir ostentando el papel de “pacificador del Pacífico” que se ganó a pulso tras los dos conflictos armados mundiales del siglo pasado chocan en esta suerte de “guerra de titanes” con la emergencia del liderazgo chino, acelerado e impulsado en parte por la crisis del 2007 y las recesiones nacionales posteriores a la misma, aún en vía de ser superadas.
Para países como Méjico, Chile o el mismo Estados Unidos, con Europa de capa caída, digan lo que digan nuestros líderes locales en plena campaña electoral, el libre comercio en la zona del pacífico supone una manera de aliviar la tendencia negativa de los mercados, y dar salida a su potencial. De esta manera, se podría compensar la incertidumbre que aún invade el panorama en el Viejo Continente.
Pero ¿cuál es el caballo ganador? ¿Es mejor una alianza con China o sin China pero con Japón? Como siempre, el foco principal apunta a la protagonista de todas las batallas económicos: la confianza.
La libertad “con características chinas”
Igual que se preguntaba el grupo estadounidense Supertramp en su álbum de 1975, Crisis, what crisis? Me pregunto de qué libertad habla Xi Jinping ante la cúpula del único partido político admitido en China, el comunista, con el historial de atentados a la libertad individual, social, económica, política, civil y de todos los tipos imaginables con que cuenta.
No hay que olvidar que para las autoridades chinas los derechos humanos y la libertad están por debajo de los “Cuatro Puntos Cardinales” que incluyen el camino socialista, la dictadura democrática del pueblo (¿suena a PODEMOS?), el liderazgo del Partido Comunista de China, y el pensamiento de Mao y el marxismo-leninismo. Y todo lo que respete esos principios es libremente admitido. ¡Menuda libertad!
Así que cuando leo las declaraciones de Xi Jinping ante la cúpula de su partido hablar de reforzar el libre comercio, de impulsar el liderazgo de China en la economía mundial y de la necesidad de tener más presencia internacional “para inyectar más elementos chinos en las normas internacionales” se me hiela la sangre. Las políticas intervencionistas japonesas son juegos de niños comparado con lo que Xi puede hacer, tanto para abrir como para cerrar la economía china. Y esa es la diferencia: la arbitrariedad.
La interdependencia con China
Mientras que en Chile, México, Estados Unidos o Japón, podemos esperar que un mal presidente arruine la economía, todos asumimos que hay unos frenos, funcionen estos mejor o peor, a la locura política. Por el contrario, China vive en un sistema político en el que la arbitrariedad es la norma, es decir, la regla es que se pueden cambiar las reglas lo radicalmente que se quiera en mitad del juego. Y no pasa nada.
El dilema es ¿qué es mejor para el equilibrio político-económico mundial? ¿Los tratados internacionales pueden servir como freno al todopoderoso Partido Comunista Chino? ¿O, por el contrario, estos tratados suponen un peligro para los países occidentales porque implica hacer depender sus economías de un socio no muy fiable?
Porque, más allá del beneficio económico inmediato, por más que la libertad económica china sea un remedio a la estrechez presente, hay que tener presente el famoso dicho “quien con niños se acuesta, mojado se levanta”.
¡Los comentarios están cerrados para este artículo!